Por Luz María León
Karl Heinz Herman Lenkersdorf Schmidt, filósofo, lingüista y teólogo, nació el 7 de agosto de 1926 en Berlín, Alemania. Vivió en México junto con su compañera Gudrun Lenkersdorf desde 1973 hasta su muerte el 23 de noviembre de 2010.

Creció en la Alemania gobernada por el nazismo; cuando era adolescente, a la edad de 16 años, vivió la Segunda Guerra Mundial; tuvo que ingresar al ejército alemán y fue enviado a Dinamarca. Cuando terminó la guerra, en 1946, finalizó su bachillerato en Hannover y estudió música. Posteriormente decidió estudiar teología en la Escuela de la Divinidad de la Universidad Philipps de Marburgo, donde además estudió griego y latín.
Visitó México por primera vez en 1957 e impartió clases de griego en el Centro Augsburgo, donde llegó a ser rector. Ingresó a la licenciatura en Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; se tituló el 23 de octubre de 1964 con la tesis “Epicteto, su metafísica en relación con la ética.” Logró obtener el doctorado el 4 de noviembre de 1966 con la tesis “El concepto del trabajo en el cristianismo primitivo”, dirigida por Wenceslao Roces, quien fuera un gran conocedor de la obra de Marx y Engels. Mientras cursaba el doctorado, Carlos Lenkersdorf trabajó como catedrático en la Universidad de las Américas. De 1967 a 1969 también impartió clases de filosofía de la religión y de ética en la FFyL, UNAM.
Vivió durante 20 años en la región tojolabal desde 1973, ubicada en las zonas de Comitán, Altamirano y Las Margaritas en Chiapas. En 1972 tuvo el primer encuentro, o desencuentro como él decía, con los pueblos mayas; desde entonces, la palabra tik que puede escucharse en todas las palabras de los pueblos mayas de Chiapas, estuvo acompañándolo durante toda su vida. Años después, fue invitado a Chiapas por el obispo Samuel Ruíz para traducir el Nuevo Testamento a la lengua tojolabal. Transcurrieron los años y su interés por aprender tojolabal se fue acrecentando, por lo que, tanto Carlos como Gudrun, comenzaron a aprender la lengua en las comunidades y, al mismo tiempo, ellos les enseñaron a los hermanos tojolabales a escribir su lengua.
“En 1973, como él mismo lo decía, abandonó las aulas para ir a vivir y aprender de las comunidades indígenas tojolabales de Chiapas. Ahí es testigo de una forma de organización y convivencia social que lo marca de por vida. Carlos Lenkersdorf aprendió la lengua, la cultura y la visión del mundo de los maya-tojolabales, que lo llevan a cuestionar críticamente los cimientos del eurocentrismo así como el racismo imperante en la academia y en la sociedad occidental.
La labor de Carlos fue inmensa, nos legó libros en donde encontramos una forma de filosofar desde una perspectiva no occidental, sino desde una perspectiva más incluyente. La filosofía maya-tojolabal, basada en un principio nosótrico, se presenta como una alternativa a la tradición filosófica de occidente regida por un acérrimo eurocentrismo, que por lo mismo ha fracasado en sus planteamientos al dejar fuera a una diversidad de formas de pensar.” Fallece el filósofo Carlos Lenkersdorf. 24 de noviembre de 2010, CEFIME.
En las comunidades tojolabales siguen recordando a Carlos Lenkersdorf, con respeto y cariño, como un hermano tojolabal que vivió y aprendió con ellos durante 20 años. El escritor y periodista uruguayo, Eduardo Galeano, en su libro De los hijos de los días, publicado en 2012, escribió sobre Carlos y Gudrun Lenkersdorf; sintetizó lo que fueron sus pasos en las comunidades tojolabales, donde el proceso de aprendizaje fue bidireccional:
Marzo 17
Ellos supieron escuchar.
Carlos y Gudrun Lenkersdorf habían nacido y vivido en Alemania.
En el año 1973, estos ilustres profesores llegaron a México. Y entraron al mundo maya, a una comunidad tojolabal, y se presentaron diciendo:
—Venimos a aprender.
Los indígenas callaron.
Al rato, alguno explicó el silencio:
—Es la primera vez que alguien nos dice eso.
Y aprendiendo se quedaron allí, Gudrun y Carlos, durante años de años.
De la lengua maya aprendieron que no hay jerarquía que separe al sujeto del objeto, porque yo bebo el agua que me bebe y soy mirado por todo lo que miro, y aprendieron a saludar así:
—Yo soy otro tú.
—Tú eres otro yo.
De Los hijos de los días, Siglo XXI, Buenos Aires, 2012.
En 1994, Carlos y Gudrun Lenkersdorf tuvieron que mudarse a la Ciudad de México, debido a que podían ser deportados porque los agentes de la pastoral diocesana fueron acusados de haber sido parte de la organización del levantamiento zapatista el 1° de enero del mismo año. Después de haber llegado a la Ciudad de México, Carlos se integró como investigador titular en el campo de la lingüística, en el Instituto de Investigaciones Filológicas; invitado por Ana Luisa Izquierdo al Centro de Estudios Mayas. Durante sus últimos años, hasta agosto de 2010, Carlos Lenkersdorf también impartió cursos de lengua y cultura tojolabal en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
El primer libro que publicó fue: Los hombres verdaderos. Voces y testimonios tojolabales. Lengua y sociedad, naturaleza y cultura, artes y comunidad cósmica. Por esta obra recibió el Premio de Ensayo Literario Hispanoamericano Lya Kostakowsky en 1994. Algunos de los libros que coordinó y publicó, resultado de su aprendizaje en las comunidades tojolabales son:
Indios somos con orgullo. Poesía maya-tojolabal (1999, 2004)
El diario de un tojolabal. Edición bilingüe, traducción y comentarios (2001)
Tojolabal para principiantes. Lengua y cosmovisión mayas en Chiapas (1994, 2002)
Filosofar en clave tojolabal (2002)
Conceptos tojolabales de filosofía y del altermundo (2004)
La semántica del tojolabal y su cosmovisión (2006)
Aprender a escuchar: enseñanzas maya-tojolabales (2008).
Actualmente, el curso de cultura y filosofía maya-tojolabal que impartía el maestro Carlos Lenkersdorf, es impartido por la Dra. Fernanda Navarro en la FFyL; el curso de lengua tojolabal continúa de manera extracurricular gracias a la Maestra Lucía de Luna, los Maestros Armando López y Manuel Ponce.
Para finalizar, les compartimos un vídeo con algunos fragmentos de las canciones en tojolabal que el maestro compartía y enseñaba en sus clases, ya que él siempre iniciaba y terminaba la clase con alguna canción.