La utopía y el utopista en el anarco-comunalismo magonista

(Recordando el 142 aniversario del nacimiento de Ricardo Flores Magón y como protesta en contra de la aparición de “anarquistas” en las movilizaciones civiles en los momentos actuales que se viven en México)

*Dr. Ignacio Ortiz Castro

Propósito del presente escrito y para su difusión por el CEFIME

Este trabajo, trata de mostrar aspectos coincidentes por casualidad, que se dan en torno al tema de la utopía y el utopista en el anarquismo mexicano de principios del siglo XX, y lo expuesto muy posteriormente por algunos teóricos. Se menciona de modo lacónico: qué se entiende por utopía y utopista y cuál es su papel en la sociedad, la praxis utópica, la relación entre utopía e historia, entre otros aspectos. También en qué consiste el anarquismo y su profundo humanismo; esto último, como una forma de protesta en contra de la aparición de grupos de choque “anarquistas” en las movilizaciones sociales que se están dando en nuestro país. Sin duda, se trata de grupos insertados deliberadamente para crear desorden, caos y violencia, para desacreditar cualquier movilización civil en México; en lo personal, me resulta preocupante que se desacredite al anarquismo, pues sin duda, históricamente, es una filosofía humanista, la menos dogmática, y la más moral y honesta en la liberación de los oprimidos del mundo (léase en nuestro tiempo: de los despojados del mundo… por las políticas económicas neoliberales).

El magonismo, es ejemplo moral y humanista de lo señalado; y es el anarquismo la doctrina que más influyó (algo muy sabido) e impactó en la historia de nuestro país a partir de la segunda mitad del siglo XIX hasta el movimiento revolucionario de 1910. Como también es sabido, Ricardo nació el 16 de septiembre de 1873, sea este artículo un motivo para recordarlo en el 142 aniversario de su natalicio.

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  1. Definición de utopía y utopista

          Para Horacio Cerutti, filósofo latinoamericanista, hay tres modos distintos de entender la palabra utopía. El primero es el modo cotidiano, el cual usamos en el lenguaje común de todos los días, y generalmente empleamos la palabra como un adjetivo descalificativo. Cuando utilizamos el término en este sentido, pretendemos decir que algo es imposible de realizar. Lo utópico al nivel del lenguaje cotidiano se entiende como lo imposible y, por lo tanto, se le asocia con lo puramente imaginario. Un segundo nivel es el que puede calificarse de literario. Es una forma de hacer una crítica a la sociedad y proponer una sociedad ideal en la cual se pueda vivir. Ejemplo de ello puede ser Utopía de Tomás Moro, La ciudad del sol de Tomás Campanella, La República de Platón, entre otros textos. En este segundo nivel de análisis, podríamos decir que la utopía se manifiesta como género utópico, por su estrecho vínculo con lo literario.

          El tercer nivel es el de la utopía operante en la sociedad. En otras palabras: cuando los sueños tratan de hacerse realidad y actúan en la historia, cuando se pretende pasar de la imaginación de un mundo distinto a la construcción de ese mismo mundo distinto. Si en el primer nivel “utopía” quiere decir imposible, en este tercer nivel lo utópico es justamente lo posible; lo contrario del nivel cotidiano. No se trata de imaginaciones ni de puras fantasías. Las utopías entendidas en este tercer nivel también llamado epistemológico son sencillamente una especie de motor, mueven a la historia para que ésta cambie. La fuerza de ese motor se ubica en la articulación de dos momentos: en la tensión tremenda, en la angustia incluso individual que produce la oposición entre la crítica de la sociedad en que se vive y el deseo irrefrenable de una alternativa. Es el afán de querer alcanzar desde una realidad injusta y poco gratificante otra realidad, en la cual se pueda disfrutar, gozar de esas gratificaciones que uno piensa, imagina y en un momento dado no tiene a la mano. Disponemos, en suma, de tres niveles de uso del término: cotidiano, de género y epistémico.1

