El Manifiesto a todos los oprimidos y pobres de México de Julio Chávez López.

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Por Carlos García
zero.aprl@gmail.com
Sueña Antonio con que la tierra que trabaja le pertenece,
sueña que su sudor es pagado con justicia y verdad,
sueña que hay escuela para curar la ignorancia y medicina para espantar la muerte,
sueña que su casa se ilumina y su mesa se llena,
sueña que su tierra es libre y que es razón de su gente gobernar y gobernarse,
sueña que está en paz consigo mismo y con el mundo.
Sueña que debe luchar para tener ese sueño,
sueña que debe haber muerte para que haya vida.
Sueña Antonio y despierta…
Ahora sabe qué hacer y ve a su mujer en cuclillas atizar el fogón, oye a su hijo llorar, mira el sol saludando al oriente, y afila su machete mientras sonríe.
Un viento se levanta y todo lo revuelve, él se levanta y camina a encontrarse con otros.
Algo le ha dicho que su deseo es deseo de muchos y va a buscarlos. Subcomandante Insurgente Marcos.
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El encuentro entre el maestro y su discípulo.  
Hacia 1861 el filósofo socialista griego Plotino C. Rhodakanaty emigró a México con la intención de fundar una colonia agrícola. Una vez instalado en nuestro país y después de haber realizado propaganda socialista durante algunos años, a finales de noviembre de 1865 se trasladó a Chalco, poblado ubicado al oriente del Estado de México, para concretar el plan por el que había realizado su viaje.
El filósofo no pudo instaurar su colonia agrícola, sin embargo logró fundar una escuela a la que llamo La Escuela del Rayo y el Socialismo, en la que se dedicaba a alfabetizar a niños y a campesinos, además de difundir los ideales socialistas. José C. Valadés ha recuperado el fragmento de una carta que Rhodakanaty envió a Francisco Zalacosta, uno de sus discípulos, y en la que se refiere por primera vez a Julio Chávez López, fechada el 3 de septiembre de 1866: “Entre ellos, está un muchacho; trabaja en una hacienda cercana a Texcoco. Ya aprendió a escribir; sabe también hablar regularmente. Me ha dicho que pronto dará una conferencia socialista. Le he hablado de usted y me ha ofrecido hacer una tentativa para escribirle. Se llama Julio Chávez.”[1]
Los campesinos a los que el filósofo griego alfabetizaba vivían en condiciones sumamente deplorables. Eran tomados como parte de la leva, amenazados por los grupos revolucionarios y se hallaban sumidos en la peor esclavitud derivaba de los trabajos que realizaban en las grandes haciendas. Esto llevó a Chávez López a llevar a cabo los ideales que su maestro le había enseñado, sólo que de manera más radical; ya no era la colonia agrícola lo que el joven socialista deseaba, quería que los campesinos se liberaran del yugo que los tenía sometidos, ahora realizaría la insurrección agraria.
Para 1867, Chávez inició con el asalto a las haciendas de Chalco y Texcoco, acción que se extendería a los estados de Morelos, Puebla, Tlaxcala e Hidalgo. En su ataque a las haciendas, el joven socialista se dedicaba a repartir las tierras de los hacendados entre los campesinos y a quemar los documentos que acreditaban a los terratenientes como propietarios, aunque esos terrenos habían sido adquiridos mediante el despojo y la violencia hacia las comunidades campesinas.
Desde luego los periódicos de la época condenaron lo realizado por López Chávez, le tachaban de “comunista” cuyos actos “alteraban” la “paz pública” y “atentaban” contra la propiedad privada, razones suficientes para comenzar con su encarnizada persecución. Es necesario comprender que las razones del joven socialista iban más allá del simple ataque a la propiedad, no se trataba de la acción aislada de un individuo empeñado en la destrucción por la destrucción misma, sino del producto de una determinada condición social y económica que dañaba y excluía a quienes menos tenían: a los pobres y a los oprimidos. Los pueblos por los que pasaba el rebelde lo apoyaban abiertamente, y cuando no podían lo hacían tácitamente escondiéndolo o ayudándolo en lo que necesitara. A la intención de López Chávez de apoyar a los campesinos de Puebla con la recuperación de sus tierras, Juárez respondió con el reforzamiento militar de la zona.[2]
Luego de un enfrentamiento en Hidalgo, en el que Chávez tuvo pérdidas considerables, éste fue capturado y llevado a Chalco para ser fusilado. El 1 de septiembre de 1869 fue ultimado en la Escuela del Rayo y del Socialismo, fundada por su maestro algunos años atrás. Al morir exclamó “¡Viva el socialismo!”.[3]
El Manifiesto a todos los oprimidos y pobres de México que el joven rebelde emitió el 20 de abril de 1869 se constituyó como el sustento ideológico de la lucha campesina que llevó a cabo Julio Chávez López.
