En su texto[1], Zambrano se refiere a la poesía y la historia unidas por la anulación, en el plano de lo cognoscible, que el pensamiento, el riguroso pensamiento filosófico tradicional hizo, “reservándose para sí la realidad íntegra, para sustituirla en seguida por otra realidad, segura, ideal, estable y hecha a la medida del intelecto humano[2]”. Por ello, el propósito de la filosofa será recuperar la vida del exceso de racionalismo. Pero, ¿a qué se refiere con racionalismo y su exceso?
En Latinoamérica hemos heredado, adquirido y asimilado una forma de hacer filosofía que viene de la tradición eurocentrista. El problema no es que esté presente esta añeja tradición, pues ha sido fruto y constitución de un modo de vida, la cuestión que aquí resulta inquietante es que, al momento de trasladar todos los saberes que conquistaron a América, hay una fragmentación, pues de ninguna manera pueden ser lo que para el mundo greco-europeo han sido. Por ello la necesidad de pensar sobre el pensar filosófico ha sido de vital importancia. La crítica que construye Zambrano pone en ejercicio reflexiones sobre lo que ha desembocado ese quehacer racionalista, al menos, en la circunstancia mexicana. Vislumbro, sin más, algunas cuestiones que resultan problemáticas en lo que atañe a la filosofía en su acepción sistemática.