          Casualmente, Ricardo Flores Magón ahonda en el primer aspecto de lo “cotidiano” y matiza, rechazando utopía como “ingenuidad”. Mucho menos acepta la exacerbada actitud de tildarla de “locura”, como lo hacía la vox populi que les criticaba. De tal manera, para el anarquismo mexicano es inaceptable lo mordaz y extremoso de lo “popular” o cotidiano de la voz del pueblo: “ingenuidad”, “lunaticidad”, “locura” y otros términos por el estilo. En el nivel epistemológico (tercer nivel), la utopía es sueño posible de realizarse, es caminar en corto hacia adelante, en sentido de avance y no sin obstáculos. Rechazando la connotación “negativa” o el lado peyorativo, se afirmaba en 1910:

“¡Utopía!,” gritan los malvados. “Sueño irrealizable”, dicen los […] que tienen miedo a lo desconocido.

Ni utopía ni sueño irrealizable. Cada vez que los progresistas quieren dar un paso adelante, los rezagados, los timoratos, los que necesitan sentir los codos de los demás y los que tienen interés en que no cambien las condiciones sociales y políticas existentes, lanzan ese grito fatídico: ¡Utopía!2

          Ricardo Flores Magón, casualmente, planteó lo que Cerutti ha denominado nivel “cotidiano” u “ordinario” de la utopía y, también, lo epistémico. Considero que Flores Magón hace un esfuerzo teórico pasando de un nivel a otro, conjugándolos. Oscila de un plano a otro y, curiosamente, también podemos apreciar el segundo nivel: el de género literario. Como autor de cuentos3 y piezas de teatro4, en sus obras plasmó manifestaciones de ese segundo nivel. Incluso, llega a concebir su “Ciudad de la Paz”, un lugar imaginario y alternativo a la realidad de ese entonces. ¿Cómo se plasman tales niveles en el magonismo? Se da el puente entre los 3 niveles, primeramente, al definir, justificar y caracterizar a la utopía y al utopista con el objeto de rebasar el nivel cotidiano; luego, se aterriza a la utopía y al utopista, argumentando su innegable papel en la historia de la sociedad en general y en la historia de México en particular (nivel epistémico) para, finalmente, considerar que el ideal utópico plasmado en el nivel del género literario, no es meramente literatura, sino que el imaginario utópico es una crítica alternativa a lo establecido y, simultáneamente, una propuesta con posibilidades de concretización.

          ¿Cómo concibe al utopista? El utopista sería como el idealista (con cualidades morales que lo distinguen: amor a la humanidad, espíritu de sacrificio, rebeldía justificada, honestidad…). Sujeto que distingue y aprehende aspiraciones legítimas del ser humano para el ser humano e intenta concretizarlas. Encarna el ideal o utopía. Es un sembrador de ideales y su realizador.

  1. Utopía, acción y moral

          Para los magonistas, existe una relación entre el ideal y la acción, entre utopía y práctica:

Sin mí, las concepciones del cerebro humano serían unos cuantos fósforos humedecidos en una cerilla mohosa.

Sin mí, el fuego no habría calentado el hogar de los hombres, ni el vapor habría lanzado sobre dos líneas de acero la rápida locomotora.

Sin mí la casa del hombre sería el bosque o la caverna.

Sin mí, la rebeldía de las conciencias sería una nube de humo encerrada en el hueco de una nuez, y las ansias de libertad, los aleteos inútiles de un águila encadenada y presa.

Sin mí, todas las aspiraciones y los ideales rodarían en la mente de los hombres como hojarasca arremolinada por el cierzo.

El Progreso, la Libertad no pueden ser sin mí.

Soy la Acción.5

          En el lenguaje conceptual de Práxedis G. Guerrero, podemos observar algo que también caracteriza al magonismo: libertad de formas de expresión, del uso de distintos lenguajes como puede ser la poesía, metáforas, etc. Considera que sin la práctica la utopía no tiene sentido. La praxis le da sentido al mundo. Pero, si observamos más a fondo, el mismo modelo utópico es guía para la acción, ya que la utopía no es un ideal huérfano de concepto ni huérfana de acción.

