«Epistemología y hermenéutica analógica» de Mauricio Beuchot

Reseña
Mauricio Beuchot Puente. Epistemología y hermenéutica analógica. Editorial Universitaria Potosina. México. 2011. 161 pp.

 

Por: Pablo Guerrero Rodríguez
Hay una gran carencia, dentro de la filosofía mexicana y de la investigación en nuestro país, de trabajos en el campo de la epistemología, que ofrezcan una propuesta propia y actual al problema del conocimiento dentro de una corriente filosófica consistente, como lo es la hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot Puente. A lo largo de su libro Epistemología y hermenéutica analógica  se presenta la pertinencia de un camino alternativo y consistente para generar conocimientos dentro del campo de las humanidades; pero también se hace manifiesto el servicio de la analogía dentro de la ciencia, sea ella consciente o no, en su ardua labor por generar creencias objetivas de la realidad.
Al navegar en las traicioneras aguas en busca del conocimiento y de la objetividad de nuestras creencias, debemos alejarnos tanto de Escila como de Caribdis; en otras palabras, de la univocidad y de la equivocidad. Al contrario de Ulises, y sin intervención divina, nuestro timonel busca esquivarlos y pasar por el justo medio. Nos toca a nosotros decidir, habitantes del otro lado del estrecho de Mesina, si nuestro protagonista logra airoso esta empresa.
 episthermeneuticabeuchot
El libro financiado por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí consta de 10 capítulos. En sus capítulos se abordan de forma problemática algunos temas como: el conocimiento, la verdad, la objetividad, la certeza, el realismo; pero también, se explican las herramientas que utiliza la hermenéutica analógica para conocer: la analogía, la metáfora, la abducción, el paradigma. El libro finaliza con la mención de las distintas aplicaciones en el campo de las ciencias humanas o sociales.
El primer capítulo «El problema del conocimiento y algunas respuestas» nos ofrece un brillante y sucinto resumen de algunas grandes respuestas que se han ofrecido al problema del conocimiento; pero también se defiende una postura propia. Respecto al absolutismo y al relativismo, se aboga por un relativismo relativo, pues acepta «algunos principios, con los cuales nos basta para conocer algo.»[1] Con respecto al binomio realismo e idealismo se inclina por un realismo analógico, pues el «conocimiento no se debe a la pura actividad de la mente, lo cual no deja resquicio para un realismo, pero tampoco se debe a un mundo ya completamente dado, sino que tiene una estructura básica de propiedades intrínsecas, pero también recibe lo que nuestro aparato cognoscitivo le proporciona.»[2]
El segundo capítulo se titula «El proceso del conocimiento y el realismo», En esta parte se esbozará una teoría explicativa del proceso de generación del conocimiento, compatible con el realismo propuesto por el filósofo originario de Coahuila. Dicha teoría se compone por tres elementos principales: la percepción sensible, la imaginación o fantasía, y el intelecto.
Sostiene la existencia de una percepción sensible que permite conocer el entorno; sin dejar de considerar sus correspondientes elementos subjetivos. Esta percepción presenta a los objetos de manera psíquica a nuestra mente; intencionalmente. Tenemos, menciona Beuchot, junto con Hilary Putnam y  Martha Nussbaum, sensaciones clasificadas en especies en la memoria sensible.
En este punto la imaginación entra en juego, ella trabaja los datos sensibles y los estructura para otorgarles mayor abstracción. Debido a su capacidad creativa y compositiva, puede trabajar por cuenta propia, pero sin dejar de utilizar el material de los sentidos. Además, posee otra función: la reproducción; para elaborar imágenes que utilizará el intelecto para lograr una mayor abstracción.
El intelecto genera, con dichas imágenes, los conceptos y las ideas. Estas ideas poseen, además, iconicidad; que son «los signos que mejor representan lo que representan, porque lo dan de manera directa e inmediata»[3], nos menciona el filósofo mexicano siguiendo a Pierce; posteriormente, dichos conceptos permitirán realizar juicios y raciocinios, hasta las operaciones más complicadas de la razón.
El tercer capítulo toca «El problema de la verdad». La hermenéutica analógica se ha hecho con dos enemigos con los cuales no desea confundirse. A diferencia de Nietzsche, niega el relativismo exagerado que ignora la existencia de hechos y, al mismo tiempo, afirma la interpretación como lo único existente. También se distancia de Heidegger, que afirma a la verdad como desencubrimiento como lo más fundamental; en detrimento de la verdad como correspondencia.
