Dr. Ignacio Ortiz Castro[1]
El Dr. Ignacio Ortiz Castro, gran conocedor del pensamiento magonista y de la filosofía mixteca, es el colaborador especial del mes de noviembre de 2014 del Círculo de Estudios de Filosofía Mexicana (CEFIME). Respetando la voluntad de nuestro especialista, publicamos su texto como homenaje a una de las figuras más representativas de la filosofía política de nuestro país: Ricardo Flores Magón.
RESUMEN: Se expone la influencia que ejerció la comunidad oaxaqueña, entendida actualmente como comunalidad, en el pensamiento filosófico-político del magonismo. En conceptos como: apoyo mutuo, solidaridad y autodeterminación, el magonismo encuentra semejanza con postulados de la teoría anarquista. Así, comunalidad y anarquismo, serán los pilares del floresmagonismo, que ellos denominan comunismo anarquista. Dicha corriente, generó e influenció la primera revolución del siglo XX que es la mexicana, con una doctrina genuina y un proyecto de nación. Ahora bien, tales conceptos se dilucidan y ahondan, con el objeto de una mejor comprensión, desde la reflexión filosófica actual en la Mixteca.

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LA UTOPÍA SOCIAL EN LA HISTORIA DE MÉXICO DESDE LA PERSPECTIVA MAGONISTA
En 1911, Ricardo Flores Magón afirmó lo siguiente:
Para los gachupines era una utopía la independencia de México; para los frailes era una utopía el expropiarlos de sus bienes; para los conservadores que están en el gobierno de México es una utopía el sufragio efectivo de los maderistas, porque dicen que el pueblo no está preparado para ese mentido bien; para el maderismo, las aspiraciones del Partido Liberal Mexicano son utópicas, porque dicen Madero y sus compinches que el pueblo no está apto para trabajar las tierras por su cuenta [comunalmente].
A pesar de todo, la utopía de la independencia nacional fue cosa realizada; la utopía de expropiar de sus bienes al clero la realizó Juárez; la utopía del voto electoral, aunque para nada sirve, la realizó el maderismo; la utopía de entregar la tierra al pueblo para acabar con la miseria, el crimen, la prostitución y la tiranía misma, la realizará el Partido Liberal Mexicano (1911:36-37).
Parafraseando el pensamiento magonista podríamos inquirir: ¿No resultó insoportable el coloniaje español de casi 300 años (o más en otros países latinoamericanos) que significó dominio y esclavitud? ¿Acaso era tolerable un país miserable y un clero con un 70% de tierras ociosas en sus manos y cuantiosas riquezas? ¿Había de consentir que un logro que costó mucha sangre siguiera siendo mofa de aquél(llos) que lo retomaron como su bandera en el Plan de la Noria y el Plan Tuxtepec? ¿El «sufragio efectivo, no reelección» maderista le había resuelto el problema del hambre al pueblo y Madero realmente fue tan demócrata que respetó la voluntad popular y no empleó el dedazo? ¿Acaso era soportable que un país agrícola hubiera grandes haciendas y, en varias partes, los ciudadanos estuvieran sometidos al peonaje?
Las «utopías concretas» representan una aspiración fuertemente sentida, que surgen de las circunstancias reales insoportables, intolerables, y que no se pueden sobrellevar por siempre, porque son un fardo que llevan a cuestas los pueblos, porque son un lastre histórico. Entonces, si las utopías surgen de situaciones insoportables y se plasman en un ideal que se vuelve necesario y deseable, el magonismo capta y expresa la utopía que hará eco (no importa si se logró en su totalidad pues de esto tenían plena conciencia los magonistas) en las masas campesinas: “Nuestra bandera roja flota en las azoteas de nuestros cuarteles ostentando nuestro querido lema: ¡TIERRA Y LIBERTAD! (1911:37).