          Además, el utopista está perfilado por un tercer aspecto: el moral. Así, utopía-acción-moral juegan un papel fundamental en la historia humana. Moral y utopía resultan inseparables. De tal manera, lo utópico está impregnado de ethos, producto éste sobre todo del sentimiento más humano (para el pensamiento anarquista en general): el amor a la humanidad:

…éllos [Librado Rivera, Manuel Sarabia, Enrique Flores Magón y Anselmo L. Figueroa] no aman a México, aman al mundo, y no es el amor de México el que los inspira, pues no son patriotas, es su ardiente deseo el ver a toda la humanidad libre lo que los hace trabajar en los campos revolucionarios.6

          Así, la filosofía se tornó ideología revolucionaria y por ende, revolución y moral fueron aparejadas en el movimiento magonista. Por supuesto, habrá que hacer hincapié en que si la fraternidad es el fundamento de la utopía, ésta no está constituida sólo por el amor, sino también por un conocimiento que lleva a tomar conciencia de la realidad. De tal modo, conocimiento-acción-sentimiento, son indisolubles en el pensamiento anarquista de la Revolución de 1910.

          Para estos anarquistas se podrá conocer y teorizar, pero no por ello sentir la problemática. No se puede actuar sólo por conocimiento sino también por “amor”, pues es lo que impele o al menos es ingrediente imprescindible. Como bien lo ejemplifica Librado Rivera en una epístola fechada en 1923:

…se me exige obedecer la ley […] ¿por qué he de practicar ciega sumisión a esa ley, despojada de todo humano sentimiento y de toda razón […] Mis sentimientos y mi amor a la humanidad están muy por encima de toda ley…,7

de toda ley producto de un sistema opresivo.

          Las diversas utopías, sean estas religiosas, científicas, sociales, etc., son “necesarias” al ser humano. Las utopías sociales, que son las que buscan una sociedad menos injusta para el bienestar del hombre, son las más plausibles, puesto que han hecho “avanzar” a la humanidad, ya que los hombres concretos se ubican en la posibilidad de desplegar sus potencialidades físicas, intelectuales y espirituales. Por ende, ello sería la base del desenvolvimiento humano en otros aspectos como el arte, la ciencia, la tecnología… Por supuesto que desarrollo material había, pero éste podría ser más potenciado, porque habría más oportunidad para los seres humanos o las oportunidades no estarían tan restringidas. Una sociedad es menos injusta en la medida que abre un abanico de oportunidades para todos. Tal es la convicción: …“para que estando todos con sus necesidades satisfechas y sobre una misma base de igualdad social, política y económica, la ignorancia, el vicio y el crimen queden eliminados.”8 La utopía es un instrumento no sólo crítico, sino también propone soluciones; en la crítica-propuesta, se ubica su coherencia.

  1. El utopista: “Sembrador de ideales”; la utopía: “Simiente-ideal”.

          El utopista es para Ricardo Flores Magón como una especie de labrador. El agricultor pone los granos en la tierra para cosechar nuevos frutos. El utopista es un “sembrador de ideales”. No obstante, entre campesino y utopista hay muchas diferencias, aunque los dos “siembren”. En la comparación hecha entre el sembrador y el “sembrador de ideales” encontramos analogía en sus satisfacciones y angustias; empero, en última instancia, las “torturas” del sembrador de la tierra “nada son comparándolas con las que sufre el sembrador de ideales” y, en lo referente a las satisfacciones, las del utopista son menores en cuanto a sus resultados, pues no siempre “cosecha” lo que siembra y desea. Además, el utopista enfrenta situaciones más difíciles y respuestas ingratas:

