Sobre la necesidad de dedicarnos a la filosofía mexicana

Por Héctor Eduardo Luna López

Decimos filosofía mexicana porque la filosofía por su naturaleza no está desligada de su realidad inmediata: nace en un contexto particular, responde a sus necesidades y problemáticas. Así entendemos nuestra filosofía, como una filosofía comprometida que históricamente ha dado cuenta de ello y que hoy más que nunca nos exige estar a la altura de las circunstancias.

               Para ello nos proponemos cubrir varios objetivos, uno es el de la recuperación y estudio de nuestras raíces intelectuales. La tarea de recuperación en filosofía mexicana está casi toda por hacerse. Desde siempre y hasta nuestros días, la filosofía que se ha creado en esta región del mundo ha sido poco valorada, tanto por las personas del exterior, como por nosotros mismos. Incluso, hubo un tiempo en el que la filosofía mexicana era puesta en duda: se decía que ésta no existía, que la filosofía era universal y no particular, o que la filosofía comprendía sólo aquellos sistemas y pensamientos que habían surgido en países como Alemania, Francia, Estados Unidos o Inglaterra. Sobra decir que esta forma de pensar, propiciaba y propicia todavía hoy un serio desconocimiento de las múltiples manifestaciones filosóficas que se han dado a lo largo de nuestra historia.

               Otro aspecto central para nosotros y a la vez un objetivo, es demostrar que la filosofía mexicana goza de plena vigencia. Esto ya que nuestra filosofía es predominantemente práctica. Tenemos una rica historia en filosofía política: por ejemplo, en el siglo XVI hay pensadores como Bartolomé de las Casas o Alonso de la Veracruz que se ocuparon de problemas como el de la legitimidad y la justicia sobre la conquista y la colonización de América, los abusos de los españoles a los indígenas y el saqueo del continente. Posteriormente, en el siglo XVIII hubo filósofos como Javier Clavijero o Javier Alegre, que hablaron de un sentimiento de identidad y pertenencia a lo que empezaba a configurarse de manera incluyente como una patria. Y así, podemos hablar de los filósofos de la Independencia de México como Miguel Hidalgo o Servando Teresa de Mier,  o de los filósofos de la Revolución y del Siglo XX, lo mismo que de los contemporáneos, que proponen ideas y soluciones para los problemas a los que hoy nos enfrentamos.

               En ese sentido, para nosotros es de vital importancia la cuestión de la difusión, pues nos permite redondear el trabajo que hacemos. Un país que no conoce o no recuerda los grandes debates que se han dado en su historia difícilmente podrá no equivocarse ante los desafíos que se le presenten. Es importante saber qué pensaron nuestros filósofos, cuáles fueron sus argumentos, cómo respondieron a problemas como el de la búsqueda de la libertad, la lucha contra el imperialismo, la soberanía sobre los recursos naturales, la separación del Estado de la Iglesia, la educación como motor del progreso, etcétera. Por ello es tan importante la labor de difusión que se convierte también en un objetivo a cumplir.

               Así pues y para finalizar, creemos que es momento de tomarles la palabra a nuestros pensadores clásicos y contemporáneos. Debemos filosofar ya, sin más, proponer, interpretar nuestra realidad, y si se tiene arrojo, transformarla desde las ideas. Heredamos de nuestros maestros el camino que han trazado y que nos sugiere no hacer oídos sordos de la complejidad del contexto que nos toca. La filosofía para nosotros debe estrechar sus lazos con la realidad social y comenzar a producir ideas al respecto.

         Decidimos corresponderles y trataremos de estar a la altura de la encomienda. Es hora de asumir los fundamentos teóricos que han sentado nuestros formadores y atrevernos a filosofar o cuando menos a intentarlo.

No bastará escribir nuestra historia de la filosofía. Tenemos que incidir en ella, aquí, ahora. De ahí nuestra necesidad de dedicarnos a la filosofía mexicana.

Contacto: hell89@live.com.mx

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Un comentario Agrega el tuyo

  1. A. TTou dice:

    Supongamos que me dijo o al menos esbozo cuál es la naturaleza de la filosofía, y aceptemos que “la filosofía por su naturaleza no está desligada de su realidad inmediata: nace en un contexto particular, responde a sus necesidades y problemáticas.” Y así hay algo que podemos llamar filosofía mexicana, al igual que habrá, supongo, peruana, guatemalteca, hondureña, chilena, francesa, sudafricana, suiza, alemana, etcétera.

    Pues bien, esta postura de que la filosofía nace en un contexto particular no tiene nada de sorprendente y resulta aceptable. Mas usted parece contraponerla a la universalidad de la filosofía: “se decía que ésta [la filosofía mexicana] no existía, que la filosofía era universal y no particular”. Con ello su postura, modesta al comienzo, se vuelve incomprensible. Pues asumamos su relativismo, primero de manera más fuerte: la filosofía nace en un contexto particular, y así la de Bartolomé de las Casas responde a las necesidad y problemáticas del SUYO. Así, como la filosofía no es universal, ¿para qué estudiar nosotros a Bartolomé de las Casas si su filosofía respondía a SU contexto; no al nuestro? Me temo que en este caso su postura resulta incomprensible porque no nos dice qué entiende por una “filosofía universal”, y lo peor de todo es parece necesitar un compromiso con cierta universalidad si usted nos urge a estudiar filosofía mexicana, no sólo la actual sino también la pasada. Incluso si asumimos su relativismo de la forma más débil que me es posible, o sea, entendiendo “contexto particular” no por el propio de Bartolomé sino como la “realidad mexicana”, también me temo que aquí tiene compromisos con cierta universalidad, pues asumiendo que ésta implique regularidad, usted asumiría que algo de la “realidad mexicana” permanece y así, antes como ahora, la filosofía mexicana puede “responde[r] a sus necesidades y problemáticas.” Y, por supuesto, también asumiría que en algún sentido ésta es universal.

    Sé bien que quizá no lo he comprendido y he caricaturizado su pensar, pero es menester que usted nos diga cómo es que le niega universalidad -y qué entiende al escribir esta palabra- a la filosofía. Y cómo es que algo tan vulgar como el que la filosofía nazca en un contexto particular puede fundamentar la existencia de algo llamado filosofía mexicana. Y lo que me resulta más extraño es que sus bases parecen ser muy débiles para sostener la NECESIDAD de dedicarnos a la filosofía mexicana.

    Saludos hasta donde esté.

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