El ideal lo prohijará el zapatismo y será el móvil del gobierno socialista de Felipe Carrillo Puerto en el sureste mexicano y de algunos constitucionalistas para ganarse a las masas. La utopía es producto de su contexto, expresión de su tiempo y circunstancia; de ahí que el zapatismo, que sería un movimiento genuino de los desposeídos, no está desligado del magonismo precursor y constituya parte de sus repercusiones:
…Rangel [Jesús M. Rangel3] […] fue como delegado de la Junta Revolucionaria establecida en Los Angeles, California […] para entrevistar al revolucionario suriano Emiliano Zapata, con el propósito, entre otras cosas, de presentarle el manifiesto anarquista expedido el 23 de septiembre de 1911.
De cuya entrevista el mismo Rangel refirió lo siguiente: Zapata ordenó a su secretario que diera lectura al manifiesto en presencia de sus jefes y oficiales, quienes demostraron sus simpatías y buenos deseos para implantarlo en México (Rivera, 1928: 135).
De hecho, los lazos entre el zapatismo y el PLM fueron bien conocidos. Otro ejemplo son las conferencias en febrero de 1915 entre Zapata y Antonio de P. Araujo en San Juan Chinameca, Morelos, donde Emiliano Zapata, entusiasmado, deseaba la formación de colonias comunistas integradas por miembros del Partido Liberal Mexicano; “la visita del compañero Araujo al luchador suriano, ha servido para fortalecer los lazos de unión que siempre han existido entre el movimiento del sur y el Partido Liberal Mexicano” (Flores Magón, 1915:38-41).
Flores Magón tampoco exagera cuando afirma que el Constitucionalismo carrancista, para ganarse a las masas, efectúa reformas exigidas ya por anticipado por el Partido Liberal Mexicano (PLM). Como es bien sabido, muchas de esas aspiraciones plasmadas en el Manifiesto del 1o. de junio de 1906, pasan a formar parte de la Constitución de 1917. Sobre todo se consignan en los artículos fundamentales: 123, 127 y 130 (Cockroft, 1979: 95-99). Por ello, en 1915, desde una posición francamente anarquista, se sostiene:
Cuando en 1906 expedimos en Saint Louis, Missouri, nuestro programa de reformas, los «sensatos», los «serios», los «cabezas-frías», así como los timoratos, los pusilánimes, los cortos de espíritu, se retorcían los brazos y exclamaban: ¡Qué audacia! ¡Qué atrevimiento! ¡El pueblo mexicano -gritaban- es muy ignorante para que pueda aprovechar esas reformas!
Se nos llamó locos, desequilibrados, lunáticos, utopistas, a pesar de que era poca cosa lo que en el programa se pedía: repartición de tierras, leyes sobre el trabajo, etc. ¡Un tímido programa socialista!
Pasa el tiempo. El pueblo se levanta en armas contra sus tiranos, y de mil maneras demuestra que quiere mejorar su condición. Entonces los «sensatos» los «serios», los «cabezas-frías» adoptan nuestro programa de 1906, y no se conforman con adoptarle como una promesa que debiera realizarse al triunfo de cualquiera bandería política, de las que quieren gobierno, sino que, para aplacar el ardor revolucionario de las masas que ya no quieren esperar, que ya no se conforman con simples promesas escritas, sino que quieren ver desde luego, sin tardanza, la realización de los programas, se apresuran a poner en práctica las tímidas reformas que ayer llamaron utopías. Carranza, por ejemplo, está repartiendo tierras, suprimiendo tiendas de raya, suprimiendo jefaturas políticas, aboliendo las deudas de los peones, esbozando leyes protectoras del trabajador; en una palabra, está poniendo en práctica el programa del Partido Liberal Mexicano, expedido el 1o. de julio de 1906.
Pasa el tiempo, y expedimos nuestro Manifiesto de 23 de septiembre de 1911 en el cual se aboga por la implantación del comunismo anarquista [negritas mías] en México. Los «sensatos», los «serios», los «cabezas-frías» vuelven a llamarnos locos, desequilibrados, lunáticos, utopistas, alegando que el pueblo mexicano no está preparado para la anarquía, pero contra los argumentos más o menos brillantes de esos «serios» se levantan elocuentes los hechos para demostrar que no somos locos ni desequilibrados, ni lunáticos; que nuestra teorías responden a necesidades fuertemente sentidas por una buena parte de la población mexicana: que nuestras ideas no son hijas de una fantasía loca, sino el resultado de la observación, del estudio atento de las costumbres, las tendencias, de las tradiciones, del temperamento, de los instintos, del ambiente tanto físico como moral, en suma, de todo lo que contribuye a la formación de la mentalidad del pueblo mexicano [cursivas mías].
