Por: Francisco Marques/ Foto: No específica autor/ Fuente: El País/ Sábado 29 de noviembre de 2014
El filósofo mexicano habla de su país y de por qué, sí, México es un “Estado fallido”.
México vive uno de los momentos más difíciles de su historia moderna. La indignación por el asesinato de 43 estudiantes de Ayotzinapa, capturados por la policía local y entregados a sicarios de los cárteles, todavía están al rojo vivo. Y las manifestaciones que siguieron al incidente, exigiendo justicia y la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto, dejaron en claro que lo ocurrido no fue un episodio de violencia más. Y los mexicanos se empiezan a cansar de esta anarquía.
Para entender este difícil momento, Qué Pasa entrevistó a Guillermo Hurtado, doctor en Filosofía por la Universidad de Oxford y director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM. Hurtado tiene una columna en el diario mexicano La Razón, donde publica sus opinión sobre política y la democracia en ese país. Hurtado estuvo la semana pasada en Uruguay, invitado por la Universidad de Montevideo para un ciclo de conferencia sobre filosofía. La entrevista se realizó el viernes 21, días antes de que Mujica calificara a México de «Estado fallido», una expresión que generó polémica, pero que el propio Hurtado ha utilizado en sus trabajos para describir la realidad de su país.
—En sus columnas de opinión hablas de México como un estado fallido. ¿Qué significa ese concepto?
—México es un Estado que no cumple con las expectativas de los ciudadanos. Y su principal fallo ha sido su incapacidad de ofrecer seguridad. Hobbes decía que la principal razón de la existencia del Estado es la seguridad, si no puede garantizar seguridad a sus ciudadanos, entonces calificarlo de «Estado fallido» no es injusto. Eso no significa que el estado no haya intentado nada al respecto.
—¿Y que se ha hecho?
—En el gobierno anterior, el presidente Felipe Calderón diseño una nueva estrategia para atacar el narcotráfico: poner el Ejército en las calles. Esto fue algo que nunca habíamos visto en México, el ejército cumpliendo funciones policiales. Eso llevó a críticas de varios sectores de la población. Entre otras cosas, porque después de seis años de gobierno, los niveles de delincuencia no bajaron. Y la gente empezó a preguntarse: ¿para qué está el Ejército en las calles entonces? Peña Nieto le da un giro a la esta política. No retira el Ejército, pero trata de desinflar su presencia. Procura crear una especie de gendarmería nacional, una nueva policía. Pero eso tampoco tuvo mucho resultado.
—¿Cómo afecta el asesinato de los 43 estudiantes en Ayotzinapa?
—Lo que hemos tenido recientemente han sido situaciones terribles. El asesinato de estos 43 estudiantes ha sido una cosa dantesca, de una brutalidad impresionante. Que hayan quemado los cuerpos, en un basurero es una cosa realmente espantosa.
—¿Las protestas que está viviendo México en repudio a esta matanza, marcan un antes y un después?
—Yo creo que aquí se juntan dos cosas. Por una parte, este no es el primer movimiento de protesta que surge en el país. Hace años hay movimientos exigiendo el fin de la violencia ligada al narcotráfico. Pero también se junta otra cosa. Esta escuela rural de Ayotzinapa está ligada a uno de los sindicatos de educación que se opuso de una manera muy frontal a la reforma educativa de Peña Nieto, que limitaba el poder de los sindicatos. Es una escuela donde domina esta visión de la educación ligada a la CNT, que es un sindicato de profesores que tiene una orientación marxista. Más que un sindicato es un movimiento popular, un movimiento de base. Entonces, lo que enardeció a mucha gente es que no solo se trataba de los asesinatos de los jóvenes sino que también de jóvenes activistas de izquierda. Por eso se interpretó como una represión. En las manifestaciones se levantan pancartas que dicen «fuera el Estado».
—¿Y eso que implica?
—Las manifestaciones que siguieron a los asesinatos tienen una vertiente que sostiene que lo que pasó en Iguala fue un crimen de Estado, algo equivalente a lo que sucedió con los desaparecidos en Argentina o en Uruguay: violencia ejercida por el Estado para reprimir a la oposición violando todo tipo de derechos humanos, etc. Por eso se exige la renuncia de Peña Nieto. El movimiento ha pasado de exigir justicia para estos muchachos asesinados hacia un movimiento que pide la renuncia del presidente antes del 1° de diciembre de este año. Es una fecha importante y hasta entonces va a haber una enorme presión de estos grupos de izquierda para que renuncie.
