Miguel León Portilla – La Ciudad de México
Por: Jesús González Schmal
φ Insigne, le ha entregado a la capital lo mejor de su talento y patriotismo; profundas e irrebatibles razones para que se hiciera de elevada distinción
El pasado 29 de marzo, en solemne ceremonia dentro del soberbio Salón de Cabildos del Palacio del Ayuntamiento, sede del gobierno de la capital de la República, le fue otorgado, al doctor Miguel León Portilla el nombramiento y la medalla de Ciudadano Distinguido de la Ciudad de México. El notable antropólogo e historiador la recibió emocionado de manos del Jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera quien antes había señalado las profundas e irrebatibles razones habidas para la entrega de este reconocimiento a tan insigne mexicano, que le ha entregado a la Ciudad lo mejor de su talento y patriotismo.
Es el maestro León Portilla, como lo dijo Mancera, el primer mexicano en esta nueva época, galardonado con tan elevada distinción en la Ciudad de México que apenas el 29 de enero pasado adquirió tal denominación y la jerarquía jurídica-política de entidad federal. A su vez mantiene su calidad de Capital de la nación por poseer, en sus entrañas, nada menos que las constancias materiales y espirituales de su nacimiento e imponente desarrollo histórico hasta nuestros días. La fuerza de esa identidad se debe sin duda en gran parte, a la dedicación e inteligencia del ciudadano León Portilla, que nos descubrió la luminosidad de nuestro pasado remoto y reciente.

En su espléndido e improvisado discurso de agradecimiento el maestro León Portilla evocó los tiempos en que los pioneros mexicas, atendieron al llamado de la profecía que los encaminó al Lugar de los Lagos en cuyo centro, se conjuntaron los símbolos del nopal, el águila y la serpiente para confirmar que era el sitio señalado por los dioses para asiento de la cultura que remontaría los tiempos y nunca moriría. La Gran Tenochtitlán emergió para cumplir el mandato de su perdurabilidad.
El prodigioso historiador dio muestras de su calidad humana cuando se reconoció sólo como un discípulo de sus dos grandes maestros Ángel María Garibay y Manuel Gamio de quienes, dijo: Despertaron su interés por descubrir la riqueza de las culturas autóctonas empezando por conocer su lengua que fue el náhuatl, al grado de poder valorar con toda su majestuosidad la expresión poética que es el más decantado idioma de la filosofía. Para deleite de los asistentes declamó en náhuatl poesías del propio Netzahualcóyotl. Su punto de partida fue la pregunta existencial de cualquier ser humano: De dónde venimos y adónde vamos.
El autor de La visión de los vencidos hizo gala de erudición en el conocimiento del origen de nuestro ser nacional y de las vicisitudes de la vida de la cultura mexica cuyo monumental templo histórico sobrevive rodeado de los más suntuosos monumentos coloniales que lo hicieron desaparecer por varios siglos, pero que resurgió porque su designio era la inmortalidad. Ahí permanece inmarcesible en el Zócalo para dar testimonio de su existencia perenne en el mestizaje revelado en la composición idiosincrática de una nueva raza que, en la visión vasconcelista es la síntesis cósmica que nos hará encontrar el mejor destino que la civilización pueda alcanzar.
Con acierto Miguel Ángel Mancera y la Comisión respectiva de la Secretaría de Cultura, tomaron la decisión de honrar como “Ciudadano Distinguido de la Ciudad de México”, antigua Gran Tenochtitlán, capital de la Nueva España y Valle de Anáhuac, sobrepuesto por azares del destino el nombre de Distrito Federal, al antropólogo-historiador que abreva en Fray Bernardino de Sahagún para conocer la profundidad de la cultura azteca y liberarla de los prejuicios históricos que la desvirtuaron y que apenas hoy gracias a León Portilla volvemos a reencontrar como luminoso pasado.
No hay duda que, si se buscara quien más justamente mereciera el galardón por el rescate de la memoria histórica de nuestro patrimonio cultural intangible, la persona a la que la Ciudad de México debe reconocer no es otro que Miguel León Portilla. En el patrimonio cultural material, el mérito debe reconocerse al arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Luján. Ambos han contribuido a lograr que hoy, el Centro Histórico de la Ciudad de México sea uno de los patrimonios históricos de la humanidad, catalogado por la UNESCO como uno de los de mayor relevancia y riqueza del globo terráqueo.
El maestro Miguel León Portilla ha recibido innumerables distinciones y 28 doctorados honoris causa de Universidades de México, América Latina, Estados Unidos, Europa, Israel, etcétera, pero aún así, el que más directamente le corresponde por 80 años de vida (o juventud acumulada como él mismo lo calificó) y al menos 60, dedicados a la investigación histórica, es el que hoy le rinde la Ciudad de México: Ofreció seguir sirviéndola el resto de su vida, planteando como urgente el colocar placas indicativas de hecho históricos en las distintas calles y plazas del Centro Histórico, para que sus cientos de miles de visitantes compartan el conocimiento de una Historia que seguimos viviendo, porque nos marcará la singularidad de seguir siendo mexicanos.
En el momento en el que en el mundo se vive una ola de violencia que en Europa y Oriente Medio, ha cobrado particular intensidad, tenemos que aceptar que contra la barbarie del llamado Estado Islámico que arrasa con sus vestigios en Siria como el de Palmira que data de hace 2 mil años, México se yergue con el mayor celo en la preservación de su identidad inmortal. Miguel León Portilla es de los más recios constructores de esta proeza civilizatoria que nos acerca a la convivencia y a la paz reconociendo nuestro pasado común.
Fuente: Impacto.