Por Iris Yadel Chávez
En este día que se cumple un año más de la repetición del agitar de las campanas rimbombantes de las plazas públicas, también es momento de voltear la mirada a un acontecimiento que contribuyó a transformar al México de la segunda mitad de los 1800s.
Para 1867, tan sólo habían pasado algunos años de que estallara la independencia de México y se vislumbraba un panorama de conflicto político interno y externo, pues entre las luchas de los liberales y conservadores cada uno desde su particular ideología, intentaban situar en el poder el rumbo para país.
Ese mismo año, Maximiliano de Habsburgo había sido fusilado en el Cerro de las campanas, quedando atrás los estragos de la intervención francesa ordenada por Napoleón III.
Había triunfado el partido liberal, restableciendo a Benito Juárez como presidente constitucional. Esto, para Gabino Barrera, reconocido como el positivista más importante de México, se traducía como un paso más hacia la organización social.
Años antes, como médico, Barreda había viajado a Francia donde, gracias a Pedro Contreras Elizalde, conoció la escuela filosófica de Auguste Comte. Las enseñanzas del filósofo francés en el curso de filosofía positiva impactaron tanto al pensador mexicano que creyó que podían ayudar a explicar la situación política de México en ese momento.
Así pues, Comte en su Discurso sobre el espíritu positivo presenta la teoría de los tres estadios intelectuales la cuál trata del progreso intelectual de la humanidad.
Grosso modo, el proceso empieza, necesariamente, por el estado teológico o ficticio, primero en su fase fetichista, después en su fase politeísta y monoteísta como tercera fase; en el cual, el espíritu humano se encuentra absorto en las explicaciones de corte sobre natural, primero dotando de una vida análoga a los cuerpos exteriores, luego retirándole la vida a los objetos y finalmente empieza a decaer.
A continuación y como paso siguiente en la escala del progreso emancipatorio del espíritu; de corte transitorio, se encuentra el estado Metafísico o abstracto en el cual el razonamiento busca explicaciones a través de entidades abstractas y absolutas. Este estado, se acerca más al estado culminante del intelecto de la humanidad. Finalmente, dice Comte, se encuentra el despliegue del estado cumbre y más deseable, el estado positivo o real, donde se alcanza el desarrollo pleno del espíritu humano. Este estado se caracteriza por la utilización de un sistema lógico deductivo para sus investigaciones y bajo la especulación científica, se busca encontrar las leyes que han regido a la humanidad.
A su regreso a México, convencido del valor filosófico del Positivismo de Comte para resolver los problemas fundamentales del país, en el marco de un aniversario más del inicio de la independencia mexicana, Barreda pronuncia la Oración cívica, a través de una filosofía de la historia mexicana, lo que significo la introducción del positivismo para la mejora de la situación social, pues según Barreda, con el positivismo como fundamento, habría una evolución progresiva y científica de la realidad nacional, el orden positivo sería la culminación de la evolución de la sociedad mexicana.
La labor de Barreda, plasmada en dicha enunciación, consistió en realizar un diagnostico compacto y homogéneo de los sucesos históricos, pues para el filosofo mexicano, la historia tiene un sentido científico en el cual, los procesos no suceden azarosamente, sino que se sujetan a una ley.
De acuerdo a la lectura de este pensador mexicano, en aras de la “evolución progresiva de la humanidad”, el pueblo mexicano ha logrado, gradualmente, dejar atrás doctrinas antiguas y se ha sumergido en los paradigmas modernos para lograr la emancipación mental y establecer un nuevo orden.
Dicha emancipación contiene tres vértices, el científico, el religioso y el político. Aunque, para los tiempos de Barreda era inevitable que la política se apoyara en la ciencia, así como que la ciencia tuviera un dominio jerárquico sobre la política, cabe recordar que según lo aprehendido de la filosofía de Comte, la ciencia es la culminación de todos los saberes, así como la base y sustento firme de éstos.
Por ello, las creencias religiosas, al no estar sustentadas en previsiones racionales sino sólo en precepciones sobrenaturales, poco a poco fueron decayendo, dando posibilidad a que detonara la guerra de independencia. Lo que para Gabino Barreda significo el triunfo del principio de demostración sobre el principio de autoridad. Hasta este punto, aún faltaba que la ciencia, como un niño pequeño, creciera.
