RESEÑA
Alberto Saladino García. Reivindicar la memoria. Epistemología y metodología sobre la historia de la filosofía en América Latina. UAEMéx, UNAM, Toluca, 2012, pp. 205.
Por Héctor Eduardo Luna
El eximio filósofo cubano, Pablo Guadarrama González afirma que «hay libros que son necesarios desde antes de ser escritos», y lo dice así de Reivindicar la memoria, el más reciente libro de Alberto Saladino García, publicado conjuntamente por la Universidad Autónoma del Estado de México y la Universidad Nacional Autónoma de México. Cuando uno recorre sus páginas y termina de leerlo sabe que esa es la frase indicada.
La filosofía en Nuestra América ha transitado por caminos y linderos diversos, según las motivaciones propias de los pensadores; las circunstancias que se les revelan con urgencia; la fundación de las universidades; la enseñanza filosófica en las mismas; la creación de centros de investigación y con ello la profesionalización de la filosofía, etcétera. La tarea del historiador de la filosofía mexicana y latinoamericana es dar cuenta de esos procesos, del andar de nuestra filosofía por esos espacios de reflexión, y sobre todo, señalar los planteamientos epistemológicos que la sustentan y la metodología que necesariamente tiene y la respalda.
Es preciso señalar que, por una parte, tanto la fundamentación epistemológica como el método de la filosofía, no son necesariamente atendidos por sus protagonistas, en el sentido de que no son completamente explicitados, de tal modo que se pueda hablar de una «conciencia» sobre los fundamentos de su labor reflexiva. Lo cual, por otra parte, tampoco es un error imperdonable ni muestra de que en nuestra región no se haga filosofía de calidad.
Alberto Saladino señala que la reflexión filosófica en nuestras tierras no siempre conlleva la clarificación de los fundamentos que cada filosofía contiene, ni se ha dado una sistematización de los métodos porque la labor resulta, a veces ominosa, y a veces de importancia lateral para los pensadores, quienes se ocupan más de expresar su filosofía que de señalar los presupuestos teóricos de la misma.
Si bien, esto no ha impedido que la producción filosófica de Nuestra América exista desde los primeros pueblos mesoamericanos previos a la conquista de Europa, ni ha impedido tampoco que persista a lo largo de los siglos hasta nuestros días, sí constituye un vacío en el estudio de la filosofía latinoamericana. Por ello, Saladino García se plantea reivindicar la memoria filosófica basándose en el estudio de «las fuentes de la génesis de la edificación de la razón latinoamericana con el propósito de aportar elementos para enfrentar el colonialismo intelectual»[1].
En su recorrido, Saladino se impone la necesidad de pasar revista a una multitud de obras de historiografía de la filosofía, donde va revelando sus criterios epistemológicos, su fundamentación histórica y la metodología contenida en cada obra. Además de que, por si fuera poco, nos da una abundantísima relación de obras sobre filosofía escritas en México y América Latina.
Su acucioso trabajo está dividido en tres capítulos: I. Inventario de la historia de la filosofía en América Latina, II. Epistemología sobre la historiografía de la historia de la filosofía latinoamericana y III. Metodologías latinoamericanas en el quehacer histórico de la filosofía.
I. En el primer capítulo, Saladino García nos plantea la necesidad de contar con el conocimiento de las obras de historia de la filosofía escritas en nuestra región como una necesidad motora que permite no sólo la memoria histórica, sino el desarrollo mismo de la filosofía latinoamericana, por lo que coincide con Mauricio Beuchot, quien afirma:
En filosofía, para hacer avanzar el conocimiento, es indispensable basarnos en su historia… La historiografía filosófica cumple un papel de diálogo con los pensadores del pasado… Nuevamente se vivifican y la discusión del pasado se vuelve presente, con una actualidad insospechada.»[2]
Por ello, Saladino nos ofrece su inventario de la historia de la filosofía en Latinoamérica como un legado que es necesario conocer para saber qué se ha hecho, pero también para aprovecharlo, estudiarlo, extraer sus fundamentos teóricos y aprender de manera dialógica lo que de bueno han presentado los esfuerzos por narrar la historia de la filosofía de Nuestra América. Así, da una cuantiosa lista de obras que van desde las historias de la filosofía occidental escritas por latinoamericanos hasta las obras sobre filosofía latinoamericana de la pluma de propios y extranjeros, divididas en historias regionales de filosofía e historias de filosofía nacionales. Nos da relación, pues, de las producciones en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela.
