La filosofía-arquetipo y el filosofar de nuestros pueblos

Por Juan Carlos García
zero.aprl@gmail.com
Para ellos, nuestras historias son mitos,
nuestras doctrinas son leyendas,
nuestra ciencia es magia,
nuestras creencias son supersticiones,
nuestro arte es artesanía,
nuestros juegos, danzas y vestidos son folklore,
nuestro gobierno es anarquía,
nuestra lengua es dialecto,
nuestro amor es pecado y bajeza,
nuestro andar es arrastrarse,
nuestro tamaño es pequeño,
nuestro físico es feo,
nuestro modo es incomprensible.
Subcomandante Insurgente Marcos
Nosotros sabemos
a quien se debe la vida,
a quien se debe el nacer,
a quien se debe el ser engendrado,
a quien se debe el crecer,
cómo hay que invocar,
cómo hay que rogar.
Sabios nahuas. El coloquio de los doce
 
La historia de nuestra América es la historia de la opresión, de la humillación y de la negación constante de nuestro ser. A través del régimen colonial, la Europa expansionista instauró un arquetipo de racionalidad mediante el que determinaba la humanidad de los demás seres a los que se enfrentaba. Dado que los nativos de las falsamente llamadas “tierras descubiertas” no se asemejaban al arquetipo, entonces no merecían llamarse humanos y con ello quedaba justificado el mal trato al que eran sometidos.
En la historia de la filosofía mexicana, la discusión en torno a la humanidad y a la capacidad racional de nuestra cultura y de nuestros pueblos ha tenido un lugar preponderante: en el siglo XVI vemos a un aguerrido Bartolomé de Las Casas tratando de mostrar la humanidad de los indios frente al erudito Ginés de Sepúlveda[1](aunque mostrar la humanidad consistiera en asemejarse al comportamiento moral cristiano occidental); en el siglo XVIII vemos a un Francisco Javier Clavijero disputando la racionalidad del americano frente a europeos como Cornelius de Pauw y Buffon[2]; apenas el siglo pasado veíamos que filósofos latinoamericanos de la talla de Leopoldo Zea o Augusto Salazar Bondy, discutían si era posible una filosofía americana, es decir, si los americanos tenían suficiente capacidad racional como para poder llevar a cabo un ejercicio de análisis y reflexión[3].
Leon-PortillaA mediados del siglo pasado Miguel León Portilla presentaba su tesis de doctorado titulada La filosofía náhuatl. Estudiada en sus fuentes, en esta obra se preguntaba si hubo entre los nahuas un saber filosófico. El interés en realizarla tenía toda la justificación puesto que en ese entonces no se encontraba un estudio serio y comprometido que abordara filosóficamente el conocimiento de nuestra cultura mesoamericana. No está de más mencionar que la pretensión de llevar a cabo dichas investigaciones le costó a Portilla la burla constante y la conmiseración de los “doctos” en la filosofía occidental, como si la búsqueda y la afirmación de nuestra propia cultura fuera algo negado, prohibido o inexistente. Después de la constante búsqueda de afirmación por parte de los americanos, el sistema colonial aceptó, a manera de concesión y como si fuera un regalo, su racionalidad y su capacidad de organización política, no obstante la negación continúa a través de la academia, así Josef Estermann observa que ésta se muestra en la “negativa académica de reconocer la existencia de una auténtica filosofía no occidental. A pesar de que el (neo-) liberalismo y la ‘tolerancia posmoderna’ aplauden la rica tradición mítica, religiosa y cultural de los pueblos indígenas de América Latina, sin embargo siguen insistiendo en la ‘universalidad’ a priori de la filosofía occidental como el único paradigma que merece este título.”[4] ¿Qué es lo filosófico?, ¿qué no lo es? La pregunta surge al constatar que hay expresiones del pensamiento que las facultades o colegios de filosofía no aceptan como filosóficos, razón por la cual se refieren a dichas expresiones como “pensamiento”, “etno-filosofía”, “cosmovisión”, “pensamiento mítico” o “pseudo-filosofía”. Lo que la modernidad occidental ha denominado como filosofía tiene ciertos rasgos: racionalidad lógica, metodología sistemática, actitud antimitológica, cientificidad, individualidad del sujeto, etc. El problema no es tener múltiples definiciones de lo que es la filosofía, pues bien sabemos que cada filósofo tiene una concepción respecto de lo que ésta es; el problema es que Occidente marca la pauta, los estatutos y los límites sobre lo que es y lo que debería ser la filosofía. De ahí que toda concepción distinta del arquetipo no pueda llamarse “filosofía”. Esta es la razón de que las expresiones “filosóficas” no griegas, o mejor dicho no occidentales, tengan que demostrar su pureza, su ‘filosoficidad’ a la medida del arquetipo griego occidental.[5]
No nos sorprenda entonces que haya quien considere que la filosofía fue traída a nuestros pueblos por los europeos conquistadores, o que lo que hicieron los mayas, los quechuas, los aimaras o los nahuas es “pensamiento mítico” y no filosofía. No nos sorprenda quien diga que dejemos de hacer filosofía “folklórica”. Todo este tipo de prejuicios son producto de criterios que consideran que “en América Latina (pero también en África y Asia) no puede (a priori) haber existido una ‘filosofía’ hasta el momento en que la filosofía occidental (que se concibe como la única ‘estricta’) pisara tierra en estas partes ‘bárbaras’ del globo terráqueo.”[6]