—¿Por qué esa fecha?
—Porque la Constitución mexicana indica que si el presidente renuncia antes de dos años desde que asume el poder, el Congreso debe nombrar a un presidente interino que está obligado a convocar a elecciones. Si en cambio Peña Nieto renuncia al día siguiente de haberse cumplido esos dos años, entonces el Congreso debe nombrar a un presidente sustituto, que cumpliría lo que queda del período presidencial de Peña Nieto, o sea cuatro años. Entonces, la gran pregunta política en México es si vamos a tener elecciones en 2018, como correspondería, o si las vamos a tener antes.
—¿Y cuál sería el panorama electoral en unas eventuales elecciones anticipadas ?
—En este momento, el más beneficiado por un escenario de elecciones anticipadas es el Movimiento Regeneración Nacional (el Morena) encabezado por Andrés Manuel López Obrador, porque al PRI, el partido que está en el poder, se le atribuye la responsabilidad por los crímenes, y por otro lado, el PRD, el partido de izquierda donde hasta hace poco perteneció López Obrador, es el partido que gobierna en el estado de Guerrero que es donde ocurrió la matanza y el partido al que pertenecía el alcalde de Iguala quien aparentemente dio la orden en complicidad con los narcotraficantes. Esto parecería dejar a López Obrador como la única opción en las próximas elecciones. Yo no dudo que hay elementos dentro de las manifestaciones que quieren precipitar la caída de Peña Nieto, para que López Obrador pueda llegar al poder.
—Pero se ven manifestaciones muy fuertes. ¿No reflejan una indignación real por la violencia que vive México?
—Sí claro. Como en todo movimiento social, hay varios factores que se conjugan. No quisiera privilegiar el que dije anteriormente. Hay una razonable y justificable sensación de hastío por parte de los mexicanos ante la ineficacia del Estado. Ha fallado y el ciudadano de a pie tiene todo el derecho a reclamar. También tiene que ver con un hastío con el sistema político en general. La gente siente que los partidos actuales no están expresando las necesidades y el interés de la población. Se ve en otros países también. El grupo Podemos en España es una muestra de cómo la gente está hastiada de todas las opciones político-democráticas.
—¿Qué es lo que le espera a México ante este panorama?
—Yo dudo mucho que Peña Nieto renuncie de acá al lunes 1°. Lo que sí, me preocupa qué va a venir después. Creo que el congreso tendría que responder de forma inmediata, con un nuevo tipo de reforma política. Para ello, dos cosas serían indispensables: abrir el juego político para que sea muchos más fácil que surjan nuevas organizaciones políticas y que se aprueben las candidaturas ciudadanas en el país, o sea candidaturas sin partido, que puedan competir por puestos de elección popular. Si el sistema quiere que el sentimiento de frustración se transforme en una participación política-cívica y pacífica, entonces tiene que abrir las puertas, para que nuevos actores participen de este proceso. Y actualmente eso no se puede hacer.
—¿Los mexicanos ya no confían en el sistema democrático?
—La gente piensa que los partidos han monopolizado a la democracia, y que están infiltrados por corrupción y otros intereses dudosos. Entonces si la democracia quiere sobrevivir va a tener que cambiar. Mucha gente se pregunta cómo es posible que el PRI haya vuelto. Hay dos lecturas, una es la favorable, que dice que en una democracia de alternancia cualquier partido pueda perder y volver. La otra lectura dice que todos los partidos se fueron transformando un poco en el PRI. Se fue pero dejo una estructura de complicidad, de corrupción, de manejo turbio que fue ocupada por el resto de los partidos. Así el PAN y el PDR se transformaron en aquello a lo que se oponían. Y dejaron una sensación de desconsuelo mayúsculo.
—¿Hoy, cuál es la imagen de México ante el mundo?
—Desgraciadamente es lo sucedido en Iguala. Es la imagen de un país donde la violencia no se logró contener. No hemos logrado construir una democracia que deje satisfechos a los mexicanos.
—Pasaron ocho años desde que Felipe Calderón le «declaró la guerra» a los cárteles, y el balance no es positivo ¿México perdió la guerra contra las drogas?
—Yo creo que sí. Tal vez no la hemos perdido, pero sin duda no la hemos ganado. El poder y el dinero que manejan los cárteles es enorme y también creo que esta lucha se tendría que tratar de otra manera, de forma bilateral con Estados Unidos. El problema del narcotráfico en México es solo la mitad del problema, la otra parte está en Estados Unidos.
