Ejemplos de este ataque lo podemos encontrar en diversas partes del mundo pero en nuestro país tuvimos una muestra fehaciente de él: la desaparición, de un plumazo, del Área de humanidades y de las materias filosóficas del plan de estudios de la Educación Media Superior a través de la “Reforma Integral de Educación Media Superior” (RIEMS) iniciada por el gobierno en 2008 con el propósito de que ese nivel de estudios se cumpliera con los requerimientos de la llamada globalización (la verdad es que tras este concepto están las exigencias de los grandes países tecnificados a través de la OCDE). Este hecho debe ser evaluado en toda su trascendencia porque, la eliminación de las disciplinas filosóficas de ese nivel tenía una doble consecuencia: por un lado, privar a los estudiantes de las únicas asignaturas que pueden darles armas para desarrollar un pensamiento reflexivo y crítico tanto sobre el mundo en que viven como sobre sí mismos pero también, dejar a los egresados de nuestras Escuelas y Facultades de Filosofía y Letras, sin su fuente de trabajo más importante. Afortunadamente, ese ataque pudo ser detenido por las Asociaciones que se unieron para integrar el “Observatorio Filosófico de México” (véase: www.ofm.com.mx), sin embargo, en la medida en que el gobierno continúe con la RIEMS, quedan pendientes una serie de temas importantes y, desde luego, la tarea de revertir las enormes deformaciones que se produjeron en todo el país y que siguen hasta hoy[1].
Pero el asunto no se queda allí. A mi juicio, deberíamos abordar, desde la perspectiva filosófica los grandes problemas de nuestra sociedad en dos sentidos: diacrónico, desde el pensamiento indígena hasta nuestros días, como se ha venido haciendo por algunos grupos de trabajo, mediante el cual buscamos rescatar a nuestros pensadores pero también sincrónico, analizando problemas que afectan seriamente a nuestra comunidad y apuntando soluciones porque la filosofía no sólo plantea preguntas sino también soluciones. Un ejemplo de ello sería reflexionar, desde una filosofía moral y política sobre la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la violencia, las relaciones entre géneros, la corrupción, el laicismo, el combate al dogmatismo, los derechos humanos, la naturaleza de la religión, la contaminación del medio ambiente, los transgénicos, la clonación, el aborto, la muerte asistida, el suicidio, el sentido de la existencia, la justicia y la injusticia, etcétera. Pero también hay problemas ontológicos, gnoseológicos, estéticos, de filosofía de la historia, de filosofía latinoamericana y de todas las disciplinas pensadas en una interrelación dialéctica entre lo particular, lo singular y lo universal. Vivimos en una sociedad en donde la democracia es una burla; en una sociedad autoritaria en donde el razonamiento no es lo común sino la ideología de la subordinación. Vivimos en una sociedad en donde la pobreza nos conmueve a cada instante; una sociedad fragmentada que sigue discriminando a los pobladores originarios. Lo que me pregunto es ¿estos temas se abordan en la academia? Y si no se hace ¿no deberíamos analizarlos y proponerlos a la sociedad en su conjunto? Mi respuesta es que aquí hay un camino para que la gente empiece a identificarse con la perspectiva filosófica.
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