Por: Héctor Eduardo Luna López
No hay cosa más libre que
el entendimiento humano;
¿pues lo que Dios no violenta,
por qué yo he de violentarlo?
Sor Juana Inés de la Cruz
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació el 12 de noviembre de 1648 en San Miguel Nepantla, Estado de México.[1] De madre criolla, Isabel Ramírez, y padre español, el capitán Pedro de Asbaje Vargas, Juana Inés tuvo desde niña una fervorosa inquietud por el conocimiento que la llevó a aprender a leer a los tres años y buscar la manera de seguir aprendiendo en cada momento de su vida.
La educación que recibió en la infancia estuvo a cargo de su madre y su abuelo materno; en su Respuesta de la poetisa a la muy Ilustre a Sor Filotea de la Cruz, deja testimonio de que hubo una maestra particular que le enseñó a leer a la corta edad de tres años y sabemos que disponía de la biblioteca de su abuelo en su hacienda de Panoayán. A los seis o siete años, Juana Inés comienza a insistir a su madre que la mande a la Ciudad de México para poder estudiar y, eventualmente, ingresar a la Universidad.

Esto último no sucedió, pero su arribo e ingreso a la corte de los Virreyes de Mancera a los 17 años de edad le permitió seguir una educación autodidacta en ese contexto, previo sometimiento a un examen ante cuarenta intelectuales de la época, mismo que aprobó con creces, dejando estupefactos a historiadores, poetas, matemáticos y otros sabios.
Para continuar estudiando y, a la vez, escapar del matrimonio que, nos dice ella misma, no le interesaba para nada, decide ingresar a la Orden de las Carmelitas Descalzas en 1667, sin embargo, le parece tan severa la regla carmelita que decide cambiarse a la Orden de San Jerónimo, en donde permanecerá hasta sus últimos días. Ahí, se sabe que contaba con una biblioteca de aproximadamente 4 mil volúmenes,[2] así como instrumentos musicales y astronómicos, materiales de estudio a los que recurría siempre que las labores conventuales le dejaban tiempo y energía.
La profundidad de sus ideas filosóficas, su crítica a la teología escolástica decadente, sus reflexiones epistemológicas y su firme postura en defensa del derecho de las mujeres al conocimiento, la sitúan hoy en día como una de las máximas figuras de la literatura y filosofía mexicana del siglo XVII y, probablemente, de toda la filosofía mexicana.
Escribió poesía, autos sacramentales, prosa y teatro de estilo culterano y barroco, muchos de cuyos escritos van impregnados de ricas reflexiones filosófico-teológicas, y, si bien no ha llegado hasta nosotros la totalidad de sus obras, aquellas con las que contamos son consideradas piezas literarias de valor universal.
El tiempo en el que vivió Sor Juana fue testigo de muestras de renovación intelectual en ámbitos como el conocimiento del mundo natural a través de la física y la filosofía modernas. Entre los intelectuales novohispanos de su época se hallan el matemático y astrónomo fray Diego Rodríguez (1569-1668) y Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700), filósofo y matemático también, con quienes compartió el ánimo crítico frente a la rígida educación escolástica y la filosofía teológica que, por entonces, daba muestras ya de una decadencia en sus métodos de estudio y exposición. Algunas de las críticas que estos autores hacen se dirigen a cruestionar el abuso de argumentos de autoridad y los aprendizajes memorísticos, así como a acusar que las discusiones teológicas de la época se restringían al campo dialéctico y silogístico sin aportar conocimientos nuevos ni prácticos sobre la realidad.
El Sueño o Primero Sueño (1685) es la obra poética de Sor Juana con mayor significación filosófica; fue redactada alrededor de sus 35 o 40 años y ella misma nos dice que tal “papelillo” fue el único escrito por su propio gusto y no por encargo. A través de sus páginas de un logrado estilo barroco, Sor Juana plantea el viaje epistemológico que hace el alma humana, su alma, a través de diferentes grados de conocimiento, aspirando a un conocimiento absoluto y totalizador.
En ella, encontramos abundantes referencias a las mitologías, filosofía, historia, poesía y cultura clásica grecorromana, a la filosofía platónica y neoplatónica, a la teología de los Padres de la Iglesia, así como a la filosofía agustiniana, franciscana y, por demás interesante, símbolos, imágenes y alusiones al hermetismo, lo que nos muestra su enorme capacidad ecléctica y conciliadora de doctrinas filosófico-espirituales.