Y cuando se lanza una mirada a ese caos grandioso que se llama Revolución mexicana y se analizan los hechos que actualmente ocurren, se comprenderá sin esfuerzo que nuestro Manifiesto de 23 de septiembre de 1911 no es aún cuña encajada a golpe de marro en el movimiento revolucionario, sino la expresión más sincera de un conjunto de ideas y de sentimientos que viven en el cerebro y en el corazón del pueblo mexicano [cursivas mías].
Estas ideas y estos sentimientos forman en la actualidad el ambiente dentro del cual se desarrollan hechos de la mayor importancia para el movimiento obrero mundial. Extensas zonas permanecen substraídas a toda autoridad; el Capitalismo ha desaparecido de grandes regiones; el Clero tiende su vuelo al extranjero.
Tengamos confianza en el provenir. Nuestro programa de 1906 está siendo practicado por el Gobierno, y nuestro Manifiesto de 23 de septiembre de 1911 está siendo practicado por las masas desheredadas. ¡Adelante! ¿Por qué no debemos esperar que el resultado de la presente Revolución sea el comunismo anarquista? ¿No ya también los prohombres del carrancismo comienzan a hacer propaganda anarquista? Léanse con atención los escritos de Gerardo Murillo, que escribe con el seudónimo de Dr. Atl, y se encontrará en ellos más material anarquista que en muchos periódicos anarquistas.
Eso se debe a que en el ambiente flotan nuestras ideas (Flores Magón, 1915: 135-147).
La apreciación tiene mucho de acierto. La participación del magonismo hasta 1914 y parte del año siguiente es fuerte y decisiva. Después comienza a declinar perdiendo terreno y se va marginando. Muchos miembros del Partido Liberal Mexicano pasaron a formar parte de otras facciones. El magonismo expresa y se une a la lucha de los pueblos por el rescate de sus tierras, vinculado también, desde luego, con el movimiento obrero.
En parte se tiene razón al afirmar que su propuesta anarco-comunista no está alejada de la mentalidad del pueblo mexicano. Y digo en parte, porque a muchos pueblos y en comunidades indígenas, con la introducción del capitalismo en México se les había arrebatado sus tierras. El zapatismo es el caso concreto del reclamo de los pueblos por sus tierras, absorbidas por las haciendas. Así, «¡Tierra y Libertad!» no es algo fortuito.
[1] Ignacio Ortiz Castro. Licenciado y maestro en Filosofía, así como doctor en Estudios Latinoamericanos en el área de Filosofía e Historia de las Ideas en Latinoamérica, por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Actualmente es Profesor-Investigador de Tiempo Completo de la Universidad Tecnológica de la Mixteca, Oaxaca. Fundador y director de la revista: Tu’un Savi. Palabra de la Lluvia… Historia y cultura de la Nación Mixteca. Autor de los libros: Acercamiento a la filosofía y ética del mundo mixteco (2006) y Entre el idilio y la nación: Atonaltzin y Xochiquetzal. Leyenda mixteco-chocholteca (2006). Coeditor de seis libros en torno a la cultura mixteca, publicados por la UTM, productos de su participación como miembro coordinador del evento anual: Semana de la Cultura Mixteca: Presencias de la cultura mixteca (2002); La tierra del sol y de la lluvia. Personajes e instituciones del pueblo mixteco (2004); Pasado y presente de la cultura mixteca (2005), Ñuu Savi. La patria mixteca (2006) y Raíces mixtecas (2007).
3 Entre los muchos jefes guerrilleros del PLM como Benjamín Argumedo, Lucio Blanco, etc., José María Rangel ocupa un lugar importante, pues se trató de uno de los brazos fuertes de la Revolución en el norte del país. Al respecto, consúltese: «Jesús María Rangel. El brazo armado del magonismo fronterizo», en La cultura en México. Suplemento de Siempre!, Número 1315, México, D. F., junio 8 de 1987.
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Excelente material el que están dando a conocer en este blog.