—¿Estados Unidos debe asumir su responsabilidad por su enorme consumo?
—Sí, es fundamental. Para combatir el narcotráfico, en México tuvimos que sacar el Ejercito a la calle, no es posible que del otro lado no se pueda bajar el consumo. Me pregunto: ¿cómo es posible que Estados Unidos, el país más poderoso de la tierra, con los sistemas de inteligencia más desarrollados del mundo, donde la CIA puede espiar a cualquiera en cualquier parte del mundo por medio de satélites, hasta casi saber lo que está comiendo, el negocio ilegal de las drogas florezca de esa manera? ¿Como es posible que, si puede terminar con el terrorismo en Afganistán, Estados Unidos no sea capaz de acabar con el narcotráfico en su propio país? ¿Dónde está la lucha al narcotráfico en Estados Unidos? En México no tendríamos los cárteles tan grandes si del lado estadounidense no tuvieran tanta libertad para vender su producto. Entonces lo que yo siento es que solo una parte del problema —la de México— es el que se ha manifestado y me duele ser los únicos que estamos pagando, cuando en Estados Unidos las calles están en absoluta tranquilidad. Entonces uno se pregunta: ¿es que la policía de Estados Unidos es inepta? ¿O es que también es corrupta? Y cualquiera de las dos respuestas me deja muy preocupado.
—¿Que consecuencias deja la matanza de los estudiantes? ¿Es un punto de inflexión o se olvidará con el paso del tiempo?
—No podría responder esa pregunta en este momento, porque las consecuencias todavía no se pueden ver todavía. La gran pregunta es qué va a pasar el 2 de diciembre si el presidente no renuncia. Ahí el gobierno tiene la enorme responsabilidad de no transformarse en una fuerza represora y cerrada sino por al contrario, abrirse y dar un cauce político y democrático a las fuerzas de distorsión y de oposición que se han desatado.
—¿Cómo entra la filosofía en este panorama?
—La filosofía es importante. Hace unos años el gobierno del presidente Peña Nieto hizo una reforma educativa donde se propuso eliminar materias de Filosofía del liceo. Hay una idea casi a nivel global sobre la educación de que lo importante es desarrollar competencias que van a servir para el desarrollo de la economía. Generar chicos que tengan un perfil de posibles empleados en una economía global. Entonces se pone énfasis en el inglés, las matemáticas y se piensa que esas materias son las más importante. Y son importantísimas, sin duda. Pero creo que, además de formar trabajadores para el sistema internacional del trabajo, hay que formar ciudadanos de una democracia virtuosa y robusta. Y para eso la filosofía es importante.
—¿Cómo enriquece la filosofía a los ciudadanos de una democracia?
—Es importante por lo menos por dos razones. Una es que nos enseña a razonar correctamente, a dialogar, a debatir y a llegar a acuerdos por medio de las palabras. Si lo que queremos es transformar la sociedad debemos razonar bien, dialogar bien. Y para eso la filosofía, desde los tiempos de Sócrates hasta ahora es fundamental. La segunda es que si queremos pensar en la democracia como algo más que depositar un voto en una urna de vez en cuando, entonces debemos construir una sociedad democrática. No solo tener un estado democrático. Y para eso es importante que los ciudadanos reflexionen sobre los valores en los que se inspira la democracia. Eso también nos lo enseña la filosofía desde la ética. Nos enseña a pensar de manera crítica acerca de los valores en los que fundamos nuestra convivencia social. Eliminar la filosofía entonces, es debilitar la democracia. Si queremos que la democracia sea mejor tenemos que enseñar más filosofía. O algo parecido.
—En sus artículos habla de refundar y no de reformar. ¿Se refiere a esto?
—Así es. A fines del siglo XX, las fuerzas políticas de México, sobre todo las de la oposición, pidieron reconstruir las instituciones y las normas para que pudiera haber alternancia política. Entonces se funda, por ejemplo, el Instituto Federal electoral y se hace una nueva ley de elecciones. Lo que se buscaba era que el voto se respetara y fuera efectivo. Y se logró. Fue un proceso político encomiable, y eso permitió que saliera el PRI y entrara el PAN. Antes no pasaba: el PRI dominaba todo. Sin embargo me parece que junto a este proceso, no hubo una transformación social para combatir las estructuras viciadas del régimen. Entonces todo el sistema de corrupción, de cohecho, de complicidad se mantuvo en pie y eso es lo que está fallando ahora. Yo creo que tenemos que trabajar para entender que la democracia, más que un sistema político es una forma de vida. Es muy sencillo decir «fue el Estado» y pensar que si se van todos se va a arreglar el problema. Pero el problema es mucho más grave que lo que los manifestantes piensan. Es un problema profundo, de toda la sociedad mexicana. Y mientras los mexicanos no estemos dispuestos a cambiar, las cosas van a seguir Igual. Saldrán unos y entraran otros, pero las cosas van a seguir igual. Y la democracia será de cartón, más de ficción que de sustancia real.