En cuanto a la vertiente política, el clero todavía tenía gran parte del mando y, al igual que la milicia, gozaba de privilegios que iban en contra de la soberanía popular. De modo que la insurrección social comenzada el 16 de septiembre de 1810 dio paso a constantes luchas internas y con poderes políticos extranjeros, en nombre de la libertad y la emancipación de la conciencia.
Después de los periodos de lucha llenos de sacrificio, al fin, para Barreda, con las Leyes de Reforma se han puesto los pies sobre el camino de la progresión y con el emblema “Libertad, orden y progreso” como máxima expresión de los ideales de su pensamiento, se manifiesta el espíritu positivista, al usar el orden como base, la libertad como medio y el progreso como fin.
Así, con el positivismo habrá una evolución científica en la realidad nacional y para ello también es necesario el Saber universal para comprender las leyes de la humanidad que se encuentran sustentadas en la ciencia. Por ello, uno de los primeros objetivos de Barreda sería quitarle al clero su injerencia en la educación y el poder espiritual.
Así, en otros escritos, Gabino Barreda muestra que la educación es de suma importancia y una de sus mayores preocupaciones para lograr la sociedad positiva que deseaba, por ello, en diciembre de ese mismo año, bajo la aprobación de Juárez, se da a conocer la Ley Orgánica de instrucción pública del Distrito Federal, donde se instituye a La Escuela Nacional Preparatoria, bajo el lema “Amor, Orden y Progreso” como columna vertebral del proyecto, el cual sostenía como propósito ideológico proporcionar una firme formación moral al individuo, pues era necesario educar a quienes dirigirían el nuevo orden y, por tanto, conducirían el destino de la nación por el camino del progreso.
La Oración Cívica no solo fue una alocución más que pudiera darse a propósito de un evento histórico, sino que aquel evento histórico fue el pretexto y sustento más fuerte de un complejo de ideales que tratarían de cambiar la realidad nacional.
Al pronunciar la Oración Cívica, Barrera presenta el sustento ideológico de un proyecto de nación que impactaría en diversos ámbitos, entre ellos, el ámbito educativo nacional. Sin embargo, el positivismo no sólo se impregnó en las estructuras más profundas de la época de Gabino Barreda, quien lo introdujo y lo expuso de manera más profunda, pues después de él vinieron otros en el mandato político que tomaron el positivismo pero impregnado de otras corrientes como el positivismo evolucionista spenceariano.
Aunque se podría criticar y objetar que este sistema ideológico que pretendía llevar al pueblo mexicano por el camino del progreso, solo sirvió para cierta clase social privilegiada, los valores más significativos son, por un lado, que estaba firmemente sustentado en una idea filosófica que llevó a verdaderos cambios sociales al México de ese momento, pues era un proyecto homogéneo y que vinculaba distintos ámbitos de la vida del mexicano. Por otro lado, se deja ver una clara idea sobre el humano y en específico sobre el humano mexicano, que es capaz de alcanzar las máximas expresiones del pensamiento universal y que es capaz de perfeccionarse y por tanto, es necesario retomar en su conjunto un proyecto de nación que abarque los diversos ámbitos sociales
Para Barreda la Oración cívica significó una adaptación consciente de la escuela positiva francesa a las circunstancias mexicanas, logrando un “positivismo mexicano” en función de las necesidades del momento histórico nacional. A través de un proyecto de nación firmemente sustentando participó en las transformaciones políticas que llevarían al progreso social y científico del país, sin embargo, al pasar los años, dicho proyecto se transformó ideológicamente hasta que hoy día ha dejado de existir.
Bibliografía
Barreda, Gabino, Estudios. Prólogo José Fuentes Mares. UNAM, México, 1992.
Comte Auguste, Discurso sobre el espíritu positivo. Versión y prólogo Julián Marías. Alianza, Madrid, 1988
Zea, Leopoldo, El positivismo en México. Nacimiento, apogeo y decadencia., Fondo de cultura económica, México, 1968
Una efemérides elocuente y generosa para los mexicanos. Lamenté el descuido en un par de ocasiones de «Barrera» por «Barreda». Un mayor cuidado editorial podrá ponerle remedio. Saludos