No hemos entendido que el filosofar de nuestros pueblos no tiene las mismas características que el filosofar occidental, en nuestro filosofar se muestra la importancia de la tradición oral, de la imaginación, de la poesía, de la vivencia, de la comunión con la naturaleza, de la comunidad por encima de la individualidad, etc. Podemos quedarnos con lo que Occidente dicta, resignarnos y dar por descontado que nuestros pueblos originarios no tienen filosofía, no obstante autores como Miguel León Portilla, Carlos Lenkersdorf o Josef Estermann han hecho un trabajo magistral, han nadado contracorriente y nos han marcado el camino de la investigación en torno a nuestras filosofías.
Carlos LenkerdorffSi queremos hacer una reapropiación cultural y filosófica, tenemos que empezar a cuestionar los cánones, rechazarlos, denunciar la visión tan restringida, inoperante, dogmática y errónea de la filosofía occidental. Tenemos que dejar de discutir si nuestros pueblos tienen su propia filosofía, no podemos seguir guiándonos por el canon occidental, no podemos seguir dudando de la capacidad que tuvieron nuestros antepasados, no podemos seguir regresando a las mismas preguntas trilladas de siempre, éstas lo único que provocan es el retraso en la investigación sobre nuestra filosofía. Tampoco se trata de quedarnos sólo en la denuncia y ya, es necesario investigar, leer, historiar, documentarse, ir a las fuentes, generar grupos interdisciplinarios. ¿Y esto cuando será? Cuando seamos capaces de reconocer la riqueza y el potencial de nuestro propio pensamiento, cuando tengamos la suficiente disposición de romper con el absurdo colonialismo del pensar y del filosofar.
¿De qué nos sirven a nosotros obras como la de León Portilla, Carlos Lenkersdorf o Josef Estermann? es decir, ¿Por qué insistir en una filosofía náhuatl, aymara, andina, quechua o tojolabal? Porque la insistencia en el filosofar de nuestros pueblos originarios es la insistencia en nuestro potencial humano y esto tiene implicaciones eminentemente sociales. Reconocer la capacidad de un pensamiento y un filosofar propio de nuestros pueblos originarios nos lleva necesariamente a reconsiderar el modo en el que nos hemos estado relacionando con ellos y desde luego nos obliga a respetarlos y valorarlos, a respetarnos y valorarnos. Y este respeto no es una especie de conmiseración museística típica del pensar occidental sino el reconocimiento de que, como sugiere Bonfil Batalla en México Profundo, partimos y somos herederos de una civilización que ha sido sistemáticamente negada. Se trata de comprometernos por el rescate, la preservación y la defensa de nichos ecológicos y culturales como Wirikuta, la Sierra Tarahumara, Cherán o muchos otros lugares amenazados por empresas transnacionales a las que no les interesa un mínimo la historia forjada en lucha y sangre de nuestros pueblos.
Tenemos, pues, que dar por hecho que hay una reflexión filosófica, una cosmovisión, un modo de sentir y una cultura en nuestros pueblos originarios que no se parece y que no tiene por qué parecerse a las nociones occidentales sobre lo filosófico, lo cultural o lo moral. Concluimos con Estermann que “La cuestión de ‘filosofías no-occidentales’ en América Latina ya no es un simple asunto académico, sino tiene que ver con el proceso de liberación y con la reivindicación de lo propio, después de una historia de ‘colonización cultural’ de prácticamente quinientos años.”[7]
Bibliografía básica y complementaria:
Bonfil Batalla, Guillermo. México profundo. Una civilización negada. México: Grijalbo, 1987
Casas, Bartolomé de las. Apología en Obras Completas, Tomo IX. Edición de Ángel Losada. España: Alianza Editorial, 1988
Clavijero, Francisco Javier. Historia antigua de México. Prólogo de Mariano Cuevas. Quinta edición. México: editorial Porrúa, 1976.
Estermann, Josef. Filosofía andina. Sabiduría indígena para un mundo nuevo. Segunda edición. La Paz, Bolivia: Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología, 2006.
Lenkersdorf, Carlos. Filosofar en clave tojolabal. México: Grupo editorial Miguel Ángel Porrúa, 2002.
León Portilla, Miguel. La filosofía náhuatl. Estudiada en sus fuentes. Prólogo de Ángel María Garibay. Décima edición. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2006.
Zea, Leopoldo. La filosofía americana como filosofía sin más. Décimo novena edición. México: siglo veintiuno editores, 2003.

[1] Para ahondar más en el tema consúltese: Casas, Bartolomé de las. Apología en Obras Completas, Tomo IX. Edición de Ángel Losada. España: Alianza Editorial, 1988.

[2] Al respecto véase: Clavijero, Francisco Javier. Historia antigua de México. Prólogo de Mariano Cuevas. Quinta edición. México: editorial Porrúa, 1976.

[3] Para informarse del tema véase: Zea, Leopoldo. La filosofía americana como filosofía sin más. Décimo novena edición. México: siglo veintiuno editores, 2003.

[4] Estermann, Josef. Filosofía andina. Sabiduría indígena para un mundo nuevo. Segunda edición. La Paz, Bolivia: Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología, 2006. p. 10

[5] Ibid p 18-19

[6] Ibid p 23

[7] Estermann. Op Cit. p. 18

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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Felicidades, excelentes palabras. Reciba un saludo Dr. Juan Carlos García. Estaré al pendiente, de más trabajo suyo.

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