Esta teoría de la verdad como correspondencia se compone de definición y criterio de verdad. «La parte de definición caracteriza la verdad como adecuación entre oraciones y hechos; la parte de criterio es el nivel de representatividad del enunciado respecto al hecho.»[4] Tal teoría embona con su propuesta hermenéutica, pues abre la posibilidad de conocer de formas diversas pero con límites, estos marcados por un analogado principal que permite regular nuestras interpretaciones.
Al mismo tiempo, el autor del Tratado de hermenéutica analógica, siguiendo muy de cerca a Ramón Rodríguez, piensa en hacer compatible una verdad como adecuación y como desvelamiento. «Se trata de que la hermenéutica sujeta la adecuación a la desvelación porque toda conducta humana con pretensión de verdad se coloca en un horizonte de sentido.»[5] Mas tal sentido, no tiene por qué reducirse a una experiencia unívoca.
El cuarto capítulo habla de «El problema de la objetividad». ¿Qué elementos proporciona la hermenéutica analógica para una objetiva interpretación de los textos?, pregunta Mauricio Beuchot. En la hermenéutica hay tres criterios que deben ser considerados o valorados para pretender objetividad en nuestras interpretaciones: el sintáctico, el semántico y el pragmático.
“El primero nos hace entender el texto mismo, del modo más básico. El segundo nos hace entender la relación del texto con alguna realidad, si la hay […] El tercero nos hace entender la relación del autor con el texto, como la de un usuario con el signo, la intención que tuvo en su uso; por eso consiste en rescatar la intención del autor, como en pragmática se habla del significado del hablante[…]”[6]
Estos tres criterios de objetividad son muy importantes y no tienen que ser contradictorios. El criterio sintáctico se interesa por una interpretación coherente consigo misma. Al pragmático le atañe el uso o intención que tiene el texto para el autor; es decir, lo que pretende transmitir con el texto. A la semántica le concede mayor atención, debido a que algunas filosofías contemporáneas han ignorado, negado o disminuido su importancia. Su importancia se debe a su rescate de una  ontología; sin ella no podemos ser objetivos, pues los juicios que realizamos de verdad o falsedad los predicamos o referimos acerca de algo.
Estamos en la mitad del libro, es decir, en un quinto capítulo titulado “El problema de la certeza”. En este punto, el análisis se centra en el aspecto subjetivo, pero fundamental e inseparable, de la verdad; este ingrediente es un elemento que posee todo conocimiento, pues para llegar a él, empezamos con una opinión o creencia (puede darse por autoridad), de ésta al saber (implica una praxis), y del saber al conocimiento (existe una demostración). Para el desarrollo de las ideas anteriores, el dr. Beuchot se apoya en el cardenal Henry Newman.
Otro autor fundamental es Charles Sanders Peirce; que se interesa por una creencias con la cualidad de poseer fijación. Con tal meta en mente propone utilizar la abducción, “que es el procedimiento de plantear hipótesis, para contrastarlas por inducción, y tener así las bases para la deducción.”[7] La abducción intenta por medio de la hipótesis captar lo posible, la teoría; posteriormente se da un proceso de reconstrucción y comprobación de ella, que inicia con la recopilación de datos, propia de la inducción; y que finaliza con la comprobación de la teoría con las leyes de la realidad.
La certeza también posee grados. Existe la directa o evidente y la indirecta o de autoridad. La certeza directa se da cuando podemos preguntarle al autor acerca del sentido de alguna parte su obra; mientras que la certeza indirecta no cuenta con ello, y tiene que considerar varios elementos para no desvirtuarla; a saber, el mismo texto, otras obras del autor o toda ella, su estilo de escritura, vida y costumbres.
El capítulo sexto lleva por nombre “Modelos, metáforas, abducción, y analogía en la ciencia”. Aquí se explora la relación que tiene la actividad científica con algunas herramientas utilizadas por la analogía. Todo ello con el objetivo de hacer evidente su provecho en la ciencia, pero también, para no dejar duda de que la ciencia puede realizarse con otros métodos distintos a los consabidos deductivo e inductivo.
