Fray Bartolomé de las Casas: el anhelo por la libertad

Por Carlos García

La vida de Fray Bartolomé de las Casas gira en torno al problema indiano, al de la justicia, al del derecho y al de la política. Es admirado, y no pocas veces criticado, por su constante diálogo y confrontación con la Corona Española, mismo que derivó en uno de los episodios más ilustrativos de nuestra historia: La polémica de Valladolid que sostuvo contra el erudito Juan Ginés de Sepúlveda.

Una de las prácticas de los españoles que más criticó el padre Las Casas fue la de la encomienda. ¿Qué era la encomienda? ¿Por qué se oponía a ella? ¿Qué argumentos ofrece para defender a los nativos de la encomienda? Son preguntas que a continuación hallarán respuesta.

En el año de 1493, el papa Alejandro VI, en nombre de Dios, concede a los reyes de Castilla todas aquellas tierras antes desconocidas[1]. Esta donación permite a los españoles legitimar la ocupación, el despojo, el maltrato y la crueldad que ejercieron sobre América. Bartolomé de las Casas nos comenta que después de que los españoles terminaban la invasión a las tierras recién encontradas, éstos se repartían a aquellos nativos que sobrevivían, que principalmente eran mujeres y niños.[2] Son estas las acciones que darían paso a las encomiendas. En términos teóricos, la encomienda era un derecho concedido por Merced Real a ciertos conquistadores, mediante éste un grupo de familias indígenas quedaban a su cargo. El encomendero podía beneficiarse del trabajo de los nativos a cambio de cuidado, protección y evangelización.

Al ser un testigo presencial, Las Casas pudo dar cuenta de que aquellos encomenderos cristianos no eran mas que seres crueles, avaros y ambiciosos, que para nada protegían ni cuidaban de los indios, al contrario,  lo que hacían era enviar a los hombres a las minas a sacar oro y a las mujeres al cultivo de la tierra, trabajos que eran forzosos e intolerables, además de que no les brindaban de comer mas que hierbas y cosas sin substancia.[3] Por otro lado, la evangelización fue una herramienta de sometimiento. A través del Requerimiento[4], obligaban a los indios a aceptar a los reyes católicos como sus señores y al catolicismo como su religión, todo aquel que se oponía era torturado, despojado o asesinado.

Para Las Casas, los españoles no fueron a América con la finalidad de propagar la fe católica – es necesario mencionar que el único argumento que Las Casas acepta para que los españoles se hallen en América es el de la propagación de la fe cristiana, no obstante, ésta no debía ser forzada sino pacifica, amorosa, dulce y caritativa- sino por intereses económicos, su finalidad era encontrar oro para aumentar más y más sus riquezas. El sistema de encomienda solo sirvió para enriquecer a los españoles ambiciosos en detrimento de los nativos, puesto que hubo matanzas, violaciones, explotación, crueldad e injusticia en el proceder español. En resumen, debido a la encomienda, a la ambición y a la crueldad, el indio quedó despojado, humillado, torturado, explotado, reducido a bestia de carga, reducido a la esclavitud.

La forma más acabada de combatir todo tipo de esclavitud derivado de la encomienda lo muestra Las Casas en su texto De regia Potestate. Ahí postula que los seres humanos “nacen libres como consecuencia de su naturaleza racional, como todos tienen la misma naturaleza, Dios no hace a uno siervo del otro, sino que concede a todos el mismo libre albedrio[5]Las Casas siguiendo a Santo Tomas de Aquino, después comenta que

La libertad es un derecho ínsito en el hombre por necesidad y per se, como consecuencia de la naturaleza racional y, por ello, es de derecho natural.”[6]

Es de notar que para Las Casas los indios de América no padecían ningún tipo de estupidez ni debilidad, sino todo lo contrario, eran seres racionales y al ser racionales eran libres. Siguiendo esta lógica, la esclavitud entonces es algo accidental que es más bien impuesto y que de ninguna manera puede pertenecer a la naturaleza humana.

