Y tú, ¿para qué sirves?

el

Por Juan Carlos García

La actividad filosófica pone en cuestión las creencias adquiridas al pertenecer a una sociedad, para acceder a otras, basadas en la propia razón. Luis Villoro. Filosofía y dominación.
Una de las preguntas que más nos punza a quienes nos dedicamos a la filosofía es la siguiente: ¿cuál es tu papel como filósofo en nuestra sociedad actual? o en palabras más despectivas ¿para qué sirves? es un hecho que la misma pregunta refiere una carencia o la poca claridad con que se mira la actividad del filósofo. Sabemos bien, o al menos tenemos una vaga idea, de la tarea de un historiador, de un psicólogo, de un contador o de un ingeniero, pero cuando queremos indagar cuál es nuestra función solemos quedarnos pasmados o imposibilitados para dar una respuesta satisfactoria. Quizá personalmente tengamos las razones suficientes para justificar nuestra actividad, quizá nuestro círculo de colegas lo comprendan, pero a la hora de salir a la calle y comentarlo, simplemente nos quedamos sin palabras; ese mutismo lleva a más de uno a interpretar que la filosofía es algo inútil.
¿Qué hemos hecho?, ¿qué hacemos?, ¿qué vamos a hacer? ¿Existe como tal una división entre la filosofía y la sociedad o sólo es un discurso utilizado por los que pretenden erradicar las disciplinas filosóficas de los planes de estudio? ¿Cuál es, cuál ha sido y cuál debería de ser nuestro papel social? ¿De dónde nos viene esta urgente necesidad de reafirmarnos ante la sociedad como si fuéramos una especie de enjuiciados en la corte?
Mafalda-FilosofíaPara vislumbrar una respuesta a los cuestionamientos anteriores, y a muchos otros, es necesario dejar de lado los prejuicios que se tienen respecto de la filosofía. Es leyenda urbana la creencia de que los filósofos son unos personajes sucios, drogadictos o que viven en otro mundo. El problema no radica en la cantidad de adjetivos que se utilizan para describirnos, sino en que con estos se cierra toda posibilidad de diálogo o discusión. Las características atribuidas sirven para descalificar y anular cualquier opinión del pintoresco filósofo: está loco, habla cosas raras, anda por las nubes, etcétera. Otro de los prejuicios utilizados es el siguiente: “la filosofía no sirve para nada”. En la mayoría de los casos es una afirmación que responde más a una cuestión de “sentir” o de ideología y no a una detenida reflexión o estudio de las implicaciones, características y naturaleza de la actividad filosófica. Quien afirma que la filosofía no sirve para nada es aquel que no tiene una actitud de apertura ni se ha dado el tiempo para conocer nuestra disciplina. El problema aquí no es que haya personas que tengan estas ideas, sino que quienes las tienen son los funcionarios públicos que ejecutan las reformas educativas encargadas de desaparecer las disciplinas humanísticas; el resultado es una Reforma Integral a la Educación Media Superior en México (RIEMS) o una Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa en España (LOMCE).[1]
Nos han introducido la idea de que en nuestro mundo todo es acción, que todo aquello que no tiene una aplicación inmediata es inútil e inservible, que el elemento teórico es prescindible puesto que lo que importan son los resultados. Contrario a esto consideramos que hay todo un ordenamiento conceptual y simbólico detrás de cada acto que realizamos. Términos tan generales y abstractos como la justicia, la belleza, el bien, la libertad, entre otros, guían nuestro actuar y no obstante no reparamos en ellos, y peor aún, no nos hemos detenido a dar cuenta que son conceptos que han sido objeto de estudio de la filosofía. No deberíamos olvidar que las ciencias exactas, las ciencias sociales, la ciencia política, el derecho, la psicología, la pedagogía y la economía, por no mencionar otras disciplinas, tienen una estrecha relación con el quehacer filosófico.
Históricamente la filosofía mexicana ha estado anclada a la problemática social y política de manera permanente. Así vemos en el siglo XVI a un Bartolomé de Las Casas, a un  Francisco de Vitoria y a un Alonso de la Veracruz defendiendo con vehemencia la libertad de los nativos de las “Indias Occidentales”; en el XVIII a los jesuitas como Francisco Javier Clavijero o Pedro José Márquez tratando de justificar la humanidad de los americanos frente a los ataques injustificados de eruditos europeos como Cornelius de Pauw; en el XIX a un Miguel Hidalgo y a un José María Morelos defendiendo la soberanía de Nueva España frente a la metrópoli; a inicios del XX a un Justo Sierra inaugurando la Universidad Nacional o a un José Vasconcelos creando la Secretaría de Educación Pública; y apenas hace unos cuantos años a un Luis Villoro afirmando a México como una nación pluricultural, lo cual da herramientas para defender el derecho de nuestros pueblos originarios a autogobernarse y autodeterminarse.
Hoy más que nunca la intervención de la filosofía no sólo es urgente sino necesaria. Hemos desaparecido de la agenda de discusión de los problemas nacionales, es hora de regresar no para dictar lo que se puede o no se puede hacer, sino para contribuir a la clarificación, discusión y solución de las múltiples problemáticas que nos aquejan. Lo que se propone aquí no es algo utópico o que no se haya hecho antes, la prueba de lo que afirmamos está en la discusión que se mantuvo hace algunos años en torno a la despenalización del aborto en el Distrito Federal en la que múltiples legisladores, académicos, especialistas, investigadores y filósofos se reunieron para discutir, proponer y definir el tan polémico acuerdo. Desde luego que hay problemas en los que podemos y tenemos el compromiso de intervenir como lo son la eutanasia, la pena de muerte, los derechos humanos, el rezago educativo, la plantación de maíz transgénico, los feminicidios, la soberanía de los pueblos originarios, la violencia, la pobreza extrema, la destrucción de ecosistemas y un innumerable etcétera.
La propuesta entonces es dejar de lado los prejuicios; el aislamiento de ermitaño purista; la arrogancia del erudito que todo lo puede pero que nada hace; la presunción y la pedantería de “intelectual orgánico”; y lo más importante, el látigo que nos orilla a autocastigarnos y a considerar que no incidimos socialmente o que no servimos para nada. En suma, dejemos los obstáculos que nos impiden concentrar nuestros esfuerzos en los problemas que verdaderamente nos conciernen, pues no podemos seguir ignorando el insistente grito de una sociedad en vilo.
Contacto: zero.aprl@gmail.com

[1] La respuesta de la comunidad filosófica en ambos países no se hizo esperar, en México surgió el Observatorio Filosófico de México (OFM) mientras que en España hizo su aparición la Red Española de Filosofía (REF).

Anuncio publicitario

Un comentario Agrega el tuyo

  1. lorena fonseca dice:

    Un artículo q sirve demasiado, es claro y nos explica bastante bien el papel q representa la filosofía en nuestro país y la falta q aún hace también, mis respetos para todos los estudiantes q se aventura en está carrera aún con los cuestionamientos de la sociedad.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s