Testimonios, anécdotas y reflexiones en torno a Carmen Rovira Gaspar

Hoy 27 de julio, la Dra. Ma. del Carmen Rovira Gaspar cumpliría 99 años. Para honrar su vida y legado, publicamos este texto del Dr. Javier Naranjo Velázquez.

Testimonios, anécdotas y reflexiones en torno a Carmen Rovira Gaspar

Por Javier Naranjo Velázquez

La intención del presente escrito es “compartir una serie de testimonios, anécdotas y reflexiones en torno a Carmen Rovira Gaspar”. La finalidad es dar a conocer algunos aspectos importantes de la personalidad de la Dra. Rovira más allá de la academia.

Mi primer encuentro con la Dra. María del Carmen Rovira Gaspar fue hace 33 años (en agosto de 1988) a las 8:00 pm, en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el seminario de Historia de la Filosofía, del Sistema Universidad Abierta (SUA). 

No teníamos idea de quién era la Mtra. Rovira, hasta que se presentó en el salón de clases, un ser humano amable, cálido, atento a cada palabra y sobre todo esa agudeza crítica que de inmediato nos atrapó. Algo que quedó muy claro en mí fue, cuando en una sesión de clase, dijo: “admiro a los que tienen buena memoria lectora, yo no tengo esa capacidad, sin embargo tengo memoria fotográfica”. Es decir, además de saber los textos entre líneas, también sabía el contexto de lo que se estaba leyendo, sin olvidar el número de página, el autor, el traductor, el intérprete, la editorial y por supuesto, el año de publicación.

La sinceridad y educación con que nos corregía era de admirarse: “… Esto que dices aquí yo lo he visto (leído) en el libro…, y no lo estás citando, debes tener cuidado con las citas, porque el plagio es un delito muy delicado y grave”. Las citas discursivas que enunciaba con solidez eran de admirarse, cuando se refería a la filosofía en Grecia y Roma, pero cuando se discurría sobre filosofía mexicana su sentido crítico se incrementaba y emocionada de sus argumentos nos dejaba boquiabiertos.

Es importante leer Los eclécticos portugueses del siglo XVIII, para tener una interpretación más clara de su influencia en América, nos decía con entusiasmo y amabilidad, invitándonos a su lectura. ¿Por qué no nos habla de la filosofía en México? Alguna vez le preguntamos y con decidida madurez de pensamiento nos dijo, es importante que replanteemos muy bien las preguntas, “En mi opinión, y no creo estar errónea, considero más prudente hablar sobre las ideas filosóficas del pensamiento en México” incitándonos a leer autores mexicanos y sus ideas en torno a problemas filosóficos.

En una ocasión le plantee el asunto de la tesis, por un lado me interesaba San Agustín y por otro la Filosofía en el pueblo Náhuatl con relación a San Agustín, sin pensarlo un segundo me respondió, ve a visitar a Mauricio Beuchot, dile que vas de parte mía, él conoce muy bien la obra de San Agustín, seguramente te va apoyar aclarando tu decisión. Así fue que conocí al Dr. Beuchot… Con relación a la Filosofía del pueblo Náhuatl el Dr. Mario Magallón Anaya me dijo con entusiasmo: “Sería bueno que indagaras los escritos náhuatl precolombinos, es una tarea que hace falta realizar, más allá de las interpretaciones de León-Portilla y Ángel María Garibay, pero para eso necesitarías saber la lengua materna”, asunto que dejaría para 25 años después.

El diplomado, “Una visión crítica de la historia de la filosofía”, organizado por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), y el Centro de Educación Continua, con una duración de 141 Horas, con fecha del 19 de agosto de 1994, llevó el sello de la Dra. Rovira, quien me invitó a cursarlo y en donde tuve la oportunidad de conocer gran parte de los maestros más importantes de la FFyL, como a Mario Magallón Anaya, Enrique Hülsz Piccone (qdep), Horacio Cerutti Guldbert, Alejandro Herrera Ibáñez y la extraordinaria Dra. Laura Benítez Grobet, entre otros.

