Pedro Henríquez Ureña, filósofo y educador de ascendencia afrocaribeña

por Fernando Téllez Hernández*

Pedro Henriquez Ureña, filósofo y educador de ascendencia afrocaribeña, nació el 29 de junio de 1884, en Santo Domingo, capital de la República Dominicana. Su padre, Francisco Henríquez y Carvajal, abogado, político y médico, fue Ministro de Relaciones Exteriores y Presidente de la República Dominicana durante la invasión militar estadounidense. Su madre, Salomé Ureña, poeta afamada y educadora, fundó el Instituto de Señoritas en 1881; primer centro educativo orientado a la educación de la mujer con el propósito de formar maestras normalistas en la República Dominicana.

Desde su niñez se formó en un fecundo ambiente intelectual que definió su pensamiento antiimperialista y anticolonialista. José Martí y Eugenio María de Hostos fueron maestros y amigos cercanos de la familia Henríquez Ureña. Sus hermanos Francisco, Max y Camila, también destacaron por sus aportes críticos y educativos en el ámbito de las humanidades durante la segunda mitad del siglo XX.

Ensayos críticos (1905) fue la primera obra que publicó cuando estuvo en La Habana, donde se dedicó a la crítica literaria. En aquella época fue co-director de la revista Cuba Literaria, fundada por su hermano Max Henríquez Ureña.[1] Su primera obra fue comentada por José Enrique Rodó, quien lo distinguió como “un verdadero escritor, una hermosa promesa para nuestra crítica americana”.[2]

Llegó a México en enero de 1906, cuando tenía 22 años de edad. Desembarcó en el puerto de Veracruz, donde contempló la majestuosidad del Citlaltépetl cubierto de nieve; impresión que dejó una huella imborrable en su memoria. Por invitación de su amigo cubano Arturo R. Carricarte, participó en la fundación de la Revista Crítica que fue elogiada internacionalmente; en México obtuvo el reconocimiento del Ministro de Instrucción Justo Sierra y el dictador Porfirio Díaz.[3]

En ese mismo año, viajó en ferrocarril hacia la Ciudad de México, donde fue redactor en los periódicos El imparcial y El Diario. En el año de 1907, junto con el arquitecto Jesús T. Acevedo, propuso la fundación de la Sociedad de Conferencias y Conciertos que reunió a la juventud artística e intelectual del momento. Poco después, fue invitado a publicar en la revista Savia Moderna, dirigida por Alfonso Cravioto. Fue miembro fundador del Ateneo de la Juventud en 1909 junto a Antonio Caso, Alfonso Reyes y José Vasconcelos. Debido a sus enseñanzas filosóficas se refirieron a él como “el Sócratesdel grupo”. En 1912, propuso la fundación de la Universidad Popular Mexicana, proyecto educativo que buscó acercar la cultura al pueblo, dirigido principalmente a la población adulta trabajadora. 

Durante su lucha educativa y filosófica contra los defensores del positivismo ortodoxo en México, escribió dos artículos, donde criticó al positivismo por su “uso negligente o arbitrario de los términos metafísica, filosofía, ciencia.”, además de tener una “falta de precisión en su criterio de conocimiento”.[4] En esta época, contribuyó con sus escritos y discursos junto a la juventud literaria, artística y filosófica que buscaba una renovación cultural, filosófica y educativa en México durante el derrocamiento del régimen porfirista a principios del siglo XX.

Estudió derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia en 1910, donde defendió una tesis titulada La Universidad (1914). Su tesis, respondió al contexto político, educativo y filosófico que se vivió en México en aquellos años. Esta obra formó parte de las críticas que lucharon por abolir la relación de dominio que ejercía el Estado sobre la Universidad en México, haciendo extensiva su crítica a las universidades en Latinoamérica. En su defensa por la educación y contrario a la ideología positivista, abogó por la autonomía universitaria, la enseñanza de la humanidades y la libertad de cátedra.

Se trasladó a Nueva York en 1915, donde ejerció el periodismo crítico contra la invasión militar norteamericana a la República Dominicana. A través de revistas y diarios norteamericanos sostuvo un discurso anticolonialista en defensa de los países latinoamericanos. En estos años dictó cursos de Literatura Española e Hispanoamericanaen el Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Minnesota, en donde estudió la maestría y el doctorado en filosofía.

Llegó a España en 1917, donde se destacó por sus estudios e investigaciones filológicas de la lengua española. Estando en Madrid, colaboró en el Centro de Estudios Históricos junto a su director, Ramón Méndez Pidal, quien elogió su tesis de doctorado titulada La versión irregular en la poesía castellana(1918),  y publicada, posteriormente, por la Revista de Filología Española en 1920.

Por invitación de José Vasconcelos regresó a México en 1921 para colaborar en el proyecto educativo de la Universidad Nacional de México. Ese mismo año retomó su magisterio en la Escuela Nacional de Altos Estudios –actualmente: Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM–, donde impartió las cátedras filosóficas de: Lógica y metodología, Ética, Estética e Historia de los sistemas filosóficos. Entre sus discípulos estuvieron Samuel Ramos, Daniel Cosío Villegas y Carlos Pellicer. En esta época propuso la fundación de las cátedras de Retórica y Poética.