Para Las Casas, ningún emperador tiene poder sobre las posesiones de sus súbditos, no puede arrebatarlas para donarlas o venderlas. El poder que recibe el emperador procede del pueblo, el pueblo es la causa eficiente y final de los reyes[7]. Los ciudadanos no son propiedad del rey, en este sentido, el rey no es propiamente dueño del reino sino solo rector y administrador de la república que atiende al bien común, es decir, al beneficio del pueblo. El rey no puede hacer nada en detrimento de la libertad de sus súbditos[8] Todo aquello que el emperador haga en prejuicio de su reino y contra su voluntad y consentimiento va en contra del orden natural y obra en contra del Derecho Natural.[9] Con todo lo anterior, fray Bartolomé puede concluir que

Ningún príncipe o rey, por alto que sea, puede enajenar mediante donación, venta, permuta o de otro modo, una ciudad, villa o fortaleza por pequeña que sea, ni negociar la soberanía de ellas con otro señor sin que los súbditos, ciudadanos o residentes de la villa o lugar consientan voluntariamente en tal enajenación[10]

La encomienda, la esclavitud y la crueldad no tienen razón de ser, la igualdad derivada de la razón humana le permite a Las Casas decir que todo ser humano es libre. Además, impide que bajo argumentos culturales o bajo supuestas superioridades naturales se permita caer en la tiranía y la explotación.

El De Regia Potestate no solo se opone a las encomiendas mediante un argumento como el de la libertad del hombre, que es sumamente fuerte y conciso, sino que además propone una teoría política eminentemente republicana, eminentemente democrática. El anhelo por la libertad permite mostrar que antes de las teorías democráticas modernas, en Hispanoamérica ya existía un pensamiento político, permite afirmar y apreciar más nuestra tradición filosófico-política, pero sobretodo permite afirmar la igualdad y la racionalidad de los hombres de nuestra América.

BIBLIOGRAFIA:

  • Casas, Bartolomé de las. De regia Potestate. Edición de Jaime González Rodríguez, introducción de Antonio Enrique Pérez Luño. Madrid: Alianza Editorial, 1990.
  • Casas, Bartolomé de las. Tratados I. Prólogos de Lewis Hanke y Manuel Giménez Fernández, transcripción de Juan Pérez de Tudela Bueso y traducciones de Agustín Millares Carlo y Rafael Moreno. México: Fondo de Cultura Económica, 1965.
  • Casas, Bartolomé de las. Tratados II. Prólogos de Lewis Hanke y Manuel Giménez Fernández, transcripción de Juan Pérez de Tudela Bueso y traducciones de Agustín Millares Carlo y Rafael Moreno. México, Fondo de Cultura Económioca, 1965.
  • Pereña, Luciano. La idea de justicia en la conquista de América. Madrid, Mapfre, 1992.

[1] “Bulas de la concesión de las indias a los reyes católicos” en Tratados II. Casas, Bartolomé de las. Prólogos de Lewis Hanke y Manuel Giménez Fernández, transcripción de Juan Pérez de Tudela Bueso y traducciones de Agustín Millares Carlo y Rafael Moreno. FCE: México, 1965.

[2] Casas, Bartolomé de las. Tratados I. Prólogos de Lewis Hanke y Manuel Giménez Fernández, transcripción de Juan Pérez de Tudela Bueso y traducciones de Agustín Millares Carlo y Rafael Moreno. FCE: México, 1965. p. 39

[3] Ibíd. p. 45

[4] El requerimiento es un texto que los españoles leían a los nativos para que aceptasen a los reyes católicos como sus gobernantes. Para más información consúltese La idea de justicia en la conquista de América. Pereña, Luciano. Madrid, España: Mapfre, 1992.

[5] Casas, Bartolomé de las. De regia Potestate. Edición de Jaime González Rodríguez, introducción de Antonio Enrique Pérez Luño. Madrid: Alianza Editorial, 1990. p. 35

[6] Ídem.

[7] Ibíd. p 81

[8] Ibíd. p 67

[9] Ibíd. p 87

[10] Ibíd. p 99