La tierra recibe con cariño. El cerebro de las masas humanas rehúsa recibir los ideales que en él pone el sembrador. La mala yerba, las malezas representadas por los ideales viejos, por las preocupaciones, las tradiciones, los prejuicios, han arraigado tanto, han profundizado sus raíces de tal modo y se han entremezclado a tal grado, que no es fácil extirparlas sin resistencia, sin hacer sufrir al paciente. El sembrador de ideales echa el grano; pero las malezas son tan espesas y proyectan sombras tan densas, que la mayor parte de las veces no germina; y si, a pesar de las resistencias, la simiente ideal está dotada de tal vitalidad, de tan vigorosa potencia, que logra hacer salir el brote, crece éste débil, enfermizo, porque todos los jugos los aprovechan las malezas viejas y es por esto por lo que con tanto trabajo logran enraizar las ideas nuevas.

El miedo a lo desconocido entra con mucho en la resistencia que el cerebro de las masas ofrece a los ideales nuevos. La cobardía del rebaño queda perfectamente expresada en la frase que anda en boca de todos los taimados: “Vale más malo por conocido que bueno por conocer.” Son amargos los frutos de las viejas ideas: sin embargo, la imbecilidad […] o cobardía de las masas los prefieren mejor que entregarse al cultivo de nuevos y sanos ideales.

El sembrador de ideales tiene que luchar contra la masa, que es conservadora; contra las instituciones, que son conservadoras igualmente; y solo, en medio del ir y venir del rebaño que no lo entiende, marcha por el mundo no esperando por recompensa más que el bofetón de los estultos, el calabozo de los tiranos y el cadalso en cualquier momento. Pero mientras va sembrando […] el sembrador de ideales va sembrando…9

           La utopía, para cristalizarse, requiere sacrificio y este implica hasta desprecio y miseria, si no es que la muerte misma. El sino del utopista “es la injusticia y sus hermanos han tenido siempre dispuesta para él, desde la noche de los tiempos, la cicuta, la cruz, el destierro, el patíbulo y la ergástula”.10 No obstante la utopía y el utopista no cejan en la historia.

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          Tiempo-espacio y manera de trabajar son diferentes entre el campesino y el utopista: hay que sembrar, aunque el terreno no sea adecuado. No hay noche solaz ni estación apropiada para su siembra. Todas las tierras merecen sus atenciones y trabajos. Sembrar en primavera como en invierno, en el día como en la noche, en todos los climas, “bajo todos los cielos y cualquiera que pueda ser la calidad del cerebro, sin tener en cuenta el tiempo… Lejos y cerca, aquí y allá”…11

          Pero, ¿de esta existencia-desdicha habrá que esperar algo? ¿Tiene sentido la angustia del utopista? Sentido: sí; recompensa: ninguna, a no ser el débil brote de “la simiente-ideal”, de la semilla. Quizá aquí resulte pertinente una pregunta: ¿A qué se debe que “la simiente-ideal” no se desarrolle exuberante? Flores Magón, como se pudo apreciar, metafóricamente lo atribuye a “la mala yerba”, a “las malezas”.      Las malezas están representadas por los “ideales viejos”, las costumbres, los prejuicios, las instituciones, etc., que no es fácil “arrancar” por estar tan enraizados. Incluso, tales raíces se han entrelazado y se vuelven más resistentes y por lo mismo la tarea de “desherbar” o de “desenraizar” la “mala yerba” es todavía más difícil y no sin riesgo de “hacer sufrir al paciente”. Es decir, “desenraizar” la “mala yerba” del cerebro de los hombres es labor pesada y penosa y no sin resistencia.