Nos queda preguntarnos, ¿es actual una lucha y un documento como el que reproducimos a continuación? ¿Qué condiciones políticas, económicas y sociales permiten que unos cuantos gocen de todo mientras que pocos apenas y tienen para sobrevivir? Del libro El Socialismo en México. Siglo XIX de Gastón García Cantú, recuperamos íntegro el Manifiesto a todos los oprimidos y pobres de México, quien a su vez lo recibió de manos de José C. Valadés. Queda a ustedes juzgar al personaje, sus ideas, sus modos y sus razones.
El Manifiesto a todos los oprimidos y pobres de México.
“Ciudadanos mexicanos-dijo en su manifiesto Julio López-: Ha llegado la hora de conocer a los hombres con el corazón bien puesto; ha llegado el día en que los esclavos se levanten como un solo hombre reclamando sus derechos pisoteados por los poderosos. Hermanos: ha llegado el momento de despejar el campo, de pedir cuentas a los que siempre nos las han exigido; es el día de imponer deberes a quienes sólo han querido tener derechos.
Vamos a una contienda de sangre. ¿Pero qué importa si esta sangre es generosa? Fertilizará nuestros campos; dará exuberancia a las plantas y dejará un rastro a la humanidad del futuro.
Infinidad de años y de siglos hemos caminado penosamente agobiados por el cansancio, por la miseria, por la ignorancia y por la tiranía, y el día de la venganza sagrada es con nosotros.
¿Qué poseemos sobre la superficie del universo, los que vivimos clavados en el trabajo? ¿A quién deja beneficio el sudor de nuestras frentes, las lágrimas de nuestros ojos, el dolor en nuestras espaldas, el cansancio en nuestros brazos, la fatiga en nuestros pies y la angustia en nuestros corazones? ¿Quién ha pensado alguna vez en recoger lo que siembra, cuando todo se nos arrebata?
Los que se han aprovechado de nuestra debilidad física, moral e intelectual, se llaman latifundistas o terratenientes o hacendados. Los que pacientemente nos hemos dejadoIMG_6091 (copia) arrebatar lo que nos corresponde, nos llamamos trabajadores, proletarios o peones. Los peones hemos entregado nuestras vidas e intereses a los hacendados y estos nos han sometido a los mayores abusos; han establecido un régimen de explotación por el que estamos condenados a no disfrutar de la vida. ¿En qué consiste el régimen de explotación establecido? Es un sistema que exclusivamente se dirige a mancillar la existencia de un peón. Nuestros padres fueron comprados por la hacienda, al precio de un real diario de jornal, y como no era posible poder subsistir con un REAL, porque en los mercados establecidos en las haciendas se compraban los artículos a los precios más exagerados, aun aquellos artículos que nosotros hacemos producir con nuestra mano, mes por mes y año por año, se iba haciendo una deuda, a cargo de nuestros padres. ¿Quién podría solventar aquella deuda, cuando el jornal no pasaba de ser el misérrimo real? ¿Quién habría de prestar a nuestros padres para cubrir sus deudas? ¿quién les había de abrir crédito?, cuando el crédito siempre está en manos de los detentadores de la producción?
Cuando nosotros venimos a este mundo, nos encontramos con que las deudas de nuestros padres, pasaban a nuestro cargo, y que por lo visto, habíamos nacido esclavos y con la obligación de seguir trabajando en el mismo lugar, bajo el mismo sistema, a título de cubrir la famosa deuda. Pero nuestro jornal tampoco aumentaba; nuestro crédito tampoco se abría y teníamos que conformarnos con la misma situación.
¿Y quién ha cooperado a mantenernos en el silencio, en la humillación en la ignorancia y en la esclavitud? La iglesia y solamente la iglesia que por medio de sus hipócritas misiones, ha tejido la mentira de la salvación espiritual en un lugar que no es la tierra. Nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras esposas y nuestras hijas, rezan con fervor pidiendo a todos los santos que nos salven de esta situación horrenda.
Mas todo ha sido en vano, porque según ellos, los frailes, hemos venido a padecer a este valle de lágrimas y tenemos que esperar para que en el cielo nos premien la resignación. Lo más curioso del caso, es que los que nos piden resignación son los menos que se resignan a una existencia penosa, ya que han adquirido propiedades inmensas, las han explotado a sus anchas y con grandes beneficios y también con toda paciencia nos han explotado: HAN COMIDO OPÍPARAMENTE DEL SUDOR DE NUESTRA FRENTE
