Fray Francisco de Toral. Primer obispo y defensor de los indios de Yucatán.

Por Monserrat Ríos
Nació en 1500 o 1501 en la parroquia y barrio de San Isidro de la ciudad de Úbeda. A temprana edad abrazó el hábito de religión de San Francisco de Asís de las manos de Fray Cristobal de Anguis.[1] Cumplido su noviciado, recibió lecciones de Artes, Filosofía y Teología en el convento de San Francisco de Sevilla.
En 1542 llega a Nueva España con el grupo de frailes dirigidos por Fray Jacobo de Tastera, permaneciendo con él en la provincia del Santo Evangelio, México. En 1544 ingresa al convento de Tecamachalco, Puebla, donde conoce a Fray Andrés de Olmos y Fray Francisco de Talavera. Durante su estancia ahí aprende la lengua popolaca para posteriormente describir y traducir de los nativos popolacos su arte y hacer un vocabulario, también escribe en dicha lengua doctrinas y sermones. En 1557 es electo provincial del Santo Evangelio, cargo que le generó dificultades con sus compañeros de orden, como Alonso de Montufar y Vasco que Quiroga.
En 1560 en una carta del Rey se le comunica su nombramiento como obispo de Yucatán.
Ideológicamente hablando, fue un franciscano que junto a Fray Luis de Villalpando, en Yucatán, actúo ante las adversidades que se le presentaban en su contexto y momento. Eran hombres que “creían más adecuado fundar una iglesia con hombres que gozaran de las mismas prerrogativas y derechos [que los españoles, es decir] si en el plano civil, españoles e indios eran vasallos del rey, en el plano religiosos ambos eran hijos de Dios y como tales debían ser tratados” [2]
El 14 de agosto de 1562, Toral llega a Yucatán, donde es informado del proceso inquisitorial de Maní efectuado por Fray Diego de Landa, lo que desata una fuerte polémica acerca de los adecuados métodos para la evangelización y para erradicar la idolatría entre los indios, polémica que entre deja ver perfectamente dos posturas franciscanas acerca de la concepción que se tenía del indio y del trato que se tenía que darle.
Toral redacta los acontecimientos suscitados a partir de Auto de Fe de Maní dirigido por Landa:
… Sabrá su Majestad que se descubrieron unos ídolos en la provincia de Maní, pueblo puesto en la Corona Real. Y como no había aún venido el obispó, él [Fray Diego de Landa], cómo juez ordinario… invocó el brazo secular, un juez que proveyó vuestra Majestad a mi petición, que se llama el Doctor Quijada… él fue a la provincia de Maní con muchos españoles manu armata, y el Provincial Fray Diego de Landa se hizo Inquisidor Mayor y tomó otros tres acompañados frailes consigo… El modo con que sacaban los ídolos los frailes era que colgaban los indios. Primero azotaban a los indios por manos del Provincial (Landa), y cuando menos azotes le daban eran ciento, y si no confesaba tener ídolos, lo colgaban públicamente en la ramada de la iglesia por las muñecas y echabanle mucho peso a los pies, y quemabanle las espaldas y barrigas con hachas de cera encendidas hasta que confesaban los ídolos… Fue tanto el exceso que andaban atónitos los indios que no sabían qué hacer…”[3]
Este exceso, continúa el testimonio, incluía: persecución, esclavitud, encarcelamientos y profanación de difuntos para con sus huesos hacer arder los ídolos. Esto propició la huida de los indios a las montañas, suicidios y denuncias bajo falso testimonio.
mapayucToral señala, en cartas enviadas al Rey, que la situación en la que encuentra Yucatán es consecuencia del maltrato y de abandono en que están los indios; por lo que de algún modo, él encuentra justificada la idolatría como responsabilidad de la poca ilustración de tenían los misioneros del lugar, entre ellos Landa.
Dedicó ocho meses a investigar cómo había sucedido el proceso inquisitorial contra los indios de Maní. Durante este tiempo, se fue desarrollando un periodo de tención y fricciones entre el provincial franciscano Diego de Landa, y el recién llegado Obispo de Yucatán Francisco Toral, que agudizó la disputa sobre los métodos de evangelización y sobre la violencia o dulzura en la cristianización de los indios.