Gracias a la Mtra. Rovira, también me aproximé al Círculo Mexicano de Profesores de Filosofía (CMPF), en 1993 aproximadamente. Me presentó al maestro -y amigo- Gustavo Escobar Valenzuela, desde entonces me inscribí como socio de nuestro CMPF y no solo como miembro activo, sino que también formaría parte del comité del Círculo, en las elecciones próximas, asunto que ha quedado pendiente desde hace algunos años.

Algunas ocasiones, muy pocas, tuve la oportunidad de llevar a la Dra. Rovira a su casa y en el camino, ponía el casete de la marcha “Carmen” de G. Bizet, al parecer la disfrutaba, diciéndome “buena música” y al son de la marcha cerraba los ojos y movía la cabeza con el ritmo marcial de la música. En otro momento -2002- la llevé de la FFyL al IIF, y le comenté la idea de hacer estudios doctorales en el ámbito educativo, me preguntó por el tema a investigar y le dije “Pretendo estudiar las aportaciones del pragmatismo norteamericano a la educación en México”, primera y única vez, que la vi con cierto disgusto, su mirada fija y agarrándose la cabeza, a lo que respondió: “Cómo es posible que te interese el pragmatismo norteamericano, por Dios, habiendo mucho que hacer sobre la filosofía en México” me di cuenta que la Dra. Rovira, ya tenía en mente un gran proyecto, mismo que dejé pasar.

En el pasillo de la entrada a la FFyL, nos encontramos en el año 2012 y le comenté a la Dra. Rovira que pretendía hacer el Doctorado en Filosofía y requería una carta de recomendación académica, me preguntó “¿Sobre qué piensas trabajar y con quién?”, cuando le dije, sobre Descartes y con la Dra. Laura Benítez, de inmediato me contestó excelente decisión y al siguiente día me dio la carta respectiva, sin más ni menos.

Los encuentros en la facultad de filosofía, algunos homenajes a su persona, y los breves -pero sustanciales diálogos- han sido recuerdos invaluables y orientadores en el quehacer filosófico. En la Dra. Rovira siempre se veía una sonrisa amable, una maestra que escuchaba con atención, el consejo académico adecuado y certero.

En alguna ocasión nos dijo, “Deben cuidar su alimentación y hacer mucho ejercicio, bueno, el necesario, pero sí es importante que hagan ejercicio”, por aquella época nos afirmaba, “Soy vegetariana, pero no fanática de los vegetales, y corro 5 kilómetros –trotando, pero finalmente era correr–, por lo general, diario”. Después se volvieron caminata y posteriormente el caminar, hasta que el cuerpo aguantara, así lo decía y transmitía con entusiasmo ese gusto por la actividad física mañanera. 

En otra ocasión salimos de la facultad a las 10:00 pm, y en el pasillo de salida, le dije, “maestra, la veo algo nerviosa”, y me respondió con cierta preocupación, “es algo tarde y hoy no traigo vehículo para ir a mi casa”, me ofrecí llevarla y aceptó con gusto. Traté de llevarla con todas las precauciones, pero en no más de 5 minutos, me dijo; “yo ya hubiera llegado”. Acto seguido llegamos en 15 minutos –a la calle Nebraska– con toda la precaución pertinente.

Al verla, vía remota, recibir la distinción de Emérita, me motivó a regresar a la distancia, el semestre pasado, al seminario que ella había inaugurado años atrás, verla tan completa y lúcida me motivó seguir (quizá retornar) la reflexión de las ideas filosóficas en México, en especial la filosofía del sabio Netzahualcóyotl.

Quizá son breves los instantes, momentos y encuentros, pero son de esos bizarros recuerdos en la memoria que, con respeto, se hacen presentes hacia una mujer grande de “Las ideas filosóficas del pensamiento mexicano”.

Con cariño, qdep.

Dr. Javier Naranjo Velázquez

Mail: tlamatinime12@gmail.com

Escuela Nacional de Trabajo Social

UNAM

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