Los curas nos han engañado profanando la doctrina del gran Cristo, a quien hay que reivindicar, ya que sus promesas de caridad, de paz y de concordia siempre han sonado en nuestros corazones con inmensa alegría. Por desgracia, no se ha llegado el momento de hacerlas efectivas porque sus llamados representantes desempeñan el papel de judas, que el Cristo bondadoso siempre condenó por ser el mal frente a la razón que predicaba.
Que reine la religión pero nunca la Iglesia y menos los curas. Por eso las Leyes de Reforma, a las que nosotros apoyamos desde hoy y para siempre son tan grandes, lástima que no se practiquen en todo su rigor, debido a que los mismos gobiernos que las proclaman hacen al fin causa común con los enemigos del pueblo víctima de traiciones.
En el estado libre y soberano de Puebla, se ha visto que los curas han acarreado con todo para los altares y después para sus casas. Han llevado grano por grano de nuestras cosechas, diciéndonos que cada grano era una indulgencia que se concedería a nuestros pecados en la otra vida, y así, de acuerdo con los hacendados nos han dejado en la ruina más espantosa.
Si los curas son malos, también lo son todos los hombres que mandan. ¿Qué diremos de eso que hemos dado en llamar gobierno, y es tiranía? ¿Dónde está el gobierno bueno?
Juárez, a pesar de llamarse republicano y enemigo de la iglesia, es un mocho y déspota: es que todos los gobiernos son malos.
Por eso, ahora nos pronunciamos contra todas las formas del gobierno: queremos la paz y el orden.
Hemos pedido tierras y Juárez nos ha traicionado. ¿Por qué no tener el pedacito de tierra que labramos? ¿Con qué derecho se han apropiado algunos individuos, unos cuantos, de la tierra que debería ser de todos?
¿Quién ha sido ese atrevido que con lujo se hizo señalar sus propiedades, cuando éstas no tenían más dueño que la naturaleza?
Los hacendados han sido los hombres fuertes, que valiosos del ejército que ellos mismos sostienen para asegurar sus propiedades, han señalado sus posesiones en los lugares que han deseado, sin que el pueblo proteste. Habíamos creído que el triunfo de la república sería el verdadero triunfo del pueblo, ya que todos los hacendados se habían refugiado en los faldones del imperio; pero con suma tristeza hemos visto, que estos mismos hacendados han tenido refugio en los faldones republicanos, lastimándose así los intereses que deberían ser inviolables; los de los pobres. Esto indica que es menester emprender una lucha más justa y más racional, que venga a asegurar lo que nosotros queremos.
¿Qué queremos nosotros?
Hermanos nuestros:
Queremos el socialismo, que es la forma más perfecta de convivencia social; que es la filosofía de la verdad y de la justicia, que se encierra en esa triada inconmovible: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Queremos destruir radicalmente el vicioso estado actual de explotación, que condena a unos a ser pobres y a otros a disfrutar de las riquezas y del bienestar; que hace a unos miserables a pesar de que trabajan con todas sus energías y a otros les proporciona la felicidad en plena holganza.
Queremos la tierra para sembrar en ella pacíficamente y recoger tranquilamente, quitando desde luego el sistema de explotación; dando libertad a todos, para que siembren en el lugar que más les acomode, sin tener que pagar tributo alguno; dando libertad para reunirse en la forma que más crean conveniente, formando grandes o pequeñas sociedades agrícolas que se vigilen en defensa común, sin necesidad de un grupó de hombres que les ordene y castigue.
Queremos abolir todo lo que sea señal de tiranía entre los mismos hombres viviendo en sociedades de fraternidad y mutualismo, y estableciendo la República Universal de la Armonía.
¡Pueblo Mexicano!
Este es nuestro plan sencillo, que haremos triunfar en alguna forma y en pos del verdadero triunfo de la libertad.
Seremos perseguidos; tal vez acribillados, ¡no importa! Cuando en nuestro pecho laten esperanzas. Qué más tenemos en nuestra vida si no es morir antes que seguir perpetuando el agobio de la miseria y de los padecimientos. Se nos desprecia como liberales, se nos mancilla como socialistas y se nos condena como hombres. Es indispensable salvar el momento, y levantar nuestros esfuerzos en torno de esa sacrosanta bandera de la revolución socialista, que dice desde lo más alto de la República: “Abolición del gobierno y de la explotación”
Alcemos nuestra cara buscando con serenidad nuestra salvación que radica en nosotros mismos.
Queremos tierras, queremos trabajo, queremos libertad. Necesitamos salvarnos de todos los padecimientos, necesitamos salvar el orden, en fin, lo que necesitamos es el establecimiento de un pacto social entre los hombres a base de respeto mutuo.
¡VIVA EL SOCIALISMO! ¡VIVA LA LIBERTAD!
Dado en Chalco, en el día 20 del mes de abril del año de 1869.”[4]
 
