Una reflexión en torno al Discurso Inaugural de la Universidad Nacional de México de Justo Sierra a 101 años de distancia
Por Héctor Eduardo Luna López
Hace 101 años, en su afamado discurso de inauguración de la Universidad Nacional de México, pronunciado el 22 de septiembre de 1910, Justo Sierra logra concretar los principios que debían regir a la vida universitaria, a sus estudiantes y profesores.
La Universidad no será para Sierra un lugar donde confluyan conocimientos estériles, tampoco los estudiantes serán receptáculos ni los profesores predicadores. La Universidad será el motor intelectual, científico y político del país, porque se proyecta como el semillero de los líderes que habrán de dirigir la nación, mismos que guiados por principios como los de libertad y democracia, sabrán atender al llamado de un pueblo hambriento y sufriente, al llamado de la necesidad de progreso que la patria aclama y comenzar así el siglo XX con una visión educativa digna de una nación avanzada e inteligente.
La fundación de la Universidad representa para Justo Sierra los avances para un México moderno que enumero a continuación:
a) Un quiebre con el pasado educativo de la nación: el fin de la educación religiosa y la libertad de cátedra en lo científico y filosófico. Sierra critica a la Real y Pontificia Universidad de México, fundada en el siglo XVI, pues la considera ya para el siglo XX un lastre y una institución en decadencia que impide el avance de las ciencias físicas y biológicas lo mismo que el pensamiento crítico de la filosofía. Para Sierra, la investigación científica es un área importantísima para las naciones, lo mismo que dejar atrás la postura “contemplativa” de los estudios y los estudiantes en las aulas:
“Cuando el joven sea hombre, es preciso que la Universidad o lo lance a la lucha por la existencia en un campo social superior, o lo levante a las excelsitudes de la investigación científica; pero sin olvidar nunca que toda contemplación debe ser el preámbulo de la acción”
b) Hay en Sierra una indisoluble preocupación y compromiso de la Universidad con la sociedad en donde se erige. Porque la Universidad como un proyecto de nación debe corresponder a los problemas que en ella se generan y ofrecer soluciones para el progreso de la misma. Al respecto es ilustrativa la siguiente cita:
“Nosotros no queremos que en el templo que se erige hoy se adore una Atena sin ojos para la humanidad y sin corazón para el pueblo, dentro de sus contornos de mármol blanco: queremos que aquí vengan las selecciones mexicanas en teorías incesantes para adorar a Atena promakos, a la ciencia que defiende a la patria.”
c) Sierra no duda en llevar a cabo una férrea defensa de la filosofía como un elemento fundamental en la formación de los hombres. La filosofía sirve tanto a los intelectuales como a los científicos, así como a los ciudadanos en la participación política, porque la filosofía se revela como una luz esclarecedora de tinieblas y conflictos. Dice Sierra:
“Una figura de implorante vaga hace tiempo en derredor de los templa serena de nuestra enseñanza oficial: la filosofía; nada más respetable ni más bello… sirve de conductora al pensamiento humano, ciego a veces… esa implorante es la filosofía, una imagen trágica que conduce a Edipo, el que ve por los ojos de su hija lo único que vale la pena de verse en este mundo, lo que no acaba, lo que es eterno”
Así, considerando la situación de crisis nacional en que nos hallamos, donde el crecimiento económico es insignificante; la educación decadente (véanse los resultados de la prueba Enlace de este año); donde la violencia extrema rige la vida de varios estados de la república y donde la SEP vía RIEMS trata de eliminar a la filosofía del sistema educacativo, vale la pena preguntarnos, ¿qué de esos ideales de Justo Sierra quedan hoy en los políticos actuales? ¿cuántos de los personajes que nos gobiernan hoy conocen su discurso, cuántos, más aún, confían y valoran en la Universidad y la educación en general, aquella institución fundamental para el progreso de la nación?
Entre los ideales de Justo Sierra y su fe, cierta, en la Universidad, y el desempeño de nuestros gobernantes actuales, hay una distancia enorme, infinita. Hubo un tiempo en el que había personajes inteligentes a la cabeza de las instituciones claves para el país como lo fue el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes en tiempos de Sierra o lo que hoy conocemos como Secretaría de Educación Pública en tiempos de Elba Esther Gordillo.
Hoy, la investigación científica es despreciada (véase el presupuesto que otorga el Estado a ciencia y tecnología este año); la existencia de las humanidades y la filosofía es vista con odio; y la defensa de la Universidad y la educación de calidad existe sólo en los sectores intelectuales y académicos que comprenden su importancia. ¿Será que nuestros gobernantes necesitan leer más y mejor, aprender filosofía y tener un sentido claro de lo que significa ser un servidor público y no de sus propios intereses (véase la nota sobre la ropa que usa Elba Esther Gordillo en un día valuada en 112 mil pesos) o será más bien que llegó la hora de decir BASTA y removerlos de sus puestos políticos?

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Volver a los origenes, repensar la ciudad, refundar la sociedad. Vale la pena para un ciberdialogo. Vale.