Adolfo Sánchez Vázquez y el compromiso intelectual

A cinco años de la partida del filósofo

 Por: Héctor Eduardo Luna López

Círculo de Estudios de Filosofía Mexicana

hell.codex@gmail.com

Estamos a cinco años del fallecimiento de uno de los filósofos hispanomexicanos más importantes de los últimos años: Adolfo Sánchez Vázquez, filósofo republicano que encontró refugio en nuestro país hacia 1939, después de la caída de la Segunda República Española.

Durante sus años en España, Sánchez Vázquez estudió Filosofía en la Universidad Central de Madrid y se dedicó a la poesía. Era desde entonces un intelectual que comprendía en carne propia la necesidad de comprometerse con las causas sociales de su contexto, circunstancias que a su espíritu humanista le exigían de manera ineludible la acción política y militante, y que se tradujeron en su decisión de empuñar las armas en la guerra civil defendiendo el espíritu democrático frente al ascenso del fascismo en España.

Llegado a México a los 23 años de edad, le esperaría una larga y productiva vida dedicada a la filosofía, la academia y la reflexión sobre los principales problemas del hombre concreto. Su actividad la desempeñó principalmente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Es en esa institución donde en 2003 imparte una serie de conferencias en el marco de la Cátedra Extraordinaria Maestros del Exilio Español, tomando como tema eje la relación entre la moral y la política, que luego darían lugar al libro Ética y Política, publicado en 2007 por el Fondo de Cultura Económica.

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De dichas conferencias me parece sumamente destacable y necesario de recordar aquella que lleva por título: “La dimensión político-moral del compromiso intelectual”. Y me parece relevante, pues en nuestras circunstancias actuales de violencia generalizada en nuestro país, accionada no sólo por grupos del llamado crimen organizado del narcotráfico, sino también por el Estado, que se traduce en injusticias sociales, desapariciones, corrupción, impunidad, ausencia de principios éticos en el quehacer político, y en el desprestigio general de la actividad cívica pública, es necesario hacer un llamado a los intelectuales a reflexionar, nuevamente, sobre el compromiso que tienen nuestras actividades con la realidad que nos rodea. Ni qué decir si resulta de extrema urgencia ante problemas como el conflicto entre el Estado y los trabajadores de la educación que, en días recientes, ha escalado de forma dramática en violencia e intolerancia por parte del gobierno.

En dicha conferencia, Adolfo Sánchez Vázquez (ASV) pone de relieve que el interés por la vida de la sociedad en que nos desenvolvemos, sus coyunturas, condiciones materiales y sufrimientos, no son temas ajenos a los intelectuales; que participar del debate en torno a los atolladeros de la sociedad, su diagnóstico y posibles soluciones, no es una actividad espuria de la filosofía, sino todo lo contrario, una necesidad ineludible.

En primer lugar, ASV nos dice que dicho compromiso y responsabilidad del intelectual con la sociedad ha perdido fuerza en nuestro presente en comparación con la atención que recibía entre los años 30’s y 60’s del siglo pasado ante sucesos como la guerra civil española, la segunda guerra mundial, el nazismo, los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, o la Guerra Fría. Momentos coyunturales a nivel mundial que movían voluntades de personajes y en general de amplios espacios académicos e intelectuales.

Si bien dichos episodios hoy se consideran cerrados, los problemas que entrañaron y que los suscitaron siguen estando presentes en dilemas tales como la dominación imperial o la autodeterminación nacional; la paz o la guerra; la dicotomía entre civilización o barbarie; así como el peligro inminente de una guerra nuclear de escala global.

El planteamiento de ASV es que la subsistencia de estos problemas y dilemas es, precisamente, lo que vuelve necesaria y válida la cuestión del compromiso y la responsabilidad de los intelectuales; la problemática existencial del ser humano hace vigente el papel del intelectual comprometido con sus semejantes, con su comunidad local y nacional, así como con el género humano en su conjunto.

Otra cuestión que nos sugiere ASV es sobre el terreno donde ha de llevarse a cabo el compromiso, éste espacio, nos dice, no puede ser otro que el de la práctica concreta, el de la realidad vivida. Tal compromiso se materializa cuando el intelectual va más allá de su propia actividad, es decir, cuando trasciende su actividad poética, pictórica, literaria, científica o, por supuesto, filosófica, y entonces esa actividad propia del intelectual “trata de ponerla en sintonía con su compromiso como ciudadano en la vida real”.[1]

De tal manera que el filósofo mexicano-español nos lleva a pensar en otra de las principales ideas que desarrolló, la de la ideología, su naturaleza y función. Cuando Sánchez Vázquez habla de poner la práctica intelectual al servicio de la vida real, nos advierte que, por eso mismo, la obra intelectual no puede ser “inocente” o neutra ideológicamente hablando; es decir, que toda obra artística, científica o filosófica tiene una carga ideológica en tanto que entraña un modo de ver el mundo, que contiene ideas, valoraciones, fines y principios que son compartidos por grupos sociales más o menos extensos y, por su grado de universalidad, por el ser humano en general. En ese sentido, ASV advierte que por su contenido ideológico, por la acogida que la sociedad le da a la obra intelectual y por el uso que de ella hace, el producto de los intelectuales tiene efectos prácticos en la realidad, al criticarla, apoyarla o transformarla.