Otras obras que han sido apreciadas por su modernidad son su Crisis de un Sermón o Carta Atenagórica (1690) y su Respuesta a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz (1691). La primera es una crítica teológica al Sermón del Mandato dictado por el jesuita portugués Antonio Vieira en 1650, lo que evidencia su valiente y decidido carácter crítico, pues Vieira era uno de los predicadores más afamados y respetados de su época. La segunda, es la respuesta que Sor Juana dirige a Manuel Fernández de Santa Cruz, Obispo de Puebla, quien habiéndola motivado a que comentara el sermón de Vieira, luego le reprocha sus críticas y le llama la atención por su desafiante ingenio y erudición, recordándole que es una monja y por ello debería dedicarse más a la oración que a discurrir sobre filosofía. A ello sobrevino la censura y represión, pues luego se mandó que se recogieran sus libros e instrumentos científicos.
La crítica de Sor Juana en su Carta Atenagórica se enmarca en el movimiento de reforma de la teología y sus método de estudio. Vieira había realizado en su sermón algunas interpretaciones sobre las “finezas de Cristo” a partir de Agustín, Crisóstomo y Tomás de Aquino, interpretaciones que la monja corrige en sentido lógico, además de señalar que Vieira no se apoya ni en las Sagradas Escrituras ni en los Padres de la Iglesia, lo que, a su juicio, le restaba evidencia histórica a sus afirmaciones.
En su exposición, Sor Juana se revela partidaria de la escuela agustinense y es visible su pensamiento moderno y renovador en lo teológico. Al respecto, Ma. del Carmen Rovira señala que Sor Juana se muestra partidaria de la llamada teología positiva, una corriente crítica al interior de la escolástica que cuestionaba la esterilidad discursiva de la teología especulativa.[3] Con ello, Sor Juana se coloca del lado de la crítica hacia el pensamiento católico tradicionalista y su método de estudio, dictado por la Real y Pontificia Universidad de México, institución donde Sor Juana no pudo estudiar por no ser aceptadas las mujeres en sus aulas.
En su Respuesta a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz, Sor Juana realiza una defensa de sí misma, de sus ideas y del derecho de las mujeres al conocimiento. Además de legarnos dicha carta como una autobiografía intelectual, hace una exposición histórica sobre el papel de las mujeres en la producción del conocimiento, para lo cual recurre a las noticias que tiene de mujeres que contribuyeron a las matemáticas, la historia, la poesía, la geografía y otras ciencias y saberes.
Así, Sor Juana recuerda a una serie de mujeres de las que tiene testimonio por las Escrituras, como la jueza y profetisa de Israel, Débora, o la reina de Saba; pero también a mujeres mitológicas como las Sibilas, profetizas griegas; la diosa de la sabiduría Atenea/Minerva, “maestra de toda la sabiduría de Atenas”; así como mujeres intelectuales como la romana Pola Argentaria o Zenobia, reina de los palmirenos; Areta de Cirene, filósofa griega; Aspasia de Mileto, maestra de Pericles; Hipatia de Alejandría, matemática y astrónoma; hasta llegar a católicas como Teresa de Ávila o su contemporánea, Cristina, reina de Suecia, a quien reconoce por su labor como mecenas de las artes y el conocimiento.
A ellas y tantas otras, Sor Juana reivindica como mujeres sabias, humanistas y científicas dignas de ser recordadas por la historia, lo cual revela no solamente su amplio conocimiento y sentido de justicia epistémica, sino, incluso y a riesgo de sonar anacrónico, su conciencia de género.

Otras interesantes y creativas obras de Sor Juana son sus autos sacramentales, que eran obras teatrales religiosas con finalidades evangelizadoras, así como sus loas, es decir, sub obras teatrales breves que servían como introducción a los autos sacramentales. De este género destaca su Loa al auto sacramental de El Divino Narciso (1689), donde recrea de modo alegórico el encuentro histórico entre España y América, la religión cristiana y la religión indígena, el poder imperial y la resistencia indígena.
En dicha obra nos deja ver su conocimiento sobre el pasado indígena mesoamericano, algunos aspectos rituales, tradiciones y bailes como el teocualo, con el que se honraba a Huitzilopochtli, “el rey de las semillas”, y la reacción de los primeros evangelizadores frente a tal fenómeno cultural. Además, nos describe la actitud de imposición y dominio de la religión cristiana y el ejército español, dispuestos a hacer la guerra material y espiritual a los pueblos de América, a la vez que nos detalla la festiva dignidad de los indígenas frente a la conquista.