          ¿Podría decirse que para Ricardo Flores Magón esas malezas son las diversas “ideologías” que hay en la sociedad y esa “mala yerba” es la ideología dominante o “superideología”? Me atrevo a opinar que sí. Contra las ideologías y la “gran ideología” (entendidas aquí como una falsa conciencia de la realidad) tendrá que enfrentarse el “ideal” (“la simiente-ideal” o la “utopía”) o mejor dicho la ideología de la utopía (al asumir ésta una posición), en un medio de antemano desfavorable para su sembrado y luego para su cuidado y finalmente para su cosecha. Y si “la simiente ideal está dotada” de gran “vitalidad”, de “vigorosa potencia” que logra “brotar”, las malezas (actitudes oportunistas, esquiroles, arribismo…) están ahí para aprovechar “los jugos”, las sustancias benéficas, por ello logran enraizar con dificultad “las ideas nuevas”. Este realismo del pensamiento anarquista mexicano lo aleja mucho de rayar en la ingenuidad. Ninguna utopía puede realizarse al 100%. El ideal en su concretización es relativo y no absoluto.

          Esas diversas ideologías (“las malezas”) y esa “gran” ideología (la “mala yerba”) están plasmadas en “las instituciones que son conservadoras”, se manifiestan en “el cerebro de las masas” que se resisten a los nuevos ideales y por eso son “conservadoras” también. Así, la ideología institucionalizada no sólo puede ser falsa conciencia, sino también contiene ideas negativas o nocivas, “mala yerba”, al igual que desde su origen niegan todo cambio oponiéndose a las ideas nuevas. De tal manera, “el sembrador de ideales” tiene que luchar contra la “actitud conservadora” que se da en la sociedad. No le queda otra alternativa más que seguir sembrando… “Aunque el rayo truene en las alturas, en donde residen los árbitros de los destinos humanos”,12 es decir, a pesar de los hombres que están en el poder y de la plutocracia del mundo, que son los que deciden (desde siempre) el destino de la de la humanidad. Esta reflexión adquiere significado sobremanera en el presente milenio, con la llamada globalización, que ha generado un sistema oligopólico y un “senado virtual” (mundial) que define, decide y condiciona a nivel planetario.

          El utopista no detiene su labor: camina hacia “un futuro que mira con los ojos de su mente”… ¿Previsión? Seguramente. La utopía implica una “visión”, un ver más allá. Es de algún modo insertarse en el futuro sin olvidarse del presente. Se trata como de un puente que se tiende para ir de un extremo a otro, del presente al futuro, de la realidad a la consecución de la utopía. El territorio de la utopía, que no es aquí, supone el esfuerzo de modelo de creación de otro mundo. Tal alteridad puede recuperar las virtudes del presente (y las del pasado) y se proyecta en el futuro. Ese otro mundo alternativo representa la imagen crítica del presente, al que pretende corregir debido a lo injusto de su estructura. Por ello el utopista es un “modelador del futuro”… y va en su consecución para concretizarlo, ésta ha sido su tarea desde tiempo inmemorial; el sembrador de ideales siempre ha sido eterno contendiente, constantemente ha tenido una misión de combate y desde siempre “siembra la semilla que hace avanzar a la humanidad, aunque con grandes tropiezos, hacia ese futuro que él ve con los ojos de su mente”.13

          ¿El utopista es como un superhombre para el magonismo? No. Sencillamente es la conciencia de la época, producto de la circunstancia, si lo vemos desde la óptica de Ortega y Gasset, pero que busca trascender esa circunstancialidad. Estriba su mérito en que aprehende y aprende la realidad y la trasciende al encarnar la utopía. Concientiza, indica el camino adecuado para que la humanidad transite por él. Así, el papel del utopista en la historia ha sido crucial. Al encarnar la utopía, ésta es válida, por así decir, para su tiempo y puede desgastarse o volverse inoperante y hasta tornarse antiutopía (“ideal viejo”) que está operante en la sociedad.

          ¿El utopista es un líder? El utopista va más lejos que lo que el sentido común concibe como líder o adalid. El utopista simplemente indica los derroteros y trabaja. Es a los pueblos a quienes corresponde redimirse, al individuo concreto emanciparse y desalienarse, puesto que el adalid o líder puede transformarse y/o corromperse. El utopista es un hombre de obra, no hombre de institución gubernamental ni de poder. Tal sería la gran diferencia entre el líder común y el utopista. De ahí que Ricardo Flores Magón haya rechazado la Vicepresidencia de la República que le ofreció Francisco I. Madero, a lo cual respondió contundente: “yo no quiero ser tirano”.14

Para seguir leyendo pueden descargar el texto: La utopía y el utopista en el anarco. Dr. Ignacio Ortiz Castro.

