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Por Pablo Guerrero
Bartolomé de las Casas fue un fraile dominico y primer obispo de Chiapas. Su padre, Francisco de las Casas, conoció y viajó en la Segunda Expedición de Colón. Las Casas estudió Derecho en Salamanca, y en 1502, llega a La Española o Isla de Santo Domingo. En el año de 1510 se ordena sacerdote, y un año después se desplaza a Cuba. Es hasta unos años después que Fray Bartolomé de las Casas, al observar la matanza y las injurias hechas a los pobladores de las tierras recién descubiertas, dedica su vida a defenderlos con fervor.
La causa porque han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito número de ánimas los cristianos, ha sido solamente por tener por su fin último el oro, y henchirse de riquezas en muy breves días, y subir a estados muy altos y sin proporción de sus personas, conviene saber, por la insaciable codicia y ambición que han tenido, que ha sido mayor que en el mundo ser pudo, …[1]
Bartolomé de las Casas es testigo del exterminio y de las iniquidades que se realizan a los indios por la codicia española y el afán de rápido enriquecimiento. Entonces, alza la pluma con gran espíritu crítico hacia España, para manifestar la incongruencia que implica justificar mediante la doctrina cristiana sus fechorías, su violencia y el despojo de sus tierras. Si lo que se desea es enseñar el cristianismo, este sólo puede ser llevado a cabo de una forma pacífica y suave, “de la persuasión del entendimiento por medio de razones y la invitación y suave moción de la voluntad.”[2] El tipo de infidelidad de los indios no era una razón justa para hacerles guerra o para reducirlos a la condición de esclavos. La décima proposición de sus Treinta proposiciones muy jurídicas permite corroborar lo anterior:
Entre los infieles que tienen reinos apartados, que nunca oyeron nuevas de Cristo, ni recibieron la fe, hay verdaderos señores reyes y príncipes; y el señorío, y dignidad, y preeminencia real les compete por derecho natural y de derecho de gentes, en cuanto tal señorío se endereza al regimiento y gobernación de los reinos, confirmado por el derecho divino evangélico; lo mismo a las personas singulares el señorío de las cosas inferiores, …[3]
Entre sus obras cabe la pena destacar:
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Historia de las indias (1517)
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Apologética historia sumaria… (1536)
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Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552)
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Treinta proposiciones muy jurídicas (1548)
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El octavo remedio… (1552)
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Tratado comprobatorio del imperio soberano y principado universal… (1553)
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De regia potestate (1571)