Por Emilio Rabasa Gamboa*
Es el título de la reciente publicación del mexicano Guillermo Hurtado, doctor en Filosofía por la Universidad de Oxford y director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM. Este librito (81 páginas, 1/4 del tamaño carta, editado por la UNAM y Siglo XXI) es breve, pero sustancioso.
Con este texto el autor se ubica dentro de la tradición de Antonio Caso, José Vasconcelos, Samuel Ramos, Edmundo O’Gorman, Leopoldo Zea, Luis Villoro y Abelardo Villegas, quienes analizaron el acontecer nacional desde la óptica de la filosofía, pero Hurtado se separa de ella, ya que no pretende hacer psicologismo colectivo u ontologismo. «Pero mi finalidad no se limita -afirma- a que los mexicanos conozcamos mejor nuestra realidad. Lo que busco es que ese conocimiento adquirido nos ayude, por poco que sea, a transformarla para bien». Los filósofos se han dedicado a describir el mundo cuando lo que hay que hacer es cambiarlo, dijo Marx.
Hurtado considera que los tres problemas que nos agobian son el estancamiento económico, la violencia criminal y el fracaso de la democracia. Subraya que la razón por la cual México se encuentra sin sentido es que «hemos perdido el sentido de nuestra existencia colectiva», ya que «somos presentistas, es decir, estamos atorados en el presente como náufragos que han perdido el contacto con su pasado y que no tienen visión alguna de su futuro».
La solución que propone: impulsar la transición de la democracia electoral a la democracia ciudadana, y transformar a la democracia «desde la democracia misma», mediante un cambio en nuestra forma de vida con una reforma moral. ¿Cuál es su receta filosófica?
Son varios sus componentes, pero destaca sobre todo la educación, escolarizada o no, a fin de formar a los jóvenes en los valores, la teoría y práctica de la democracia. «La filosofía debe ser una obrera de la democracia», señala.
Anteayer quedó plenamente demostrada la razón que le asiste, cuando en el Parlamento Infantil de la Asamblea del DF, la presidenta de la Comisión, nada menos que de ¡Educación y Cultura! diputada perredista Edith Ruiz Mendicuti, corrompió a estudiantes de sexto de primaria, enseñándoles una de las prácticas más antidemocráticas que padecemos en el Poder Legislativo federal y local: interrumpir una sesión para reventarla tomando la tribuna.
Flagrante contradicción. Asisten los jóvenes a la Asamblea del DF a que les entrenen en prácticas propias de un espacio democrático, como es un parlamento, y les enseñan ¡todo lo contrario! Y todavía se indigna la señora diputada por la presencia de los medios y los insulta con su lenguaje florido. ¿Con esa membresía pretende el PRD ganar la Presidencia en 2012? No creo que los padres de familia dieran su voto a un partido que inculca en sus hijos la violencia parlamentaria antidemocrática.
Hurtado se quedó corto en su propuesta sobre lo que la filosofía puede y debe hacer para transformar a México y sacarlo del atolladero en que se encuentra.
Fue precisamente otro filósofo, pero del Derecho, Hans Kelsen, quien en su texto Forma de Estado y Filosofía, demostró lo que interesa al doctor Hurtado: la íntima conexión entre los problemas políticos y filosóficos. Dice Kelsen: «la médula de todo razonamiento ético-político es la relación entre el sujeto y el objeto del poder, del mismo modo que el sentido de toda especulación epistemológica es la relación entre el sujeto y el objeto del conocimiento». Y concluye afirmando la profunda analogía que existe entre la relación de poder como objeto de la política y «la manera en que, en el ámbito del conocimiento, el sujeto se apodera del objeto, o, a la inversa, cómo éste determina al primero».
En una democracia el sujeto y objeto de poder son los mismos: los ciudadanos, quienes mandan y también obedecen al mandato que ellos mismos se confieren. En una autocracia o dictadura, como la que pregona la diputada Ruiz Mendecutti, el sujeto y el objeto son distintos, el sujeto es el gobernante-dictador y el objeto el pueblo sometido como súbdito.
En un país como México, en proceso todavía de consolidación democrática, la filosofía tiene mucho que decir para contribuir a ese objetivo, y no sólo en la educación, sino también en desenmascarar y denunciar a los enclaves autoritarios que todavía persisten, dentro y fuera de los partidos políticos, como los liderazgos sindicales, o bien las nuevas amenazas a la naciente democracia de poderes fácticos, que buscan monopolizar los mercados, cuando la democracia presupone la libre competencia. En general, la filosofía política ha de tomar posición frente a las carencias y agravios que aquejan a la sociedad mexicana, sean resultado de las políticas públicas, la falta de ellas o de agentes privados.
Por lo demás, es de celebrar, y más en un día como hoy, que con Guillermo Hurtado la filosofía haya retomado una de sus mejores tradiciones: ocuparse de lo que está sucediendo a México.
* Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
Fuente: El Siglo de Durango
Quisiera saber cómo consigo la publicación México sin Sentido