Tan estrecha es la relación con la ciencia, que para Max Black los modelos científicos son metáforas. El modelo analógico opera al aplicar un sistema que se utiliza en otro contexto para resolver o entender el fenómeno que nos importa. Al aplicar este modelo rescatamos la forma no su contenido. Los modelos prolíficos o afortunados son metafóricos, se dan cuando la analogía “sugiere hipótesis y especulaciones nuevas”.[8]
El italiano Filippo Selvagi, nos dice Beuchot, piensa que la analogía le ha ofrecido muchos servicios a la ciencia, debido a que “permite conocer la realidad no por sus notas intrínsecas, sino por las de otra realidad que puede ser directamente conocida, lo cual sucede de tres modos:”[9] como comparación, como metonimia y por una analogía de proporcionalidad. La comparación permite comprender un objeto desconocido a partir de uno ya conocido, de los cuales pensamos que comparten elementos. Este procedimiento es muy útil, pero tiene la dificultad de que buscamos entender una cosa a partir de otra, y ello no es suficiente; por eso no puede detenerse aquí el proceso cognitivo. La metoninia es otro tipo de analogía que permite conocer una causa a partir de su efecto, un signo por su significado, o viceversa. En la ciencia ha sido importante; por ejemplo, al inferir la existencia de la materia oscura por el campo gravitacional que ejerce sobre objetos visibles. Por último, la analogía de proporcionalidad pone en juego la comparación de dos relaciones en lugar de dos objetos. “La proporción, en cambio, supone dos razones y, por ello, cuatro términos.”[10] Se da cuando conocemos el fenómeno A, y pensamos que el fenómeno B posee un funcionamiento similar; aquí la igualdad no es cuantitativa, sino cualitativa, una semejanza de relaciones.
Otra noción importante del capítulo es la de paradigma. Posee dos características básicas: la primera es atraer por un tiempo considerable a un grupo de practicantes; la segunda es su incompletud que deja ciertos problemas o tareas. Los paradigmas, nos menciona el doctor Mauricio Beuchot parafraseando a Thomas Kuhn, se relacionan con la ciencia normal, a saber, “es la que es aceptada por la sociedad de científicos, y constituye tradiciones, en las que los paradigmas son modelos de hacer ciencia.”[11] El paradigma teje nuevos hilos para conocer una realidad desconocida a partir del modelo más efectivo que se tiene en el momento.
Hemos llegado al séptimo capítulo: “Analogía e iconicidad en Peirce, para la hermenéutica”. Aquí se analizarán algunas características y similitudes entre el ícono de Peirce y la hermenéutica analógica. El ícono es una clase de signo distinta del índice y del símbolo. Estos tres signos guardan diferentes relaciones con el significado; en el caso del índice, el significado es unívoco; en el ícono se comparte alguna cualidad con el significado; mientras que en el símbolo, hay una relación equívoca con él.
El ícono, como la analogía, es parecido al significado; es decir, ni contingente ni idéntico. Es congruente con una epistemología que sostiene o defiende la existencia de conocimientos suficientes; que profundizamos según la necesidad. Además, permite cierta pluralidad en la interpretación, pues no intenta extraer la última interpretación de cierto fenómeno, sino que abre la posibilidad de que convivan distintas interpretaciones, sin dejar de olvidar sus límites. Al no guardar una relación unívoca con lo que significa, adquiere cierta capacidad creativa. Algunas veces, puede salirse del canon para encontrar una mejor interpretación.
El octavo capítulo habla del “Pensamiento figurativo e icónico”. Este pensamiento brinda conocimientos mediante el uso de imágenes o figuras; además de que entra con mayor facilidad y profundidad en el hombre. Ejemplos de él se pueden observar en algunos textos religiosos y filosóficos occidentales y orientales. También han existido esfuerzos por realizar o consolidar una filosofía figurativa, como en el caso de José Antonio Antón Pacheco. Este tipo de filosofía se centra más en el relato, la imagen, la figura o mythos; que en el concepto o logos; de esta manera elude tanto el conceptualismo o racionalismo univocista como el inefabilismo equivocista.
A propósito del pensamiento figurativo, dice Mauricio Beuchot sobre Raymundo Lulio:
“el uso de la parábola o el apólogo para transmitir ideas. No se trata de un recurso meramente didáctico o estilístico, tiene que ver con la naturaleza misma de lo que se desea transmitir. […] En su ornato y colorido, lleva conceptos serios y rigurosos, pero lo hace de manera más flexible, aunque más profunda, porque el ícono, el símbolo, el modelo o paradigma, llegan a lo más profundo del ser humano, de tal modo que no olvidamos las fábulas y cuentos que escuchamos desde niños.”[12]
La iconicidad también está presente es en el arte; una obra artística bien lograda nos transmite algo acerca de la realidad, nos hace partícipes de alguna verdad. El arte cuando logra ser ícono pierde singularidad por ganar cierta universalidad, se torna un modelo o “prototipo de lo humano, se refiere a hechos humanos, a realidades humanas, a cosas que vivimos y sentimos todos. Ésa es la iconicidad del arte”[13] El ícono recubre de sentido a la vida, no de un sentido absoluto, sino de un sentido suficiente, que permite un punto de comunicación y entendimiento mutuo entre las personas.