[1] Valadés, José C. El socialismo libertario mexicano. Siglo XIX. Prólogo, reconstrucción y edición de Paco Ignacio Taibo II. México: Rosa Luxemburg Stiftung/Para leer en libertad A.C., 2013 p. 49
[2] Idem.
[3]Ibid. pp. 57-58
[4] Chávez López, Julio. “Manifiesto a todos los oprimidos y pobres de México” en García Cantú, Gastón. El socialismo en México. siglo XIX. Cuarta edición. México: ediciones Era, 1984. pp. 58-61

4 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Gloria dice:

    Gracias por difundir la historia y no olvidar a aquellos que han demostrado inteligencia, lucidez y verdadero amor por la humanidad

  2. Tamara Sosa Alanís dice:

    Qué belleza de texto. Qué tristeza que a más de cien años siga tan vigente. Es necesario rescatar a estos personajes tan olvidados por la historia oficial

  3. carlos dice:

    Que alegría encontrar un articulo sobre Julio Chávez López y las luchas agrarias del oriente del Estado de México,
    Viva la alegre rebeldía!!!!

    1. CEFIME dice:

      Carlos nos da mucho gusto que te haya gustado la entrega de nuestro compañero Carlos. Se trata de un esfuerzo por recuperar trozos de nuestra historia política y social, misma que ha sido olvidada por diversas razones. ¡Recibe muchos saludos!

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