Memoria del acto del 20 de octubre de 2025 en CCH Sur

Asamblea Tripartita en CCH Sur

Por Monserrat Ríos

El grupo de docentes que se ha reunido bajo el nombre Tigridia, una flor endémica mexicana que florece al final de las lluvias, compartió un mensaje que fue, al mismo tiempo, una carta, un abrazo y un manifiesto.

Desde hace semanas, la comunidad docente y estudiantil del CCH Sur ha habitado la tristeza y la indignación por el asesinato de Jesús Israel. A partir de ese dolor, Tigridia, colectivo de docentes del mismo colegio, ha decidido florecer: encontrarse para pensar juntas y juntos, escribir colectivamente y sostener la vida en medio de la pérdida. El mensaje que se leyó hoy fue construido a la manera de un cadáver exquisito. Me pareció un gesto profundamente simbólico: una manera de devolverle sentido a la palabra compartida, de reconocer que la voz se vuelve más fuerte cuando se dice entre varias.

Florecer desde el dolor

Nombrarse Tigridia no fue casual. Es elegir una flor de raíces mexicanas, una que brota justo cuando las lluvias terminan, cuando la tierra aún está húmeda y fértil, pero el cielo se abre.

Esa imagen condensa lo que el grupo propone: florecer desde la herida, desde la comunidad. Las metáforas de raíces, hilos, telas y cuerpos conectados no son adornos poéticos; son una forma de pensamiento. Una afirmación de que la vida es vínculo, interdependencia, respiración compartida.

Pensé en Gloria Anzaldúa y su concepto de nepantla: ese espacio de tránsito, contradicción y transformación que también habitamos en este momento. Desde allí, el mensaje de Tigridia se convierte en una apuesta por habitar el dolor como territorio de creación. Lo que más me conmovió fue que el texto no se detuvo en el duelo: lo transformó en interpelación política.

Nombrar la muerte de Jesús Israel fue también señalar el entramado de violencias que lo rodean: las violencias machistas, clasistas, institucionales y el abandono social que enferma nuestras escuelas y nuestras calles.

El texto no pide más castigo ni más policías; propone cuidado, ternura y comunidad como respuesta. Eso es un acto político.
Me hizo pensar en Paulo Freire, cuando hablaba de la educación como práctica de libertad, o en bell hooks, cuando insistía en que enseñar es un acto de amor.

En el fondo, Tigridia nos recuerda que la ternura también es resistencia. Que no hay revolución sin afecto, ni cuidado sin lucha.

Una pedagogía del cuidado

El mensaje docente también fue una declaración de compromiso.
Hablaron de retomar las aulas, de derribar puertas y abrirlas a lo social, lo artístico, lo festivo. De usar el arte para humanizar, de resignificar los espacios y de hacer memoria a través de la creación.

En sus palabras resonaba algo que he leído en Luis Villoro: la idea de que una comunidad ética se funda en el reconocimiento mutuo, en el respeto a la dignidad de cada ser.

También pensé en Freire, en su defensa de la ternura como parte de la praxis pedagógica; y en hooks, cuando decía que la educación debía nacer del eros, del deseo de cuidar y comprender al otro. Allí, entre tantas miradas y silencios, entendí que lo que Tigridia propone es una pedagogía del duelo: aprender de la herida sin anestesiarla, dejar que duela pero que también enseñe.

Florecer en colectivo

Al final, me quedé con una frase que atraviesa todo el texto:

“Alrededor de tu muerte estarán vivos todos los Días de Memoria.”

Hoy sentí que eso es cierto. Que la memoria no pertenece al pasado, sino que florece en el presente cuando decidimos mirar al otro con respeto, acompañar desde el cuidado y sostenernos en medio de la incertidumbre.

El mensaje de Tigridia fue y será un acto de filosofía encarnada:
una ética del cuidado,
una política de la ternura,
una pedagogía que nace del dolor pero que elige la vida.

No fue solo un texto.

Fue una forma de decirte:

Jesús Israel y estudiantado, seguimos aquí, acuerpándoles.

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