Además de su labores docentes, desempeñó el cargo de Director de la Escuela de Verano –actualmente: Centro de Estudios Para Extranjeros (CEPE-UNAM)–,  fue miembro del Consejo Universitario y fue Director General de Educación Pública en el estado de Puebla, donde trabajó conjuntamente con el gobernador en turno, Vicente Lombardo Toledano.

Tras incidentes políticos en México, viajó rumbo a Argentina junto con su esposa e hija. Llegaron a Buenos Aires en julio de 1924. Sus últimos años de vida los dedicó a la enseñanza y a la investigación en la Universidad de La Plata; época en la que mantuvo una fructífera amistad intelectual con Jorge Luis Borges, tuvo por discípulo a Ernesto Sabato y colaboró asiduamente en la reconocida Revista Sur, fundada por Victoria Ocampo en 1931.

Falleció el 11 de mayo de 1946 a causa de un infarto al miocardio, mientras viajaba en tren rumbo a la Universidad de La Plata a impartir sus clases.

A lo largo de su trayectoria filosófica, defendió la originalidad filosófica en Nuestra América en oposición a la negación de nuestra autenticidad por parte de la tradición europea. Criticó el concepto de raza porque entraña dominio y ha servido a fines colonialistas e imperialistas. Negó la idea de inferioridad que injustamente se le ha atribuido a los pueblos originarios de nuestra América. Destacó el valor cultural de la literatura afrodescendiente recuperándola en sus obras. Propuso una educación orientada a la justicia social. Se opuso a toda pretensión de homogeneidad cultural, y defendió en cambio, el respeto a la pluralidad de culturas y saberes que existen en Nuestra América.

Su vasta obra quedó plasmada entre la reseña literaria, el periodismo crítico, el diálogo epistolar, la crítica de arte, el análisis filológico, el ensayo filosófico, el discurso político-educativo, entre otros estilos en los que concretó su pensamiento. Algunas de sus obras más notables son:  La utopía de América (1925), Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928), La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (1936), Para la historia de los indigenismos (1938), Plenitud de España (1940), Corrientes Literarias en la América Hispana (1941), Historia de la Cultura en la América Hispánica (1947).

*Fernando Téllez Hernádez es tesista de la Licenciatura en Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Contacto: alcatrazvesanico@gmail.com

Bibliografía:

  • Amadeo, Julián, Pedro Henríquez Ureña, Lucas Thomas Gibbes y la primera edición de Horas de estudio, Cuadernos Americanos, 4 (174), México, 2020, pp.11-30.Enlace:https://rilzea.cialc.unam.mx/jspui/handle/CIALC-UNAM/A_CA736
  • Caso, Antonio, Obras Completas, I. Polémicas, prólogo de Juan Hernández Luna, compilación de Rosa Krause de Kolteniuk, revisión de Carlos Valdés, Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones, México, 1971.
  • Henríquez Ureña, Pedro, Estudios mexicanos, Edición de José Luis Martínez, Colección “Lecturas mexicanas 65”, Fondo de Cultura Económica, México, 1984.
  • Henríquez Ureña, Pedro, La Utopía de América, prólogo de Rafael Gutierrez Girardot, compilación y cronología de Ángel Rama y Rafael Gutiérrez Girardot, Biblioteca Ayacucho, Venezuela, 1978.
  • Henríquez Ureña, Pedro, Universidad y Educación, Textos de Humanidades, Colección “Educadores Mexicanos”, Coordinación de Difusión Cultural, UNAM, México,  1987.
  • Roggiano, Alfredo A., Pedro Henríquez Ureña en México, Colección “Cátedras”, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 1989.

[1]Respecto a esta etapa literaria entre los hermanos Henríquez Ureña véase el prólogo que dedicó Max Henríquez Ureña a su hermano Pedro: “Hermano y maestro. Recuerdos de infancia y juventud” en Universidad y Educación, pp.9-33.

[2] Carta de José Enrique Rodó a Pedro Henríquez Ureña, Montevideo, 20 de febrero de 1906, en Julián Amadeo, “Pedro Henríquez Ureña, Lucas Thomas Gibbes y la primera edición de Horas de estudio”, Cuadernos Americanos, 4 (174), 2020, p. 12.

[3] Sobre su experiencia en Veracruz, véase el capítulo,  “Veracruz y la Revista Crítica” en Pedro Henríquez Ureña en México, Alfredo A. Roggiano, pp.11-32.

[4] Pedro Heríquez Ureña, artículos: “El positivismo de Comte” y “El positivismo independiente” en Horas de Estudio,  pp., 13 y 40, Ollendorf, París, 1910,  citado por Samuel Ramos en su artículo “Antonio Caso” en Antonio Caso, Obras completas. I. Polémicas, UNAM, México, 1971, p. 161.

¡Síguenos en nuestras redes sociales!

Facebook Instagram YouTube

Deja un comentario