El capítulo noveno nos hablará del “Problema del realismo en las ciencias”. La intención será rescatar algunas ideas, principalmente de la filosofía de la naturaleza y de la física, coherentes con un realismo científico. Beuchot rescata la propuesta de Evandro Agazzi, sobre la filosofía de la naturaleza. Para dicho autor, la filosofía y la ciencia deben colaborar y complementarse. ¿Qué importancia puede tener la metafísica para la labor científica? Según Agazzi, la metafísica permite alcanzar un conocimiento más universal que el de las ciencias, por ello puede “anteceder a la ciencia, pues lo universal ayuda a conocer lo particular. O, si se prefiere, lo particular cobra sentido en lo universal, sólo así es como se lo conoce.”[14] La metafísica, al contrario de la ciencia, ofrece un panorama global de la realidad o de los conocimientos particulares que descubre la ciencia, lucha por integrar y vislumbrar una realidad congruente de las distintas esferas del hombre; por ello, es útil para encauzar y dar significación a los desperdigados conocimientos científicos.
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Otro personaje importante, para tratar el tema de la analogicidad dentro de la ciencia, es Miguel Espinoza. Su trabajo se centra en una serie de reflexiones filosóficas dentro del campo de la física para extraer de ahí, algunos elementos ontológicos y epistemológicos, que le permitan defender algún realismo científico. También cuestiona el papel de las matemáticas como modelo único de hacer ciencia; es decir, que toda la realidad se reduzca a matemáticas; como si fuera la única capaz de conocer el mundo. Tanto en Beuchot como en Espinoza hay interés por rescatar un realismo científico no unívoco; sino dinámico, en tanto permite conocer la naturaleza de forma analógica.
El último capítulo toca el tema de “La hermenéutica analógica y su relación con las humanidades”. Este capítulo rescata cierto tipo de objetividad, que ya se propuso en los capítulos anteriores, que beneficia el análisis y la obtención de conocimientos fiables u objetivos dentro del campo de las humanidades o ciencias sociales; en concreto se revisa a la literatura, la sociología, la antropología, la psicología, la pedagogía, la historia y al derecho.
Finalmente, la importancia de la hermenéutica analógica dentro del campo de las humanidades nos dota de otra posibilidad para implementar nuevos métodos en la importante labor del conocer. Del mismo modo, se recupera la confianza en la hermenéutica como fuente de objetividad; separándonos de algunas corrientes hermenéuticas posmodernas que tienden a relativizarlo todo y de algunos positivismos dogmáticos que sólo validan un método para conocer. La hermenéutica analógica, para nuestro autor, es una de las herramientas más adecuadas para realizar investigaciones y generar conocimientos desde las humanidades y las ciencias sociales. Al respecto, nos comparte:
“Las ciencias humanas y sociales, las humanidades, […] son ciencias de la interpretación, su episteme es hermenéutica, y su instrumento conceptual puede ser una hermenéutica analógica. Si retenemos eso, evitaremos las dolorosas impostaciones, las penosas imitaciones de las otras ciencias, y podremos encontrar la episteme correcta que les toca, y que es en la que se podrán realizar adecuadamente.”[15]
Dentro de la amplia trayectoria filosófica de Mauricio Beuchot Puente este libro llena un vacío, al establecer las relaciones existentes entre su propuesta fundamental y la teoría del conocimiento. Como se ha podido apreciar, existen muchas utilidades que ofrece la hermenéutica analógica para explorar terrenos desconocidos; ella nos invita a descubrir por medio de lo familiar o análogo nuevos puentes que cruzar, nuevas posibilidades frente a la racionalización excesiva y al desconfiado escepticismo. Existen nuevas perspectivas, sin criterios imposibles de satisfacer, para nuestros intereses epistémicos; sin caer necesariamente en la irresponsabilidad o en el dañino relativismo.
El autor del mundialmente reconocido Tratado de hermenéutica analógica nos muestra los grandes alcances explicativos que posee ésta dentro del campo de la epistemología; para él, la analogía y sus instrumentos, como la metáfora, el paradigma, etc., son capaces de obtener una visión integral, y desde un mayor número de perspectivas; además de resultar de gran pertinencia y valor a la hora de estudiar al hombre y sus problemáticas.
Contacto: le_orme@live.com.mx

 

[1]    Mauricio Beuchot Puente. Epistemología y Hermenéutica analógica. Editorial Universitaria Potosina. México. 2011. p. 21.
[2]    Ibíd., p. 24.
[3]    Ibíd., p. 32.
[4]    Ibíd., p. 42.
[5]    Ibíd., p. 45.
[6]    Ibíd., p. 57.
[7]    Idem.
[8]    Ibíd., p. 86.
[9]    Ibíd., p. 88.
[10]  Ibíd., p. 89.
[11]  Ibíd., p. 91.
[12]  Ibíd., p.116.
[13]  Ibíd., p.120.
[14]  Ibíd., p. 129.
[15]  Ibíd., p. 150
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