* Ignacio Ortiz Castro. Licenciado y maestro en Filosofía, así como doctor en Estudios Latinoamericanos en el área de Filosofía e Historia de las Ideas en Latinoamérica, por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Actualmente es Profesor-Investigador de Tiempo Completo de la Universidad Tecnológica de la Mixteca, Oaxaca. Fundador y director de la revista: Tu’un Savi. Palabra de la Lluvia… Historia y cultura de la Nación Mixteca. Autor de los libros: Acercamiento a la filosofía y ética del mundo mixteco (2006) y Entre el idilio y la nación: Atonaltzin y Xochiquetzal. Leyenda mixteco-chocholteca (2006). Coeditor de seis libros en torno a la cultura mixteca, publicados por la UTM, productos de su participación como miembro coordinador del evento anual: Semana de la Cultura Mixteca: Presencias de la cultura mixteca (2002); La tierra del sol y de la lluvia. Personajes e instituciones del pueblo mixteco (2004); Pasado y presente de la cultura mixteca (2005), Ñuu Savi. La patria mixteca (2006) y Raíces mixtecas (2007).

1 Para estas distinciones véase de Horacio Cerutti Gulberg: “Utopía y América Latina”, 500 años después. La utopía en América, número 3, 1991, pp. 23-34. Presagio y tópica del descubrimiento, 156 pp. Ucronía, utopía (Nunquama, Nusquama), Ponencia en el VI Congreso Nacional de Filosofía. 9 pp.

             Un tema estudiado por el Dr. Cerutti es el de la utopía y la manera cómo esta se ha proyectado en el pensar nuestroamericano. Motivado por sus clases y seminarios hace varios años en la FFyL de la UNAM, me llamó la atención indagar dicho tema dentro de la filosofía anarquista, sobremanera del anarco-comunismo en la vertiente del floresmagonismo (mejor dicho: anarco-comunalismo, por el influjo de la “visión de comunalidad” en el México del sur y en especial de La Mixteca y Oaxaca).

2 Ricardo Flores Magón, “¿Es una utopía?”, Ricardo Flores Magón. Artículos políticos 1910, p. 36.

3 Ricardo Flores Magón, Ricardo Flores Magón. ¿Para qué sirve la autoridad? y otros cuentos.

4 Ricardo Flores Magón, Ricardo Flores Magón. Obras de teatro. Tierra y libertad y Verdugos y víctimas.

5 Práxedis G. Guerrero, “Soy la acción”, Práxedis G. Guerrero. Artículos de combate, p. 103.

6 Antonio de Araujo P., “A libertar a los mártires de Mc’niel Island”, Ricardo Flores Magón. Artículos políticos 1912, p. 152.

7 Librado Rivera, “A Nicolás T. Bernal”, Librado Rivera ¡Viva Tierra y Libertad!, p. 47.

8 Enrique Flores Magón, “Discurso”, Enrique Flores Magón. Frente al enemigo, p. 27.

9 RFM, “Sembrando”, Ricardo Flores Magón. Artículos políticos 1910, p. 67. Negritas mías.

10 Ricardo Flores Magón, “Carta a Ellen White”, Ricardo Flores Magón. Su vida, su obra y 42 cartas escritas en inglés durante los dos últimos años de su prisión y su vida, p, 145.

11 Ricardo Flores Magón, “Carta a Irene Benton”, Ricardo Flores Magón. Antología, p. 126.

12 Idem.

13 Idem.

14 Ricardo Flores Magón, “Yo no quiero ser tirano”, Ricardo Flores Magón. Artículos políticos 1911, p. 30.

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