Asumir lo anterior, nos dice el filósofo, supone nuestra confianza en que las ideas y los valores que guarda nuestra actividad intelectual tienen la capacidad de transformar la realidad:

el verdadero compromiso se da cuando el intelectual se propone deliberadamente producir cierto efecto social como el de influir en las conciencias y promover determinado comportamiento individual o colectivo, y cuando se hace responsable de las consecuencias de su obra en este plano práctico, real…

… comprometerse significa optar por provocar efectos que contribuyan, según los casos, a mantener, reformar o transformar esa realidad humana y significa, también, asumir la responsabilidad de los efectos que busca el autor con su obra y su conducta en la vida real.[2]

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El filósofo hispanomexicano Adolfo Sánchez Vázquez. Foto: José López. La Jornada.

En contraparte, nos dice ASV, desatender el compromiso y la responsabilidad de los principios y consecuencias que tiene la ciencia, el arte, la política o la filosofía en la vida real, para replegarse al “santuario” del pensamiento, da lugar a la desafortunada máxima: “sálvense los principios aunque se hunda el mundo”.

En el caso de la filosofía, el autor nos dice que siguiendo a Marx, la actividad intelectual comprometida y responsable implicaría ir más allá de la naturaleza crítica de la actividad filosófica para pasar de la crítica de las ideas a “la crítica en acto, en la práctica, en la realidad”;[3] traducir el compromiso filosófico en actividad práctica, política, concreta, de transformación.

Contrario a ello, advierte del riesgo de asumir una postura de realización “libre” en la que el intelectual se amuralla en su actividad y sólo se compromete con ella, desdeñando la plaza pública así como cualquier compromiso político y social con el que pudiera involucrarla. De esta práctica intelectual se tendría, por ejemplo, al poeta, que sólo se compromete con el dominio del lenguaje y su expresión estética, al científico comprometido sólo con la verdad de sus descubrimientos, y al filósofo únicamente comprometido con la fundamentación epistemológica de su filosofía. Todos ellos, poseedores de una obra intelectual castrada en cuanto a su capacidad de producir efectos sociales y transformadores de la realidad.

Una de las razones que podrían explicar que algunos intelectuales opten por el “amurallamiento” y la desvinculación social, nos explica ASV, es la premisa falsa de que “todo compromiso político desemboca en una degradación o anulación del valor específico filosófico, poético, científico, artístico, del producto de su actividad”[4], premisa que resulta falsa al contrastarla con innumerables ejemplos que se dan empíricamente, como por ejemplo, el mural “Guernica” de Picasso que no escatima en calidad artística al mismo tiempo  que representa una de las más agudas críticas a los horrores de la guerra. Lo que sí implica el compromiso intelectual, acota Sánchez Vázquez, es que tendrá efectos sociales más profundos cuanto más alto sea el valor propio de la obra comprometida: “El arte puede ser político a condición de que sea arte”.[5]

Otra de las razones que ASV pasa a examen y que critica como sostén de la posición comodina del enclaustramiento en la famosa “Torre de Marfil”, es la premisa de que el intelectual que se compromete con causas políticas y sociales pierde su libertad y responsabilidad. Y advierte Sánchez Vázquez que, si bien dicho riesgo es latente, debe preservarse en todo momento un compromiso libre, autónomo y responsable que tenga por fin servir a una idea, a una causa o a ciertos principios. La crítica y la autocrítica serían en este momento las únicas garantías para no degradarse moralmente como intelectual ni degradar su propia obra; dicha degradación, reconoce ASV, efectivamente sucedería cuando el intelectual se somete servilmente a una instancia exterior: llámese Iglesia, Estado, Partido o Mercado. Podríamos decir, p. ej., cuando un intelectual se vuelve un burócrata o funcionario del Estado. El problema sería suponer que naturalmente el compromiso conllevaría en sí mismo la degradación, la libertad y la pérdida de sentido crítico y autónomo del intelectual.

Finalmente, en su conferencia, ASV también reflexiona en torno a la pregunta de si hoy en día existen grandes causas que merezcan nuestro compromiso con ellas. Para contestar, pasa a revisión la idea posmoderna que afirmaría que no existen ya tales causas o que, si las hay, no podemos estar seguros de que existan. Y nos explica ASV que tal respuesta surgió tras la caída del socialismo realmente existente, fenómeno que movió opiniones y voluntades de muchos intelectuales, a favor y en contra, partidarios o no, pero que acríticamente creyeron que esa era la única realización del socialismo y que, en los hechos, tras resultar dogmática, persecutoria de sus críticos y por último derrumbada, supuso la caída de los “grandes relatos emancipatorios”. Con la caída de tal relato y la crisis que ello supuso para los intelectuales que depositaron su confianza en tal proyecto, también cayó en descrédito la idea misma del compromiso intelectual.