—¿También habla de que México carece de sentido colectivo?
—Sí, Los mexicanos tenemos que encontrar un sentido colectivo, fundado sobre ciertos valores, es un sentido que tiene que ser suprapartidista. Tenemos que encontrar aquellos ideales que nos junten a todos para trabajar. Yo veo una sociedad mexicana muy dividida y veo poco acuerdo en la sociedad sobre cuáles son los objetivos que queremos todos los mejicanos, mas allá de las divisiones partidistas
—¿Y eso como se traduce eso en acciones concretas?
—Necesitamos nuevas formas de organización. Tenemos que pasar de la manifestación, como está pasando, a la organización política. Me parece excelente que la gente marche por las calles exigiendo, pero también tendríamos que organizarnos para hacer cosas. Vamos a tener que utilizar nuestra imaginación. Hay un antecedente que puede resultar útil, que es la organización de los neozapatistas en el estado de Chiapas. Ellos generaron organizaciones llamadas «Juntas de buen gobierno», en donde las comunidades pequeñas asumen el control de ciertos aspectos de su vida social. Este modelo de pequeñas organizaciones de base podría servir de inspiración, para que en otros lugares se organicen otro tipo de asociaciones, grupos, que transformen la democracia.
—¿La democracia liberal está en crisis en América Latina?
—Es un hecho. Pasa en México pero creo que pasa en casi todo Occidente, el modelo de la democracia liberal, de partidos está sufriendo una grave crisis. El movimiento de los indignados en España es un buen ejemplo, y pasa también en otros países. Hay personas que piensan que este modelo de democracia ya no funciona, y no se sienten representados por los partidos políticos. Creo que el gran reto del siglo XXI es cómo construir una democracia que vaya más allá de las estructuras que heredamos del siglo XX. Y en ese gran proyecto debe participar toda la comunidad. Y los filósofos pueden hacerlo de una manera particular.
QUÉ ESTÁ PASANDO EN MÉXICO
La matanza de los estudiantes normalistas es tan solo la última tragedia que vivió México en torno al narcotráfico. El estado de Guerrero, al sur de Méjico, es uno de los más por los cárteles. El 26 de setiembre, un grupo de estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa tenía previsto realizar una protesta en la ciudad de Iguala. El problema fue que María de los Ángeles Pineda, esposa del alcalde de Guerrero José Luis Abarca, iba a realizar un acto cerca del lugar de la manifestación. Ambos eran conocidos como «la pareja imperial» y su vínculo con el cártel de los Guerreros Unidos era conocido. De hecho De los Ángeles es hermana de tres conocidos narcotraficantes. El día de la protesta, la policía atacó a los manifestantes, asesinando a seis, hiriendo a 23 y secuestrando a 43, que permanecen desaparecidos. Según la investigación posterior, tres sicarios de los Guerreros Unidos confesaron que la policía les entregó los estudiantes a los sicarios y estos los asesinaron y quemaron los restos. La supuesta fosa común fue encontrada, pero los familiares de los estudiantes no confían en que los restos correspondan a los estudiantes, y exigen un mayor análisis por parte de las autoridades. (Además de los alcaldes y funcionarios de Iguala, y una veintena policía). El episodio generó una indignación en todo Méjico. 30.000 personas se movilizaron en la Ciudad de México, y otros miles se manifestaron en el resto del país. Las protestas fueron pacíficas, pero hubo grupos que aprovecharon para causar disturbios. Entre otros reclamos, se exige la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto. Como respuesta, Peña Nieto anunció un nuevo plan para frenar la violencia de los cárteles. Al cierre de esta edición todavía no fue presentado pero legisladores dieron a entender que a grandes rasgos, el plan prevé unificar la policía en un mando central. Actualmente, cada estado mantiene su propia policía, lo cual la hace muy vulnerable ante los cárteles.