La obra de Sor Juana, extensa, erudita y llena de simbolismos y sentidos filosóficos ha sido asociada también al naciente sentimiento de identidad mexicana que luego se ampliaría en los jesuitas mexicanos del siglo XVIII, de entre quienes son dignos representantes Francisco Javier Clavijero o Pedro José Márquez.
Su muerte se dio en el marco de una epidemia que azotó al Convento de San Jerónimo; aunque no se sabe con exactitud la naturaleza de este mal, es muy probable que fuera la epidemia del matlazahuatl, un tifus exantemático también llamado tabardillo o tabardete.[4] Sor Juana falleció el 17 de abril de 1695 como resultado de la exposición que tuvo a esta enfermedad, tras cuidar a sus hermanas de orden en el convento. En el mismo sitio, ubicado en el casco histórico de la Ciudad de México, hoy se encuentra la Universidad del Claustro de Sor Juana, lugar donde descansan sus restos fúnebres.
A 330 años de distancia, Sor Juana Inés de la Cruz representa una de las más altas cumbres del pensamiento iberoamericano y, particularmente, mexicano. Su obra sigue ofreciendo una inagotable fuente de saberes e interpretaciones que dan cuenta de un nivel intelectual excepcional y de una agudeza filosófica capaz de aventajar a cualquier filósofo o filósofa, tanto de sus coetáneos, como de sus venideros.
[1] La fecha de nacimiento de Sor Juana ha sido debatida por sus biógrafos; por un lado, el padre Diego Calleja, primer biógrafo de Sor Juana, dejó testimonio en 1700 de que la monja nació el viernes 12 de noviembre de 1651; mientras que, ya entrado el siglo XX, Alberto G. Salceda dio a conocer el acta de bautismo de Sor Juana, que tuvo lugar el 2 de diciembre de 1648, por lo que resulta más probable que ese fuera el año de su nacimiento. Al respecto, véase la Introducción de José González Boixo en Sor Juana Inés de la Cruz, Poesía lírica, 9ª ed., España, Cátedra, 2019, pp. 12-13.
[2] Véase: “Sor Juana Inés de la Cruz, ejemplo de la pasión por los libros y el conocimiento”, Boletín UNAM-DGCS-793, 12 de noviembre de 2019. En línea: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2019_793.html
[3] Sobre las críticas de Sor Juana a la llamada escolástica decadente y su predilección por la teología positiva, véase el excelente artículo de Ma. del Carmen Rovira Gaspar, “Lo filosófico y lo teológico en Sor Juana”, en Peña, Margarita (compiladora y prólogo), Cuadernos de Sor Juana. Sor Juana Inés de la Cruz y el siglo XVII, México, UNAM, 1995. (Serie El Estudio)
[4] Martha Fernández, “La epidemia del matlazahuatl en la Ciudad de México (1736-1739)”, en Ciencia. Revista de la Academia Mexicana de Ciencias, México, Vol. 74, núm. 1, pp. 6-15.
Referencias:
- Ma. del Carmen Rovira Gaspar, “Lo filosófico y lo teológico en Sor Juana”, en Margarita Peña (compiladora y prólogo), Cuadernos de Sor Juana. Sor Juana Inés de la Cruz y el siglo XVII, México, UNAM, 1995. (Serie El Estudio)
- Martha Fernández, “La epidemia del matlazahuatl en la Ciudad de México (1736-1739)”, en Ciencia. Revista de la Academia Mexicana de Ciencias, México, Vol. 74, núm. 1, pp. 6-15. En línea: https://www.revistaciencia.amc.edu.mx/index.php/vol-74-numero-1/341-novedades-cientificas/991-la-epidemia-del-matlazahuatl-en-la-ciudad-de-mexico-1736-1739
- Sor Juana Inés de la Cruz, “Carta Atenagórica”, en Obras completas, 16ª ed., México, Editorial Porrúa, 2010.
- Sor Juana Inés de la Cruz, Poesía lírica, 9ª ed., España, Cátedra, 2019, pp. 12-13.
- Sor Juana Inés de la Cruz, “Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz”, en Sor Filotea y Sor Juana, Cartas del obispo de Puebla a Sor Juana Inés de la Cruz, edición, introducción, estudio liminar y notas de Alejandro Soriano Vallés, Fondo Editorial Estado de México, México, 2014.
- UNAM, “Sor Juana Inés de la Cruz, ejemplo de la pasión por los libros y el conocimiento”, Boletín UNAM-DGCS-793, 12 de noviembre de 2019. En línea: https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2019_793.html
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