Afortunadamente, el mismo ASV es ejemplo claro de las pocas posiciones intelectuales que en su momento y oportunamente se percataron de que esa no era la única ni la mejor expresión posible del socialismo, ni que tal representaría la panacea universal. Al sostener esto último, se abre las posibilidad de que existan principios, ideas y valores con los que sería valioso comprometerse pero, insistirían los posmodernos, ¿vale la pena arriesgarse a comprometerse con lo incierto o lo inseguro?, ¿es lógico, comprometerse con algo tan inseguro “como sería precisamente la construcción de una sociedad emancipada verdaderamente libre, justa y digna”?[6] Sánchez Vázquez contesta que sí vale la pena, porque la historia la hacen los hombres, no está determinada ni ha terminado; un episodio de la misma, como la caída del “gran relato emancipador” del siglo XX no es determinante teleológicamente para el curso de la historia, ni del socialismo, ni del pensamiento y la acción humana. La misma incertidumbre debería comprometernos: “No hay, pues, que dejarse arrastrar por la trampa de identificar lo que en verdad es incierto e inseguro con lo imposible”.[7] El consejo del filósofo mexicano-español es precisamente, comprometerse intelectualmente para que lo inseguro de hoy sea la certeza del mañana.

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Adolfo Sánchez Vázquez en 2003. Foto: El País.

¿Cuáles son los retos con los que Sánchez Vázquez consideraba valioso comprometerse? Aquí una breve serie de urgencias que diagnosticó y que bien podrían constituir una agenda pública, para intelectuales, gobiernos, agrupaciones de la sociedad civil, pueblos indígenas y sociedad en general:

  • Oponerse a una monstruosa política.
  • Defender la soberanía y autodeterminación nacional.
  • Pronunciarse por un internacionalismo verdadero de los pueblos frente a la internacionalización y globalización del capital.
  • Ser solidario con los pueblos agredidos económica o militarmente.
  • Oponerse a toda injusticia social.
  • Luchar por un reparto equitativo de la riqueza.
  • Propugnar por una democratización más amplia y participativa.
  • Pronunciarse por una diversidad cultural, étnica, religiosa, sexual.
  • Reivindicar los derechos de los pueblos indígenas.
  • Defender la educación pública y gratuita.
  • Promover una política ambiental justa.
  • Defender los derechos humanos…

 

“NO FALTAN CAUSAS DE GRAN ALIENTO CON LAS QUE COMPROMETERSE; ALINEARSE CON ELLAS SIGNIFICA PARA UN INTELECTUAL RESPONDER AL IMPERATIVO NO SÓLO POLÍTICO SINO MORAL DE SERVIRLAS CON SU OBRA; CON SUS PROPIAS ARMAS, LAS DE LA CRÍTICA, LA ARGUMENTACIÓN RACIONAL O LA IMAGINACIÓN; CON SU CONDUCTA DE HACERSE PRESENTE EN LA PLAZA PÚBLICA…”[8]

A cinco años de la ausencia del filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, una de las mejores formas de honrar su memoria y su pensamiento, además de conocer y valorar su obra, es asumir los compromisos que nos planteó a quienes nos dedicamos a la filosofía: ir más allá de nuestra labor reflexiva, asumir que podemos transformar la realidad en beneficio de causas justas, de causas que enarbolen principios morales para el bien de nuestras sociedades y del ser humano en general. Hoy más que nunca es necesario sostener la bandera del pensamiento crítico, de la capacidad transformadora de las ideas y de la vocación práctica de la filosofía, poniendo empeño en los desafíos que como ciudadanos mexicanos y del mundo, enfrentamos día con día. Que el compromiso intelectual se nos revele como una necesidad vital, y que la necesidad vital nos obligue a estar atentos de la realidad.

 hell.codex@gmail.com

 [1] Adolfo Sánchez Vázquez, Ética y política, Fondo de Cultura Económica, México, 2007, p. 56.

[2] Ibid., p. 57.

[3] Ibid., p. 60.

[4] Ibid., p. 61.

[5] Ibid., p. 62.

[6] Ibid., p. 65.

[7] Ibid., p. 66.

[8] Ibid., p. 68.

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  1. SALUDOS!!! LEEREMOS SU ARTÍCULO EN EL PROGRAMA DE RADIOSOFANDO DE ESTE SÁBADO DE 12 A 15 HRS. A LAS 14 HRS. APROXIMADAMENTE, PUES ESTAREMOS HABLANDO DE SÁNCHEZ VÁZQUEZ A CINCO AÑOS DE SU FALLECIMIENTO POR http://www.radiosofando.com y http://www.radiosofando.com.mx Y por tunein radio: radiosofando

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