Alrededor de las acciones cometidas por Landa durante el Auto de Fe de Maní, argumentaba que la fundamentación de sus actos estaba basada en la bula Exponi Nobis de Alejandro VI; bula que dotaba de facultades evangélicas a los religiosos que estuvieran en aquellos sitios fuera del alcance de la diócesis episcopal, más allá de dos días de viaje de distancia. La mencionada bula, otorgaba la potestad de ser autoridades apostólicas, a las órdenes mendicantes, que no tuvieran obispos, con su excepción para aquellos casos que requirieran una consagración episcopal. Sin embargo, Toral calificó que la bula no autorizaban a las ordenes mendicantes actuar como jueces inquisitoriales, por lo tanto, los actos de Landa eran “desmedidos, crueles, e inhumanos [denunciándolos como] antievangélicos. Escribe Toral sobre lo acontecido en Maní:
…Y por las confesiones así hechas, luego los condenaban estos padres a tantos reales de pena y se los llevaban, y a tantos azotes, y se los daban y a obra de servicio en casa de los españoles. E hicieronse inquisidores: El Provincial [Landa] era el inquisidor mayor, y otros tres, inquisidores que juzgaban con él […] Hé dicho todo esto para que V. M. sepa que en lugar de doctrina han tenido estos miserables tormento; y en lugar de les dar a conocer a Dios les han hecho desesperar; y en lugar de los atraer al gremio de nuestra madre Santa Iglesia de Roma, los han echado a los montes; y lo que es peor que quieren sustentar que sin tormentos no se les puede predicar la ley de Dios, lo cual reprueba la Santa Madre Iglesia.[4]
Dadas las acusaciones y el juicio que Toral impulsó en contra de Landa, en 1563 el provincial Landa tuvo que abandonar Nueva España para defender sus acciones y motivantes y los de sus hermanos de orden, frente al rey en España.
Toral concibe la evangelización como un proceso pacífico, un proceso que tiene que llevarse a cabo por amor, y no como acostumbraban Landa y sus acompañantes, quienes dice Toral: “lo que es peor, es que quieren sustentar que sin tormentos no se les puede predicar la ley de Dios, lo cual reprueba la Santa Madre Iglesia.”[5]
Por el contrario el obispo se esforzaba porque durante su periodo ahí, tuvieran oportunidad los indios de ser instruidos en las cosas de la fe católica, de manera pacífica, cuyo mayor enseñanza fuera el ejemplo mismo que los clérigos pudieran dar con sus actos. Al respecto decía: «La conversión de la fe es resultado de la gracia, del amor sincero, no de imposiciones y él debió ganarse el respeto de los habitantes de esta tierra por practicar estas virtudes”.[6]
Justamente, parte de estos ejemplos que Toral impulsó para el adoctrinamiento pacifico, fue apoyar las escuelas de lengua maya y náhuatl, en las cuales se enseñaba la doctrina a los jóvenes, esto con dos intenciones, la primera es tener jóvenes adeptos en la fe católica y dos, que pregonaran la fe entre sus comunidades. Esto de alguna forma resolvía la falta de misioneros a la que se enfrentó la zona sur del país, y de la cual no tuvo apoyo por parte de la Corona, pese a que en muchas ocasiones se le solicitaba. Por otra parte, también se dedicó al rescate de la lengua, y junto con sabios mayas y religiosos participaron en la creación del famoso Diccionario de Motúl.
Francisco de Toral murió en abril de 1571, en la capilla de Santo Evangelio, México.
Era varón de mucha paciencia y perseverancia en el trabajo de la obra apostólica. siendo (como era) viejo, y tan pesado y enfermo. Mostrábase incansable en oír confesiones y no había más diferencia en él del tiempo de la Cuaresma, al de entre año, porque perpetuamente confesaba todo el día, entre semana y predicaba los domingos. Y en estos santos ejercicios acabó la vida presente y pasó a la eterna, año de 1572. dejando mucho consuelo espiritual a los que le vieron morir, muerte tan bienaventurada como la que murió en el convento de San Francisco de la Ciudad de los Ángeles, donde yace su cuerpo sepultado y su alma se ere piadosamente, que está gozando de Dios por haberle servido en la obra de la conversión de estos naturales, con tanta fidelidad y trabajo ordinario que por su amor tuvo, y si servir a Dios es reinar (como dice el Apóstol) también será el premio de su servicio la gloria perdurable, pues la promete a todos aquellos que se precian de ser sus fieles y leales obreros. [7]
[1] José María Hijar y Haro, apud, op. cit. p.155.
[2] Ibíd., p.129
[3] Documento XXXIV en Scholes, France y Eleonor Adams, Don Diego Quijada, alcalde mayor de Yucatán, (1561- 1565). T. II, México, Antigua Librería Robledo, 1963, p.465 y ss.
[4] Doc. LXXXV
[5] Doc. XLVI
[6] Fray Francisco Toral fue un propagador eficaz de la palabra de Dios. En línea:
<http://www.arquidiocesisdeyucatan.com.mx/news/fray_francisco_toral_fue_un_propagador_eficaz_de_la_palabra_de_dios/2012-08-28-1338 > [Consulta: 03/01/2015]
[7] Fray Juan de Torquemada, Monarquía Indiana. Versión en línea:
<http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/monarquia/volumen/06/03Libro%20Veinte/miv6105.pdf > [Consulta: 03/ 04/ 2015]

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