Esta recopilación, como el mismo Saladino afirmaba con gracia el pasado mes de abril en la Facultad de Filosofía y Letras en la presentación de su libro, como parte de las actividades del Seminario Permanente de Filosofía Mexicana, «nos ahorra horas de estudio e investigación en bibliotecas e internet». Y tiene razón, pues la relación que nos presenta es exhaustiva e interesantísima, ya que retoma las obras que sobre historia de la filosofía latinoamericana se comenzaron a escribir desde finales del siglo XIX, hasta nuestros días.
II. En el segundo capítulo, Alberto Saladino caracteriza la labor historiográfica latinoamericana, sin dejar de mencionar la peculiaridad de su enfoque, que se diferencia del enfoque occidental hegeliano. Señala que los filósofos latinoamericanos han tenido que hacer una crítica a dicho enfoque pues resulta insuficiente al restringir «el objeto de la historia de la filosofía a la exposición de los contenidos de los sistemas filosóficos»[3]. Mientras que los latinoamericanos demandan una perspectiva que permita historiar un pensar «situado», contextual, que se complementa en su relación con la situación concreta del tiempo y lugar de los filósofos.
En este capítulo se señala también la interesante relación que filósofos como José Gaos consideran intrínseca entre la historiografía de la filosofía y la filosofía de la historia, pues al narrar un hecho filosófico se está haciendo también una valoración y reflexión de la historia.
Además, Saladino revisa con detenimiento la pluralidad de perspectivas que existen a la hora de historiar la filosofía latinoamericana, desde las discusiones por el objeto de estudio, pasando por la periodización de la filosofía, el sujeto constructor de la misma y los obstáculos que subyacen a la labor de recopilación de datos y de material necesario para las narraciones históricas.
III. En el tercer capítulo, nuestro autor hace un esfuerzo altamente valioso, pues se dedica a desentrañar las metodologías que subyacen a algunas de las obras fundamentales de nuestra historia de la filosofía y en las que pocas veces se repara. La falta de sistematización de los métodos empleados por nuestros filósofos es una de las necesidades vitales para nuestro quehacer, pues como lo comprenden Saladino y otros estudiosos del área, si no contamos con dicha labor clarificadora de procedimientos, la misma tarea historiográfica se vuelve imposible en nuestros días.
Los empeños de Saladino García abonan, además, a la recurrente preocupación por la profesionalización de la filosofía y su consolidación como una actividad rigurosa, seria y de calidad, capaz de tener conciencia sobre sí misma, de sus fundamentos y sus diversas formas de desarrollarse. Por lo que con su libro nos regala una parte sumamente valiosa para quienes nos dedicamos a la filosofía latinoamericana.
Algunos métodos que quedan explicados en esta parte del libro son: el biográfico, del que señala como máxima representante a Carmen Rovira; el internalista, en el que cuenta a Laura Benítez; el externalista, donde coloca a Lombardo Toledano; el de la historia de las ideas, con Leopoldo Zea a la cabeza; el de la historia intelectual, promovido en fechas recientes por Guillermo Hurtado; entre otros, sin olvidarse de los múltiples enfoques, entre los que destacan el de la hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot, o el de la analéctica, representada de manera importante por Enrique Dussel, donde se lanza una crítica frontal al eurocentrismo.
De este modo, Alberto Saladino nos ofrece una obra amplia, bien documentada, extensa en referencias a otras obras y ejemplos de las aportaciones a la historiografía de la filosofía latinoamericana, así como reflexiones valiosas y pertinentes, por necesarias, para la consolidación de nuestra filosofía. Su esfuerzo es digno de reconocerse, pues contribuye de manera exhaustiva dándonos herramientas para la comprensión y reflexión de este tema que nos debería ocupar a todos quienes de alguna forma nos dedicamos la investigación, enseñanza, producción o difusión de la filosofía.
Finalmente, la labor de Saladino García goza de gran mérito, pues contribuye de manera importante a la construcción de nuestra tradición filosófica latinoamericana, a su consolidación y a encarar el reto de concretar historias de la filosofía mundial en donde se incorporen los esfuerzos de los latinoamericanos por dar a conocer nuestro pasado intelectual y filosófico.
Contacto: hell89@live.com.mx
Follow @hell_89[1] Alberto Saladino. Reivindicar la memoria. Epistemología y metodología sobre la historia de la filosofía en América Latina. UAMéx; UNAM, 2012, p. 24.
[2] Mauricio Beuchot Puente en Ibid, p. 31.
[3] Ibid., p. 88.
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